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Kast ha logrado repeler el relato insurreccional en Chile

El pasado domingo 21 de noviembre se realizaron las elecciones generales en Chile y con ellas el relato insurreccional, también llamado octubrista, se desmorona. Pues, las izquierdas se habían instalado como triunfalistas tras la anomia del 18-O, el plebiscito de entrada (que aprobó la redacción de una nueva Constitución), y las megaelecciones de mayo (cuando los constituyentes fueron electos). No obstante, en los últimos comicios se presentó como favorito el republicano José Antonio Kast pasando al balotaje del 19 de diciembre junto al ultraizquierdista, Gabriel Boric. Es así como el péndulo poco a poco retorna al sentido común.

En las últimas elecciones los chilenos votaron por diputados, senadores, consejeros regionales y la primera vuelta de presidente, logrando las derechas favorables resultados. A pesar de que los distintos sondeos de opinión sostenían que José Antonio Kast (Republicanos) y Gabriel Boric (Convergencia Social) pasarían al balotaje de diciembre, no se esperaba que Kast lo hiciera en primera mayoría y con el 27,9% de las preferencias, mientras que Boric logró 25,8% de los votos.

Igualmente, la sorpresa, aun cuando algunas encuestas lo anunciaban, la dio quien obtuvo la tercera posición presidencial. Pues Franco Parisi (Partido de la Gente) hizo una campaña completamente online y fuera del país a propósito de sus polémicas, logrando un 12,81% de los votos. Así, superó al candidato independiente oficialista, Sebastián Sichel (12,77%); a la candidata de la -cada vez menos- centroizquierda, la democratacristiana Yasna Provoste (11,62%); al izquierdista Marco Enríquez-Ominami (7,61%); y al comunista Eduardo Artés (1,4%).

Desde luego para numerosas voces es una situación de asombro que José Antonio Kast haya logrado pasar al balotaje con la primera mayoría, ya que el proceso político que se instaló en Chile desde el 18-O auguraba -para estas- otros escenarios. Tras los tiempos octubristas, la configuración de las fuerzas políticas en las megaleecciones de mayo (en especial en la Convención Constitucional), y una (inicial) gran adhesión al proceso constituyente, se esperaba por algunos sectores que la primera mayoría la obtuviese Boric.

Después de los resultados de las elecciones parlamentarias y presidenciales del domingo pasado, se puede desprender un cansancio ciudadano a la incertidumbre y la violencia de estos lineamientos radicales, que han buscado “refundar” el país y socavar nuestra institucionalidad.

Por un lado, las izquierdas que representa Gabriel Boric han relativizado la violencia al pedir un indulto a los supuestos “presos políticos de la revuelta” y a los insurrectos de La Araucanía por el “conflicto mapuche”. Además, él mismo se ha relacionado con la violencia política: recordada es la visita al terrorista Ricardo Palma Salamanca (quien asesinó al senador Jaime Guzmán en 1991 y fue condenado por este crimen a dos cadenas perpetuas, pero se escapó de la cárcel de Alta Seguridad en 1996 y hoy está “asilado políticamente” en Francia); cuando recibió alegremente una polera con la cara de Guzmán baleada y ensangrentada; se pronunció a favor de otro terrorista, Mauricio Hernández Norambuena (también involucrado en el asesinato del senador); y, además, los constantes llamados a la desobediencia civil en medio de la revuelta del 18-O.  

Por otro, y a pesar de promover el discurso contra la violencia de “género”, se le ha conocido una denuncia de su época universitaria por parte de una compañera de universidad por acoso, y en esta misma época, cuando era presidente de la Fech (Federación de estudiantes de la Universidad de Chile), se vio involucrado en un caso de maltrato animal.

Así también, Gabriel Boric y el equipo que lo rodea en su actual candidatura presidencial, han instalado una profunda incertidumbre en el país. No solo por la falta de rigurosidad ante conocimientos económicos y técnicos, sino que por los mismos dichos de sus cercanos. Por ejemplo, el secretario general de Revolución Democrática (partido que integra la coalición del candidato Boric), Sebastián Depolo, señaló en una entrevista al diario El Mercurio que “Vamos a meterle inestabilidad al país porque vamos hacer transformaciones importantes”.

Pero las constantes polémicas del candidato ultraizquierdista y de su equipo no son el único motivo por el que José Antonio Kast logró la primera preferencia a nivel nacional. Ya que ante el discurso refundacional, deconstruccionista e insurreccional que han instalado las extremas izquierdas chilenas, Kast ha logrado retornar el péndulo hacia el sentido común, hacia el orden, la seguridad, la paz, la libertad y el progreso. Siempre respetando la dignidad de la persona humana. Estos discursos no solo comulgan con las bases de las derechas, pues también el ciudadano común, que no tiene un domicilio político, logra sentirse identificado con estos ejes.

Es evidente que tras dos años de revuelta -a nivel de movimientos sociales e instituciones- los chilenos se han visto cansados de una anomia interminable. La violencia insurreccional, el aumento de delincuencia, cómo la economía nacional se ha visto impactada, afectan directamente a los chilenos. Quienes, además, no tienen mayor interés en la deconstrucción de la persona como de los símbolos patrios, ni tampoco apuntan a refundar un nuevo país.

Por lo anterior no debe sorprender que Kast haya logrado ganar en 44 de las 50 comunas más pobres de Chile. Igualmente, se impuso como la primera votación en diez de las dieciséis regiones del país. Destacan entre ellas Ñuble y La Araucanía, en las que triunfó con un 36% y 42% de los votos respectivamente. Además, el republicano fue la primera mayoría en 244 de las 346 comunas de todo el país.

Igualmente, el pacto que representa Kast (Frente Social Cristiano, que conglomera al partido Republicano y el Conservador Cristiano) logró instalarse como una fuerza política en el Congreso fortaleciendo, así, a las derechas chilenas.

En consecuencia, el Frente Social Cristiano junto a la coalición de centroderecha (Chile Podemos Más), las derechas tienen la mitad de los senadores (25). En la Cámara Baja, el Frente Social Cristiano logró 15 diputados y Chile Podemos Más 53 miembros, dando un total de 68 diputados, quienes probablemente puedan generar una alianza con los 6 candidatos del Partido de la Gente, obteniendo 74 de los 155 miembros.

En definitiva, y a pesar de que las izquierdas chilenas se imponían como triunfadoras, en las elecciones del domingo el mensaje de la ciudadanía fue claro: no más insurrección, no más polarización, no más incertidumbre. La revuelta que devino en revolución comienza a evaporarse.