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Primero se creó la vacuna y luego la pandemia, no al revés

Magdalena del Amo.- Los periodistas duermen, de manera natural o anestesiados con somníferos, quizá para amainar el remordimiento por no cumplir con la consigna básica de su código deontológico de contar la verdad a los ciudadanos y no venderse jamás, ni traicionar a la verdad, aun cuando fuera por un trono. Gracias a ellos, los políticos más corruptos de la historia conocida campan a sus anchas, mintiendo, desgobernando, demoliendo la nación hasta sus cimientos, hundiendo a sus habitantes en un pozo sin fin.

Así, mientras los sátrapas de turno, instalados en su falsa realidad, luchan por sus poltronas y maquinan cómo diseñar el poder judicial para evitar inhabilitaciones y cárcel, al tiempo que destruyen vidas y haciendas con la falsa propaganda del universo covidiano, el mundo real hace aguas por todas partes. Desde lo económico a lo moral, no queda resquicio sin contaminar por esta lluvia ácida diseñada para rociar a una humanidad que ha perdido la capacidad de discernir y de pensar por sí misma. Estamos recolectando los frutos de años de manipulación sistemática, de eufemismos y de ingeniería verbal/social/emocional, dirigida a este fin concreto, con la ayuda de lo más granado de la psicología, la sociología, la neurología y demás expertos en técnicas de control de masas. Creo que nuestros antepasados, más humildes y sufrientes, con menos tecnología y menos títulos universitarios, tenían más sentido común, eran más difíciles de embaucar y conservaban su bonhomía, a la vez que un espíritu crítico heredado por generaciones. Ahora, nos creemos el súmmum porque con un simple clic accedemos a lo imposible e inimaginable. Nos hemos dejado seducir por la dinámica de la inmediatez y la prisa.

He aquí la gran trampa mortal, el anzuelo que nos aprisiona, primero nuestras mentes y emociones y, por añadidura, nuestros cuerpos que el sistema pretende manipular a su antojo, controlando nuestro espacio físico, confinándonos, separándonos del vecino y de los seres queridos, robándonos la identidad obligándonos a taparnos la cara con mascarillas, convirtiéndonos en zombis, víctimas de la androfobia, inoculándonos esa mal llamada vacuna de ARNm, que deberíamos acuñar como “peligroso medicamento transgénico de destrucción masiva”, con graves efectos secundarios, incluida la muerte, y cuya dispensación mundial fue organizada en las cloacas de los “amos del mundo”. Me refiero, claro está, a los grandes magnates cacareados por la prensa corrupta laicista como indispensables filántropos para el bien de la humanidad, así como a todas esas empresas, instituciones y organizaciones escritas con letras mayúsculas y nombres subyugantes que obvio pronunciar por no repetirme, y que tienen a su servicio a dóciles y malvadas marionetas.

Un poco antes de Navidad, publicamos La trampa de los allegados, y anunciábamos que la mafia gobernante necesitaba “material”, es decir, contagiados, enfermos graves y muertos, para justificar la tercera ola en enero y los meses siguientes, consecuencia de la vacunación masiva contra la gripe, opcional en teoría, pero obligatoria de facto, según información de familiares de ancianos y algunos sanitarios. Los muertos y contagiados son, a su vez, la excusa para “castigarnos” por haber sido malos y habernos besado y abrazado a discreción. ¡Como Dios manda! Ahora ya tenemos el atrezo completo, protagonistas y extras en un escenario en tiempo real para el show de sesión continua. Sigue la siembra a voleo, de amenazas y miedo, que se sustancian en una nosofobia psicótica y contagiosa.

No es mi intención repetir datos y argumentos de mis publicaciones desde febrero de 2020, porque ya he dado demasiada matraca, pero sí debo incidir en algunos puntos clave, como la falsedad de la pandemia y el gran atraco que está sufriendo la humanidad durmiente, atraco programado desde los think tanks de las élites globalistas. Debo recordar la falta de rigor científico de las medidas sanitarias, duramente criticadas por científicos nacionales e internacionales de diferentes disciplinas, como John Ioannidis, Klaus Püschel, Joel Kettner, Knut Wittkowsky, Michael Osterholm, Pietro Vernazza, John Oxford, Michael Levitt, Pablo Goldschmidt, David I. Katz, Hendrik Streeck, Scott Atlas, Sucharit Bhakdi, Sunetra Gupta, Karol Sikora, Johan Giesecke, Klaus Kohnlein, Chinda Brandolino, Bartomeu Payeras, José Luis Sevillano, María José Martínez Albarracín, Luis de Benito Ortega, y otros. Hay que insistir también en el error de Neil Ferguson, del Imperial College, sobre sus estimaciones de mortalidad, lo que condujo a un atroz confinamiento sin sentido que solo sirvió para hundir la economía, desestabilizar a la sociedad y deprimir el sistema inmunitario de las personas. No está de más recordar la gran estafa del Sars-cov-2, un virus quimera –de laboratorio— que ni mucho menos es responsable de la COVID-19; que esta no es una enfermedad respiratoria, sino sistémica, con la cual están relacionadas las vacunas de la gripe y los campos electromagnéticos, además de algún producto químico de la agricultura intensiva que nos cuelan los órganos de control de la industria agroquímica. Pero de esto está prohibido hablar. Hay que recordar asimismo la estafa de los asintomáticos, dado que estos son personas sanas. Reiterar también la inutilidad de las pruebas PCR para detectar virus, y decir que dar positivo no es sinónimo de estar infectado.

