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Honduras ante el abismo – La Gaceta de la Iberosfera

No hay paliativos para el fracaso que para el futuro de Honduras representa la más que posible victoria de la candidata izquierdista en las elecciones presidenciales celebradas ayer. Si se confirma el triunfo de Xiomara Castro, la mujer del bien depuesto expresidente liberal Mel Zelaya, los hondureños se asomarán al abismo preferido por el manual del Foro de Sao Paulo y el Grupo de Puebla: reforma constitucional asamblearia, exaltación del indigenismo hispanófobo, asalto al Poder Judicial, represión de los medios de comunicación, reinvención del pasado y negativa a sujetarse al control de las organizaciones supranacionales que, como la OEA, velan por el desarrollo democrático y la prosperidad de las naciones americanas.

Este es el abismo que una mayoría de hondureños, a la hora en la que escribimos esto, ha elegido. Es una mala elección, como lo demuestran los datos económicos y el panorama social de todas aquellas naciones en las que el socialcomunismo paulista ha llegado al poder por unos medios y que se mantiene en el poder por otros.

Pero si no hay que dejar de señalar la responsabilidad de los votantes, también debemos señalar la de los políticos y otras oligarquías que han consentido que una mayoría de hondureños prefiera el abismo paulista antes que la corrupción que esos líderes y esas oligarquías financieras no han sabido o no han querido frenar. Corrupción no sólo económica, sino sobre todo moral.

La derecha debe entender que gobernar no es desaprovechar las oportunidades de regeneración de la vida pública. Un gobierno eficaz sólo puede luchar contra la corrupción conciliando las legítimas expectativas de prosperidad de los gobernados con el combate desacomplejado contra el rastro de miseria y muerte que el socialismo ha dejado, y por desgracia sigue dejando, en la región americana.

En Honduras, como en tantas otras naciones hoy sometidas al castrochavismo, la derecha no ha hecho pedagogía de la responsabilidad de cada individuo —incluidos los políticos, por supuesto— para con la sociedad, de la cultura del esfuerzo, del respeto y la sujeción al imperio de la ley, de la necesidad ordenar una eficaz separación de poderes y tampoco de que la economía de mercado es el mejor y más eficiente mecanismo que ordena las cuentas de una nación y permite, a pesar de ciertas desviaciones que deben ser corregidas desde el Estado, la mejora en la vida de las personas normales.

Sin esa pedagogía, sin ese compromiso por la honradez frente a la corrupción, no es extraño que los líderes políticos que desde la derecha blanda no han ofrecido una resistencia activa a la estúpida supremacía moral e identitaria de la izquierda, sean sustituidos por gobiernos liberticidas como el que se avecina en Honduras. Gobiernos como el de Xiomara Castro (casualidad de apellido) que no tienen ninguna vocación de sana y democrática alternancia al igual que no la tuvo su marido. El que crea lo contrario es que está ciego. Y no hay peor ciego que el que no quiere ver.

Hoy mismo debe comenzar la reconquista de la libertad y de la prosperidad en Honduras. Será complicado, pero es inevitable e imprescindible.