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¿Hay alguna salida del infierno socialista para Hispanoamérica? – La Gaceta de la Iberosfera

Hace poco más de un año, el 14 de noviembre de 2020, escribía por primera vez para La Gaceta de la Iberosfera. Lo hacía titulando con una pregunta: ¿Hay lugar para la derecha en Sudamérica? El panorama en 2020 no pintaba bien para el ejercicio de la libertad en la región, había un penetrante hedor a impunidad y autoritarismo en toda la atmósfera y el retroceso de los valores republicanos era importante. El socialismo hinchaba el pecho viendo como los gobiernos se enrolaban en una carrera para ver cuál ponía la medida más liberticida e inconstitucional con la excusa del virus coronado. Lo que debía haber sido un contrapeso, la opción política de “centroderecha” estaba en una situación de complacencia, inseguridad, ineficacia o regresión. El balance del 2021 no es mucho mejor (es más bien peor) pero tal vez podamos sacar algunas enseñanzas.  

Una ojeadita a Mordor: en cortísimo lapso, personajes a la vez siniestros e incompetentes han triunfado a través de mecanismos democráticos. Seres inefables como Castillo, López Obrador o Boric se hicieron con las presidencias de países importantes en términos económicos o geopolíticos. Entretanto las aberrantes violaciones a los derechos humanos de las dictaduras cubana, nicaragüense o venezolana no hicieron mella en la estabilidad de sus gobiernos, que en estos años se han fortalecido. Bolivia y Argentina siguen barranca abajo en todos los índices posibles, pero eso tampoco desestabilizó a sus gobiernos. Ni siquiera los traspiés electorales han asestado un golpe certero. Honduras se abrazó aún más fuerte al chavismo, así como Panamá y Costa Rica coquetean peligrosamente con la dictadura China. El panorama electoral en Colombia y Brasil pinta gris oscuro y es muy posible que en 2022 sean finalmente alcanzados por los tentáculos del castrochavismo. 

La izquierda sabe dónde duele, dónde hay encogimiento y bochorno y lo usa impúdicamente sin que le roce las contradicciones

La zona quedó infectada con una pócima que contiene a los remanentes de la guerrilla setentista entrenada en Cuba, más el narcosocialismo que hizo metástasis en todo el continente, más la Neonobleza fundante del Foro de San Pablo enriquecida gracias a la obra pública, más el indigenismo ludista, más el lobby pobrista del Vaticano peronista. Un auténtico aquelarre que daría envidia a Sauron. La pregunta a esta altura es: ¿Hay alguna salida del infierno socialista para Hispanoamérica? Mucho depende de entender el juego de la izquierda y de animarse a jugarlo.

En “Los crímenes de la calle Morgue” (1841) Edgar Allan Poe describe el método deductivo de su famoso Auguste Dupin, tal vez el más oscuro y vibrante de los detectives del género, predecesor subrepticio de Sherlock Holmes y de todos los demás. Dupin descifra los misterios gracias a su perspicacia, capacidad de observación y su gusto por los acertijos y otros saberes exóticos. Pero lo más interesante de la apuesta deductiva de Poe es la distinción que hace entre el juego de damas y el de ajedrez. Según el genial escritor en las damas lo esencial es el análisis, mientras que en el ajedrez lo es el cálculo. Así, el ajedrez vendría a ser una frivolidad que premia la atención, en tanto que las damas exigen algo más:

Calcular, sin embargo, no es en sí mismo analizar. Un jugador de ajedrez, por ejemplo, efectúa lo primero sin esforzarse en lo segundo. (…) el máximo grado de la reflexión se ve puesto a prueba por el modesto juego de damas en forma más intensa y beneficiosa que por toda la estudiada frivolidad del ajedrez. En este último, donde las piezas tienen movimientos diferentes y singulares, con varios y variables valores, lo que sólo resulta complejo es equivocadamente confundido (error nada insólito) con lo profundo. En las damas, por el contrario, donde hay un solo movimiento y las variaciones son mínimas, las probabilidades de inadvertencia disminuyen, lo cual deja un tanto de lado a la atención, y las ventajas obtenidas por cada uno de los adversarios provienen de una perspicacia superior«.

