Demuestra que Sánchez tendrá que aprobar la amnistía y un referéndum de autodeterminación para ser presidente del Gobierno.
El candidato del PP a la presidencia del Gobierno, Alberto Núñez Feijóo, ha salido reforzado de un debate de investidura que, desde el principio, estaba condenada al fracaso. Así se ha confirmado en la primera votación de este miércoles, a la espera de una última oportunidad el viernes, para la que tampoco hay esperanzas de éxito.
Tras una masiva manifestación en Madrid, el pasado fin de semana, Feijóo ha tomado tierra en el Congreso de los Diputados, donde ha demostrado sus virtudes como orador, junto con la seriedad de sus ideas. Frente a la crispación que agita al PSOE sanchista, entregado al discurso podemita y bildutarra de la polarización, Feijóo ha expuesto su estilo sereno y calmado, en ocasiones irónico, siempre contundente.
Pretendió ningunearle Pedro Sánchez, el gran ausente del debate, que se guareció en su escaño de las andanadas del candidato popular, que le reprochó sus pactos y contradicciones. “Puigdemont nos ofreció lo mismo”, declaró, “pero yo no estoy dispuesto a pagar el precio”.
El precio quedó claro a lo largo del debate, como confirmaron las formaciones secesionistas. La clave de la investidura está en lo que Sánchez sí está dispuesto a conceder y Feijóo, no: la amnistía a los cabecillas del golpe de Estado del 1 de octubre y un referéndum de autodeterminación en Cataluña.
Salió, en lugar de Pedro Sánchez, uno de los diputados más belicosos del Congreso, que ni siquiera es el portavoz del grupo socialista. Óscar Puente salió al atril para intentar descolocar a Feijóo, antes que para rebatirle.
Lo cual no detuvo al gallego: “Usted me pidió seis debates electorales y ahora no es capaz de hacer el segundo”. “No vengo a participar en el club de la comedia”, ahondaba el candidato del PP, “sin los diputados de ERC no es nadie. Comprendo que no venga aquí porque no tiene cuajo a presentarle a España su proyecto político”
«Cuando Sánchez no ha podido comparecer ante el Congreso este martes será porque no puede contestar sobre lo que va a hacer con la amnistía. Dicho de otra forma, por eso ha venido y no se ha atrevido a hablar», remató Feijóo.
El candidato popular también interpeló a los partidos que hubieran podido hacerlo presidente, especialmente al PNV. Se presentó, ante ellos, como “un presidente de fiar”.
“A Cataluña y el País Vasco les vendría bien un presidente del Gobierno que no vaya a engañar a sus ciudadanos”, reiteraba Feijóo, aunque sin éxito para convencerlos. “¿Les han votado a ustedes para que se aplique la política de Podemos?”, haciendo así alusión a sus posiciones de centro derecha.
También la hegemonía de Bildu con respecto al PNV, con las elecciones en el País Vasco en ciernes, suponía un nuevo acicate para apretar las tuercas a los nacionalistas vascos moderados. Les ha aconsejado “tener cuidado” con los herederos políticos de ETA, que ya les ha adelantado en el Congreso de los Diputados y ha mostrado las numerosas contradicciones en las que incurren al confluir con una formación cuyas ideas económicas y sociales son frontalmente incompatibles con el “Dios y leyes viejas”, el lema sobre el que se fundó el PNV.
El portavoz peneuvista, Aitor Esteban, justificaba su rechazo al candidato Alberto Núñez Feijóo al considerar que Vox “está en la ecuación, es la ballena en la piscina” que hace imposible el pacto. Para contar con los cinco diputados del PNV “hay que restar 33 votos”, ha dicho, en referencia a los del partido de Santiago Abascal.
Sobre cordones sanitarios contra Vox, a pesar de que el partido de Abascal ha dado los votos a Feijóo sin imponer condición alguna, Feijóo aseguraba que «Bildu es el único partido de España al que habría que hacer un cordón sanitario».
Consciente de su situación, Feijóo ha tratado, en fin, de hacer que su derrota en la investidura fuera una victoria moral que le sirva, a falta de la votación del viernes, para los dos escenarios que se abren: o bien como líder de la oposición de un Gobierno Frankenstein ampliado de Sánchez, o bien como el principal candidato constitucionalista de cara a una repetición electoral.