Inicio Actualidad ETA, Bildu y el triunfo del apartheid sociológico

ETA, Bildu y el triunfo del apartheid sociológico

Nunca hubo un día después de ETA. O mejor dicho, sin ETA. Porque ETA no murió aquel 20 de octubre de 2011. ETA, desde ese día, dejó de matar, al menos físicamente. Pero no desapareció, ni abandonó sus propósitos como movimiento terrorista, ni abdicó de sus totalitarios planteamientos políticos e ideológicos. ETA era y es mucho más que los que disparaban a la nuca o daban el soplo de manera cómplice y cobarde. Durante décadas, lo que llaman izquierda aberztale construyó, junto a los asesinatos y el chantaje a inocentes, una arquitectura educativa, mediática, cultural y social que les ha hecho concurrir a las elecciones bajo una marca (la enésima) blanqueada, tolerada e integrada en el espacio común democrático del conjunto de los partidos del Estado.

ETA dejó de matar porque empezó a vislumbrar el triunfo de su apartheid sociológico. Eso es lo determinante en los resultados que vemos hoy en el País Vasco, lo que explica su apabullante apoyo acrítico y su triunfo social. Ya han pillado electoralmente a su máximo rival interno, pero hasta llegar a este escenario, tuvieron que limpiarlo de rivales del otro lado de las ideas. No tienen competencia porque la eliminaron. Con complicidad, silencio y cobardía, propia y ajena. Primero quitaron de en medio a políticos y guardias civiles, policías y magistrados, profesores y empresarios y después provocaron el exilio de miles de familias vascas que, por miedo, y por esa necesidad imperiosa de vivir, se vieron obligados a dejar sus tierras y su tierra y ahora ven desde lejos el triunfo de quienes sacudieron el árbol y recogieron las nueces, tanto monta, monta tanto, de ignominia y perversidad.

Que Bildu sea la segunda fuerza política más votada (si no alcanza el poder esta vez, será la siguiente) allí donde debería ser un reducto prohibido mientras sigue siendo lo que es, constituye una anomalía que sólo en España podría ocurrir, con la connivencia de quienes fueron víctimas hasta no hace tanto. Porque a Bildu le han ayudado a crecer la aceptación miserable de quién un día fue partido nacional, hoy convertido en reducto de intereses personalistas devenidos en plataforma de obedientes embusteros. Pero también por el abandono a sus principios, votantes y compañeros de quienes se avergüenzan de dar la batalla al nacionalismo por miedo a desaparecer, sin darse cuenta de que allí hace mucho que no existen.

Al PSOE y a la izquierda antiespañola les vino bien que ETA anunciase aquel alto el fuego definitivo y definitorio. Dejaban de matar, pero no de mandar. Creyeron que así podían incorporar a una bolsa legalizada de votantes sin contar que el miedo y el odio mueven mucho más que la razón. Toda la estrategia y trampantojo político y retórico creado desde entonces sobre la incorporación de ETA a la política e instituciones tiene hoy como contrapunto que el secesionismo, con sus diferentes máscaras soberanistas, alcance hoy el 75% de voto, un imposible sociológico para quienes aún defienden la Constitución, la libertad y el español en las aulas.

Ya nadie duda que el Estado no existe en Vascongadas, cuando hace tres lustros gobernaba (PSOE con apoyo del PP, con Patxi Nadie desaprovechando la oportunidad) con mayoría. El plan de Zapatero, continuado por Sánchez, es decir, el PSOE y nada más que el PSOE, alcanza hoy su cenit más abyecto y siniestro: la ETA sociológica y política gobernando las calles, y pronto las instituciones, la misma que llenó de sangre y oprobio durante décadas a una nación que hace treinta años rendía homenaje a sus héroes con unidad y determinación. Como bien lo ha definido Savater, el proyecto de Bildu, del PNV y del PSOE, no era sacar Euskadi de España, sino España de Euskadi. Y lo han conseguido. Las elecciones las ganaron el día que se legalizó su limpieza étnica y su apartheid sociológico. Mañana seguirá mandando el PNV en España y volverá a ser cosa de fachas hablar de ETA.