La izquierda descolla en el manejo de dineros públicos para hacerse con los favores de medios de comunicación y de artistas: prebendas, subsidios, aportes

Para Poe la superioridad de un jugador consiste en penetrar en el espíritu de su oponente, identificarse con él y en la capacidad para triunfar en todas aquellas jugadas donde “la mente se enfrenta con la mente”. La eficacia del jugador “incluye la aprehensión de todas las posibilidades mediante las cuales se puede obtener ventaja (…) todo ello proporciona a su percepción, aparentemente intuitiva, indicaciones sobre la realidad del juego” 

Volviendo al balance del año 2021 y a los resonantes éxitos de la izquierda, resulta evidente que ha sido más astuta, audaz y analítica. La izquierda en Hispanoamérica (y posiblemente en el mundo) ha estado jugando un juego en varias dimensiones, con reglas “fluidas” y en distintos tableros a la vez. Se trata de un juego que no tiene final. Como decíamos hace más de un año: “la izquierda no sabe perder, no se agacha, sólo toma impulso”. La izquierda no acepta un NO por respuesta ni se preocupa por ser un honorable rival. La izquierda opera en varias líneas, sin organicidad y sin vergüenza, un juego molecular con muchos tableros convergentes. La izquierda se come al caníbal sin remordimientos y además le pone papitas.

En el tablero formal, el más simplón, el de calcular jugadas y atenerse a las reglas, la izquierda hispanoamericana jugó a la democracia y se presentó a elecciones. Allí usó los valores liberales y republicanos para atacar a sus contrincantes. Es decir: puso a su favor una ética en la que no cree para exponer cualquier declaración, cualquier hecho del pasado, cualquier elemento que ofendiera una escala de valores que desprecia pero que sabe manipular perfectamente. Son auténticos campeones de la doble vara y del revisionismo histórico. Son nigromantes de fantasmas de cinco siglos pero que saben dejar bien enterrados a sus propios monstruos recientes. Saben dónde duele, dónde hay encogimiento y bochorno y lo usan impúdicamente sin que les rocen las contradicciones. Manejan a la perfección el tablero ajedrecístico.

El activismo tiene detonantes aleatorios que, sin embargo, se concentran en aquellos lugares en donde los gobiernos no son de izquierda

Luego existe otro tablero importante, el de una institucionalidad paralela que conducen con maestría. La izquierda es sagaz para infiltrar a la justicia y la administración pública, también descolla en el manejo de dineros públicos para hacerse de los favores de medios de comunicación y de artistas: prebendas, subsidios, aportes. Aunque no esté en el poder la izquierda teje una red de favores y acuerdos que siguen funcionando. Además sostiene el favor de mafias sindicales y de grupos económicos protegidos que saben que son los gobiernos antiliberales los que los benefician. Esté o no en el poder, la irregularidad y la trampa hecha desde el Estado tiene a la izquierda como titiritero. Este tablero es un limbo entre lo legal y lo ilegal, pero es el que le asegura el manejo de la calle. 

El otro tablero que la izquierda rige con holgura es la de la violencia urbana y rural relacionada con reclamos antisistema y por fuera de la legalidad. Claro ejemplo de la coordinación de estas jugadas en varios tableros a la vez, se puede ver en los estallidos chileno o colombiano. Pero también en los saqueos argentinos, o en el arco de manifestaciones estudiantiles, ecologistas, feministas o indigenistas que sugestivamente se concatenan en los distintos países. El activismo tiene detonantes aleatorios que, sin embargo, se concentran en aquellos lugares en donde los gobiernos no son de izquierda. La virulencia de las acciones de esta parte del juego se viene incrementando en la región en paralelo con la inacción de las fuerzas de seguridad y de la justicia. 

Como se puede ver, la interseccionalidad de los tableros del juego de la izquierda es muy compleja e intrincada. Nadie desconoce la relación directa entre la izquierda política/institucional y el terrorismo, la corrupción, el activismo urbano y la violencia integrista separatista, o sea, es imposible ser inocente en lo que se refiere a la relación entre los tableros. Es manifiesto que son los representantes del plano político del juego los que abogan por la impunidad de los perpetradores del terror en el plano violento del mismo. Son los terroristas asesinos del pasado los homenajeados y reivindicados hoy. Son los delincuentes separatistas e integristas los defendidos por las ONG y funcionarios de la izquierda. Los presos, los ocupas, los barrabravas o los narcos tienen a sus defensores más explícitos en los candidatos de izquierda. Luego están los tableros internacionales que se plasman en foros, think tanks o “consultoras” que sirven para intercambiar fondos y soportes, así como cuadros técnicos o académicos. También está la cooperación que consiste en lavar en un tablero lo robado en el otro. Nada de todo esto es un conocimiento oculto.

