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La mirada de la Dama: ¿Dónde están nuestros héroes?

Pascual Uceda Piqueras (Especial para AD).-  Fue hace poco más de un mes que la vi. Estaba en su urna de cristal del Museo Arqueológico de Madrid. Transparente e impenetrable. Hierática. Solemne. Mayestática. Nunca completamente ausente. Siempre a punto de romper el silencio con una palabra salida de sus labios de piedra, aunque no a cualquier precio. Salta a la vista que no estamos ante una pieza más de las que se exhiben en el museo. Esto va más allá de una simple cuestión de estética. Trasciende lo material y conecta con lo divino. Celosa de su secreto, la Dama de piedra transmite con su presencia lo que nunca podría expresarse de otro modo. El observador no puede por más que sobrecogerse al tratar de mantener su mirada, cuya profundidad afronta con el vértigo de quien se asoma a un abismo. Surge así un universo de posibilidades, donde la razón queda relegada ante el avance imparable de la imaginación. En este momento, la percepción se libera de las cadenas de lo terrenal para hacerse eco de los pensamientos más elevados. Sumido, pues, en el trance contemplativo, uno puede llegar a conectar con la esencia de lo que somos, reencontrarse con todos los que un día fueron sobre esta “piel de toro” e incluso escuchar el Canto de la Sibila:

¿Qué se hizo de Viriato,
del rey godo don Rodrigo,
qué se hicieron?
¿Qué del Cid Campeador,
qué del “Bueno” de Guzmán,
dónde fueron?
¿Y Cortés, Pizarro y Bravo,
Padilla y Maldonado,
dónde quedaron?
¿Y Empecinado y Espoz
y Mina y el Saguntino
de La Toz?

Su voz acompasada todavía resuena en mis oídos. Se diría que la Dama esconde el alma de un poeta castellano. De todos los poetas que un día conquistaron con su ciencia el derecho a registrase en esta “piedra inmemorial”. Pero su canto no es alegre sino fúnebre. Me pregunta por los que un día fueron y ya no lo son. Todos ellos grandes héroes de nuestra Patria. La mayoría mártires por la libertad ¿Dónde están…?

Batalla silenciosa, esta que hoy nos acontece. Sin mandoble ni cota de malla, celada en el castillo de Garcimuñoz, “machucazo” de Diego de Vargas, ni “llantera por no haber sabido defender como hombre…”. En estos tiempos de grandes tribulaciones, la lucha por la libertad se libra en escenarios que harían enmudecer a los más atrevidos de nuestros recordados paladines. Fundamentalmente, porque el enemigo no solo se torna invisible, sino que incluso se atreve a adoptar el disfraz de amigo fiel y garante de nuestra seguridad y bienestar. En esta guerra sucia (u oscura), el teatro de operaciones se escinde en múltiples frentes difuminados entre las muchas estructuras de la sociedad, de manera que nadie pueda asegurar que esté siendo atacado por una fuerza invasora u hostil, que además siempre encontrará su justificación desde las más peregrinas explicaciones, por muy rocambolescas y faltas de sentido que puedan llegar a parecer. En sentido coloquial, podríamos decir que “el enemigo está dentro”. Y, comoquiera que toda guerra necesita de un casus belli que la justifique, así estas fuerzas en la sombra, que operan desde dentro del corazón de la sociedad que pretenden someter, tienen la desvergüenza de señalar a las propias víctimas como a los culpables de la situación de crisis a la que se ha llegado; en cuanto que responsables directos de toda una pléyade de engañosos atentados contra todo aquello que sea susceptible de provocar confrontación y fractura social.

Una jugada maestra, propia de un “diablo” que “sabe más por viejo que por diablo”. La víctima, ignorante de las fuerzas que están actuando sobre ella, no solo asume la culpa cual “pecado original”, sino que actúa de quinta columna o aliado de los propios criminales en la consumación de sus aviesos planes.

Ante tamaño atentado contra la libertad, no podemos por más que sumarnos al postrero llamamiento de la Dama: ¿Dónde están nuestros héroes?

Porque las armas que utilizan para someternos, llevarnos a los corrales y sacrificarnos como reses en el matadero sí que están: la mentira que, en manos de los que nos gobiernan, es empleada para legislar en detrimento de las libertades individuales; el miedo permanente, que tratan de mantener mediante el fomento y difusión de actos que generen caos y terror en el ciudadano; las técnicas empleadas de lavado de cerebro y control mental con las que somos bombardeados a través de los medios de comunicación (televisión, radio, prensa, redes, etc.); los continuos atentados a nuestro modus vivendi (restricciones a libertad de movimiento y confinamientos, distancias y mascarillas, cierre de negocios, caos económico, coacciones, etc.); el envenenamiento masivo de la población a través de la manipulación de los alimentos transgénicos y demás bienes de consumo susceptibles de servir de transmisores de patógenos; la contaminación ambiental y la modificación del clima mediante la utilización de medios aéreos en los llamados chemtrails (recientemente legalizados); implantación de las nuevas antenas de telefonía de la red 5 G, con sus nocivas ondas electromagnéticas y, como arma más potente de su arsenal, la inoculación de diferentes cócteles transgénicos amparados bajo el paraguas de una masiva campaña de vacunación.

Guerra sucia entre bastidores. Cloacas que dirían otros. Y la libertad hurtada a golpe de tocomocho y ardid de trilero. Hagan sus apuestas y sigan jugando. Si no lo pierden todo antes de que termine su turno, quizás puedan ganar algún día el derecho a formar parte de esa Nueva Normalidad cúbica o saturniana. Una especie de paraíso distópico o parque virtual de los ilusos, donde se podrá disfrutar de una programación a la carta servida por el chef Estado (con degustación de una gran variedad de cócteles transgénicos según la temporada de cepas víricas creadas ad hoc), un gran surtido de diversiones absurdas e infantiles y un bono eterno que nos garantiza la entrada (pero no la salida) a la obra de teatro más candente del mundo. ¡Hay quién dé más!

Pero no todo está perdido. Aún hay tiempo de parar el golpe y dar un vuelco a la situación. Todo depende de que el hombre asuma su responsabilidad y siga los dictados de su conciencia. En tal caso, la Dama de Elche, nuestra Dama, la Dama de todos, siempre nos acompañará para darnos aliento ante el sacrificio inminente, guiar nuestra mano con inteligencia e incentivar nuestro coraje. Así lo hizo con los que nos precedieron en circunstancias similares en defensa de la libertad. Porque nuestros héroes siempre han estado ahí: dentro de todos los que alzan la voz y se rebelan contra la tiranía, el sometimiento y la muerte.