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Éric Zemmour felicitó la Navidad con un mensaje de explícita defensa de la civilización cristiana y de la Francia católica

El candidato presidencial Éric Zemmour felicitó la Navidad con un mensaje de explícita defensa de la civilización cristiana y de la Francia católica, que adquiere una especial dimensión porque él es de origen judío y porque en Francia hay un porcentaje importante de cristianos protestantes, potenciales votantes suyos también.

En las imágenes se le ve con frecuencia al lado de Phillipe de Villiers, uno de sus principales apoyos, experimentado político, católico y defensor de La Vendée. Las palabras del aspirante al Elíseo son todo un desmentido a la anti-cultura woke.

No es preciso ser cristiano para celebrar la Navidad, empieza afirmando Zemmour, «basta amar a Occidente en general y a Francia en particular». Nuestra civilización ha iluminado a la humanidad con la afirmación de que el hombre es un ser libre («en el mundo cristiano, la libertad es de naturaleza divina») y de que todos los hombres son «iguales en dignidad» en cuanto «hijos de Dios iguales ante Él».

Tras citar a Rembrandt, Leonardo, Bach, Mozart o Beethoven, recuerda que «la tierra entera admira el arte occidental»: «Es imposible no quedar conmovido por la Piedad de Miguel Ángel». Nuestra civilización considera que la Verdad no es «teórica ni relativa, sino concreta, encarnada y sagrada», y por tanto «rechazar la Verdad es rechazar el Bien: la mentira es la figura cotidiana y eterna del Mal». Es ese amor a la Verdad lo que ha permitido las cumbres occidentales de la filosofía y de las ciencias.

Es una civilización que considera que «el paraíso en la tierra no existe ni existirá nunca», que no cree en las utopías, en proyectos de sociedades ‘perfectas’ como el comunismo o el nazismo, que destruyeron el siglo XX y «amenazan al siglo XXI con nuevos rostros aún más inquietantes». Una civilización antítesis del totalitarismo y que proclama como virtudes sociales la dulzura, la ternura y el amor.

«Hay que saber ganar la guerra, y el mundo cristiano no debe rechazarla cuando es atacado, pero es aún más importante saber ganar la paz», y por eso nuestras sociedades son sociedades de paz cuando son fieles a sí mismas. Nuestra civilización ha cometido errores y crímenes, sin duda, porque los hombres son imperfectos y egoístas, sean creyentes o no, pero es la civilización más desarrollada, sofisticada, creativa y tolerante que ha conocido el mundo.

«Francia debe mucho al catolicismo y el mundo debe mucho al catolicismo francés», continúa Zemmour. «La larga aventura del catolicismo en Francia es de un esplendor sin igual», añade, y cita a San Ireneo de Lyon, Clodoveo, San Luis, Santa Juana de Arco, Santo Tomás de Aquino (en cuanto que enseñó en la Sorbona), Bossuet, Fénelon, Blaise Pascal, Santa Teresita de Lieux, Paul Claudel… «La hija primogénita de la Iglesia ha dado muchos hijos magníficos», dice, además de 86 catedrales, entre ellas «la más hermosa», dada a conocer por Victor Hugo en todo el mundo, en referencia a Notre Dame de París. También cita el papel determinante de la fe de Charles de Gaulle (quien «se confesaba regularmente») en el destino de Francia durante la Segunda Guerra Mundial: «Sin la Cruz no habría habido Resistencia», subraya, aludiendo a la Cruz de Lorena que fue su símbolo.

Por último, Zemmour tiene unas palabras para recordar a los cientos de millones de cristianos perseguidos en todo el mundo con censuras, amenazas, torturas y asesinatos: «Nunca en toda la historia esta religión había sido tan martirizada, en medio de un silencio espantoso. Juro que Francia será su voz en la escena mundial».

Zemmour concluye recordando que la Navidad es símbolo de paz y reconciliación, un mensaje que se transmite «desde el pesebre desde hace siglos», «un milagro que se repite cada 24 de diciembre a medianoche».

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