Podríamos continuar con las incongruencias, pero solo vamos a dar una pincelada sobre la vacuna, ya que aquí radica el quid de todo el montaje escénico global, es decir, de toda la plandemia para justificar un plan de exterminio, y esclavización de los supervivientes, vendido como panacea. Incluso para los que no tienen demasiados datos de lo que se cuece tras bambalinas, es fácil verlo. Que los gobiernos aprueben planes de eutanasia para eliminar a viejos e imperfectos al más puro estilo nazi, que existan leyes de eugenesia y aborto al por mayor y que se fomente la homosexualidad y el poliamor para controlar la población, no cuadra con presentar una vacuna para librarnos de la muerte. Que se esté vacunando en las residencias y centros de día a los supervivientes de las sedaciones masivas del mes de marzo es también incomprensible. Es decir, sedaron a tu abuela con morfina y ahora quieren salvar a tu abuelo con una vacuna de muy dudosos componentes. ¡A otro lado con ese cuento! De nuestros gobernantes y de sus “amos” no podemos fiarnos. Hoy menos que nunca.

La vacuna está causando muertes, mielitis transversa, esclerosis múltiple, infartos cerebrales y un sinfín de efectos graves. Desde la oficialidad esto no existe, pero si se descubre ya tienen preparada la explicación. Coincidencia. Ahora, los efectos secundarios se llaman coincidencias. Si alguien fallece después de la vacuna, no es por el fármaco, es coincidencia. Algunos expertos se han atrevido a hablar y han aparecido misteriosamente muertos en sus camas. Coincidencia también.

Una vez experimentada la vacuna con los viejos, sin que hayan caído todos redondos, como ha insinuado el señor Fernández Vara, Pfizer suspende el suministro de dosis para organizar su fabricación masiva e incrementar el reparto en febrero y marzo. Jugada perfecta para crear expectación y hacerla desear, como cuando el Gobierno secuestró la de la gripe en Madrid. Y, además, puede continuar un tiempo más el show de los confinamientos y las perimetraciones. Los satrapillas de las comunidades autónomas están encantados jugando a señores feudales ejerciendo la autoridad sobre sus lacayos. Están pidiendo restricciones e incluso la potestad de elaborar sus propias leyes. A este paso, resucitan las picotas medievales para colocar a los disidentes.

Un último apunte sobre el medicamento llamado vacuna, que no es tal. No es exacto que se haya elaborado en un tiempo récord, dado que primero se diseñó la vacuna, sobre la que llevan al menos una década trabajando, y luego se programó la pandemia. Sus componentes principales de transgénesis y partículas cuánticas llevan tiempo ensayándose con humanos en los llamados “laboratorios del terror”.

Bill Gates lo dijo claramente un poco antes de que la OMS declarase la pandemia. En el mes de marzo, cuando aún no se hablaba de esto, bajo el título Identificación digital ID-2020, el terrorífico plan del diabólico Bill Gates publiqué lo siguiente: “El magnate anunció que piensa poner a disposición de los gobiernos del mundo “cápsulas implantables, también llamadas microchips, para humanos, con certificados digitales”, con el fin de identificar a los afectados por la COVID-19. Estos microchips mostrarían –en este caso particular— quién se ha sometido al test del coronavirus y quién se ha vacunado contra él. Los certificados digitales de Gates no se refieren a nada de lo que conocemos, sino a una especie de “tatuajes de puntos cuánticos” que detectarán a los no vacunados. Hace tiempo que investigadores del MIT y de la Universidad Rice trabajan en ello, como un sistema óptimo de control. “El cuántica tatuajes DOT implica la aplicación de azúcar soluble basado en microaguja que contiene una vacuna y puntos cuánticos al cobre fluorescente incorporado en cápsulas biocompatibles en la escala de micras”. Esto será implementado a través de la compañía ID2020 cuyo propietario es, ¡bingo!, Bill Gates. Según el falso filántropo, tan acostumbrado a vender sus patrañas, “esto resolvería el problema de más de mil millones de personas que viven sin una identidad oficialmente reconocida”. ¡La misma explicación que da a la implantación de los transgénicos! ¡Siempre haciendo el bien! Hay que tener caradura y hay que estar muy convencido de que habla para el pobre rebaño humano.

”Para el proyecto de identificación digital, la ID 2020 está unida a las empresas IDEO, Accenture, Gavi y la Fundación Rockefeller. Las hermanitas de la caridad no andan por aquí, precisamente. En cambio, ¡¡¡cómo no!!! sí está la ONU, que ha arropado el proyecto bajo el “cabetodo” denominado “Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas”.

No es difícil concluir que estamos en las peores manos, viviendo además etapas tormentosas, y hay que prepararse para ello. La gente buena es la esperanza. Tengo siempre presentes las palabras de Edmund Burke, “para que el mal prolifere, basta con que los buenos no hagan nada”. Hay que ser buenos y hay que hacer cosas. Es necesario fomentar la bondad per se. La información de calidad es de suma importancia en estos tiempos en los que no podemos fiarnos de nadie. Es hora de estar alerta, de colaborar, cada uno en su medida y en lo que pueda para crear una realidad distinta. No podemos caer en el desánimo de los cobardes. Somos la esperanza y somos muchos. Recordando la bellísima parábola del grano de mostaza, yo creo que podemos hacer de nosotros un gran árbol al que todos los pájaros acudan a anidar en sus ramas”.

Mis palabras de marzo las suscribo ahora al cien por cien, y mi esperanza y ganas de luchar son mayores que nunca.

NOTA:

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