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La Iglesia covidiana (Reflexiones desde la trinchera)

Mártin Sánchez.- La iglesia covidiana es un claro ejemplo de fe inquebrantable y dogmatismo ciego, capaz de adorar a un Dios, supuestamente pat0gen0, al que nadie ha visto, aislado ni secuenciado, cuya única prueba existencial, es una recreación informática, proyectada en televisión.

La iglesia C0ovidiana, en su bendita liturgia, plantea el sacrificio de los valores más esenciales del ser humano, en pos de una nueva forma de vida, más austera, más sumisa, y más indigna, la docilidad y la abnegación son valores indispensables para ingresar en esta santa orden.

Entre sus filas podemos encontrar a grandes figuras del mundo de la política, la cultura, el arte, la gastronomía, el periodismo, y por supuesto la ciencia…o mejor dicho el “cientifismo”.

Sus creyentes profesan una devoción y un fervor tan puros, que estarían dispuestos a inmolarse en pro de su doctrina, y a morir con el bozal puesto si fuese menester, inyectándose esa nueva vacuna experimental, ausente de garantías, cuya composición es una incógnita, y sobre la que nadie está dispuesto a asumir responsabilidades por posibles efectos adversos.

La iglesia covidiana, como toda secta que se precie, ya cuenta con un buen numero de mártires adscritos a la causa, empresarios en quiebra, familias arruinadas, trabajadores en paro, amistades destruidas, relaciones quebradas, vidas truncadas, todo en nombre de la santa pland€mia y de su Dios todopoderoso, el cor0nacuento.

Para la iglesia covidiana  todos aquellos que renegamos o dudamos de su credo somos pecadores, herejes y blasfemos, nos llaman negacionistas porque cuestionamos a su dios, y nos negamos a cumplir sus rituales de sometimiento y su doctrina castrante.

Desde aquí invito a todos los fieles de la iglesia cividiana a apostatar, y liberarse de sus ataduras, a renunciar a sus dogmas, a romper las cadenas psicológicas que les atan, a quitarse el bozal y respirar libremente, a tocar, besar y abrazar a sus semejantes, y sobre todo, a dejar de someterse a la voluntad de los necios, y a la manipulación criminal de los artífices de esa locura, aunque cada uno es libre de elegir, y si desean seguir siendo esclavos de su fe, lo respetaré… eso sí… déjennos en paz de una puta vez, a los que no creemos en su puñetero dios.

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