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Ezequiel Jiménez a la sombra de su padre

Fotos: CARLOS Gª AZPIAZU

El Bafle

Escoltado por un imperial Paco León a la guitarra, el cantaor jerezano cerró el 16º Ciclo Flamenco BBK en una cita que recordó al flamencólogo Alfredo Benítez Valle y donde destacó en tres palos: tientos, malagueñas y seguiriyas

Terminóse el 16º Ciclo Flamenco BBK este viernes en la Sala BBK con el cantaor Ezequiel Benítez (Jerez de La Frontera, Cádiz, 1979) protagonizando la cuarta y última sesión tras las tres de baile en las que ha destacado la coreografía ‘Flamenco: Espacio Creativo’ del madrileño Alfonso Losa. El nivel general ha sido bueno, pues no ha habido pinchazos artísticos, y muy buena fue la intervención del zezeante Ezequiel hasta el quinteto completado por el magistral Paco León al toque, Dayana Febres al baile en sólo una pieza, más Tate y Cepa Núñez al arte y compás.

La cita estuvo dedicada al padre de Ezequiel, el flamencólogo Alfredo Benítez Valle (1949-2020), importante asesor e impulsor, junto a José María Castaño, de las conferencias ilustradas albergadas en Aula de Cultura de la BBK en la calle Elcano, de donde surgió el Ciclo Flamenco BBK, el cual contabiliza 16 ediciones incluyendo las ahí celebradas. Benítez padre participó como conferenciante en la primera tanda del ciclo en 2006, posibilitó la primera zambomba navideña, y fue inspirador y productor artístico de los tres discos publicados por la BBK y centrados en el cante de Jerez: ‘Nueva Frontera del Cante de Jerez’, ‘Mujerez’ y ‘V.O.R.S.’.

Este viernes, tras un prólogo con un vídeo que evocó al padre, salieron Ezequiel y Paco y el cante se impuso durante 10 viñetas en 66 minutos con tres cumbres de Benítez: los impactantes tientos inaugurales a dúo, con poderío en la garganta, temple en la interpretación y un sentimiento que se le notaba en la cara sofocada, pero para que recuperara el resuello tomaba el testigo Paco León a la guitarra y ahondaba en la selecta flamenquería; la malagueña, el cuarto cante, en cuarteto con los dos palmeros, cuando a tenor del panorama en la platea planteó Ezequiel al público «espero que sigáis conectando», y se puso a cantar y a aletear con las manos, a gemir con verosimilitud y a saber a sal, con Paco León abriendo vetas líricas a las seis cuerdas; y la séptima viñeta, por seguiriyas («el cante mayor del cante flamenco, que a veces no entra en todos los oídos por el dolor y la tragedia», introdujo el jerezano), de nuevo a dúo con un Paco León imperial, taurino, dramático, con temple y compaginándose con el cante con eco en la voz y con remate de rompe y rasga (al acabar la seguiriya le elogiaron desde el patio de butacas medio lleno: «mucho sentimiento, mucho», y él respondió: «no sé cantar de otra manera que desde mi corazón»).

Oigan: qué nivel el de Paco León Gallardo (Puerto de Santa María, Cádiz, 1991), el perfecto subalterno llenando los huecos sin afán de protagonismo aunque su arte variopinto calara en cualquier circunstancia. El resto de los cantes, todos buenos y ninguno con flaquezas, fueron por soleá con pinceladas teatrales de Ezequiel; alegrías de calesa lenta para dejarse ver; una trilla rural entonando con dulzura una letra de su padre incluida en disco ‘Quimeras del tiempo’ (20), nominado al Grammy Latino; el único número de baile, una guajira danzada con gracia por una Dayana Febres que debería templar más el acelerado movimiento de las manos y el abanico (la iluminación hizo que su figura se agigantara en sombras sobre las paredes laterales; «esas sombras parecen de Coppola en ‘Cotton Club’», comparó Óscar Cine); unos fandangos; las bulerías de cierre («mira qué flamenco es que duerme con su guitarra en vez de con su mujer», le cantó a León, y luego ironizó el muy corpulento: «me gustan las gorditas, en invierno dan calor y en verano dan sombrita»); más el fin de fiesta a modo de bis con coplillas a veces picantes.

La mejor ocasión que hemos catado a Ezequiel, y al acabar lo comentaron varios aficionados. Y qué grande Paco León también.