No hay manera de ganar la partida a la izquierda si no se entiende su jugada porque siempre creemos que no va a pasar lo que finalmente pasa

También comentábamos en “La revolución molecular: respirar es conspirar” la inmensa capacidad de la izquierda de detectar y canalizar microconflictos, resistencias y tensiones que le son instrumentales. Así puede utilizar pulsiones y sentimientos adaptativamente según la necesidad coyuntural. Pueden ser sumisos o rebeldes con la misma medida de gobierno según sus intereses. Pueden hacer estallar la calle por un caso policial si les conviene o enterrar mil casos similares si les son adversos. Una inmediatez acomodaticia que requiere audacia y una piel muy curtida. Diagnosticar el humor social, plebiscitar la ira, echar nafta al fuego si conviene, distraer en caso contrario. A la vez una gran capacidad de moldear las viejas agendas para que cuadren en las nuevas. El anticapitalismo ha trocado de ser un reclamo de clases a ser un reclamo ecologista o sanitarista, por ejemplo. El tablero del marketing también lo conocen a la perfección.

Jugando este juego, en apenas dos años la ¿invertebrada? izquierda chilena generó un estallido terrorista descomunal que fue seguido de repercusiones clonadas a lo largo del país, protagonizadas por algún sucedáneo del ideario progresista: entonces el sur se tiñó de indigenismo separatista, las diversas capas de movimientos LGTBI generaron sus propios eventos así como el feminismo y los movimientos estudiantiles. A la quema de decenas de estaciones de subte siguieron los incendios en iglesias, comercios y bosques. Incluso se llegó a “festejar” el aniversario del estallido con más eventos del estilo. Con estas acciones forzaron, en el tablero formal, un plebiscito constitucional y están pariendo una nueva Carta Magna que, de movida, incluye privilegios identitarios y prejuicios raciales e ideológicos. 

La constituyente chilena es una concatenación de ridiculeces y protagonistas estrafalarios, pero la cosa es que ese circo de freaks está tallando los destinos de lo que fue el país más estable y próspero de la región. En paralelo tuvieron lugar unas elecciones presidenciales que llevaron al ejecutivo a un protagonista de los estallidos, un comunista sin estudios ni destreza conocida, reivindicador del terrorismo y del integrismo. La maniobra de la izquierda consistió en dos años de terror, muerte y fuego en un tablero; justificación y narrativa en el otro y elecciones formales y democráticas en otro. Una jugada maestra que consiguió uno a uno sus objetivos, mientras que el resto del arco político pensaba que “no iba a pasar”. Quedémonos con esta idea en el tintero.

Cuando Dupin logra desentrañar el misterio y triunfa donde los otros fracasaron se mofa de su contrincante diciendo:

—Deje que se desahogue; eso aliviará su conciencia. Me doy por satisfecho con haberlo derrotado en su propio terreno. De todos modos, el hecho de que haya fracasado en la solución del misterio no es ninguna razón para asombrarse; en verdad, nuestro amigo el Prefecto es demasiado astuto para ser profundo. No hay fibra en su ciencia: mucha cabeza y nada de cuerpo, como las imágenes de la diosa Laverna, o, a lo sumo, mucha cabeza y lomos, como un bacalao. Pero después de todo es un buen hombre. Lo estimo especialmente por cierta forma maestra de gazmoñería, a la cual debe su reputación. Me refiero a la manera que tiene de nier ce qui est, et d’ expliquer ce qui n’est pas (negar lo que es y explicar lo que no es)”

La izquierda no está jugando el mismo juego que el resto de las fuerzas políticas de la región y puede saltar de tablero en tablero: cuando pierde en uno triunfa en los otros. No hay manera de ganar la partida si no se entiende su jugada porque siempre creemos que no va a pasar lo que finalmente pasa. El diagnóstico está rematadamente mal y, definitivamente, estamos negando lo que es y tratando de justificar lo que no es. 

¿Hay alguna salida del infierno socialista para Hispanoamérica?, jugando así: NO.