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«Jamás he visto un pueblo tan cagado y tan cobarde como el nuestro. ¿Qué podéis esperar de un necrófilo, de un psicópata mentiroso y vengativo?» (Video)

La historia se repite. La izquierda prende fuego a España y la derecha cobarde asiste impertérrita a la devastación, sin atreverse a plantar cara a los pirómanos. Se ha llevado a la ruina a millones de españoles, se ha sembrado España de cadáveres, se está cediendo en todo ante los separatistas catalanes y los bilduetarras, se ha insultado a los líderes golpistas del ‘procés’, se detiene a los disidentes, se homenajea a los etarras con total impunidad… La derecha cobarde española, entre tanto, afila sus inofensivos colmillos en redes sociales. No da para más. Sánchez e Iglesias tienen que estar encantados de poder ejecutar su plan de demolición del estado sin resistencia alguna.

Si el Gobierno socialcomunista decidiera demoler la Cruz del Valle de los Caído, la más grande de la Cristiandad, estamos seguros que ningún católico movería un dedo. Y los obispos, los que menos. Por desgracia los católicos españoles hace tiempo que perdieron el coraje, el orgullo y la fe. La dignidad de los católicos, como en general de toda la derecha, ha sido sobrepasada por la ignominia.

La Iglesia, entre tanto, nos exhorta a poner la otra mejilla. Y lo hace en nombre de Aquel que echó del templo a los mercaderes que profanaban la casa del Padre. No estaría de más que los católicos nos preguntáramos si el declive que sufre nuestra fe no tendrá que ver con la pérdida de la auténtica moral guerrera, heroica, noble y fiel del cristianismo y no la de ahora que es débil, amanerada, hipócrita y cobarde, a imagen y semejanza del pueblo español.

La clave no está en seguir a los partidos de la derecha parlamentaria, traidores y cómplices del sistema, sino todo lo contrario, en volver a buscar otra vez las raíces de lo que nos hizo grandes. La democracia está asociada a los degenerados; y la élite lo sabe.

España se ha mantenido hasta hace pocos años como bastión solitario del Catolicismo en Europa, y ha caído en una situación alarmante. Es difícil que los fieles puedan sostenerse en la batalla cuando sus propios pastores arrojan dudas sobre la doctrina perenne de la Iglesia. Cuando durante tantos años, dentro de la propia Iglesia, se ha estado alimentando el relativismo ante el Mal y el rendicionismo frente a otras creencias, termina siendo lógico que los católicos españoles estén dispuestos a permitir que se destruya la Cruz del Valle por puro revanchismo.

Hay muchas maneras de destruir a esta nación. Una, cargada de odio, alimentada por los más bajos instintos, consiste en pisotearla, en depredarla, en dividirla, como se ha hecho durante años desde partidos e instituciones del Estado, ante la estupefacción y el silencio cobarde de muchos.

Pero también hay otra manera de destruir a una nación, con más cautela, con más precaución, que consiste en anestesiarla, volcando sobre el país toda la propaganda y todos los medios posibles para evitar que se conmueva, para convencerle de que no ha pasado nada en un Sistema que nació en 1978 con la intrépida convocatoria de la unidad, de la grandeza y de la libertad de España, pero que destruye su propia unidad, se empequeñece al amputarse sus miembros y se esclaviza al obedecer con la máxima docilidad ante el látigo de las fuerzas hostiles que se esconden bajo la máscara del Parlamento Europeo o del Fondo Monetario Internacional. De este modo, una nación que puso en el frontispicio de su fachada política: «Por el imperio hacia Dios», guardando así fidelidad al legado de los mejores hombres y mujeres de nuestra historia, desde los Reyes Católicos a los héroes del 2 de mayo, se entrega sin compensación a las organizaciones mundialistas y a los grupos de poder que las manejan, y se queda sin Dios, porque Dios desprecia a los tibios, a los pueblos sin coraje para defender sus derechos.

Para culminar el proceso de liquidación total de la patria es prioritario que no surjan voces ni organizaciones lo suficientemente fuertes y organizadas para evitar el derrumbe programado. No fue por tanto casualidad la salida al mercado de una nueva marca política cuyos inductores y promotores estaban hasta hace poco en la órbita del PP. Que la oposición calculada y medida al Sistema permanezca dentro del Sistema ha sido la última gran jugada de unos dirigentes del Estado con más cartas falsas bajo la manga que las que pudo nunca imaginarse en una partida de póker entre trileros del Viejo Oeste.

La izquierda ya ha comenzado su tarea destructora sin que nadie le haga frente. Casado y Abascal simulan la defensa de un cambio para que todo siga igual. Nada cambiará en España mientras la izquierda tenga el control de las escuelas, las universidades, las televisiones, las editoriales, la propaganda del cine, la moral oficial…

Nada cambiará en España mientras tengamos una derecha aturdida y acomplejada que no se atreve a defender la obra de Franco por temor a la apisonadora  mediática de la izquierda. Mientras la izquierda reivindica a sus criminales, la derecha se avergüenza de defender a sus héroes. Que no te engañen más. Esto ya está perdido y mantener esta farsa solo conviene a los que dentro de la derecha política se están poniendo las botas. Quieren tu voto para seguir engañándote.

La derecha española no ha podido caer tan bajo. Soporta sin rechistar el dominio de miserables y la pauperización de los españoles, tolera el chantaje de los catalanes y permite la destrucción de sus símbolos y el acoso a los que no pensamos como ellos. A la derecha española ya solo le quedan agallas para lamentarse en redes sociales y firmar al pie de inocuos manifiestos. ¿Qué le ha pasado a la derecha española para ser tan cobarde? ¿Por qué sigue apoyando a dirigentes mediocres y sin dignidad? ¿Se puede ser más cobarde que un español de derecha del año 2020? Imposible.

Les ofrecemos el testimonio de una lectora de AD: