Inicio Actualidad La (pen)última estafa de Sánchez, por José Rosiñol

La (pen)última estafa de Sánchez, por José Rosiñol

Ayer miércoles, Pedro Sánchez nos regaló su primer mitin, su primera arenga. Ayer, en sede parlamentaria, pudimos ver a sus señorías socialistas aplaudiendo con el mismo fervor con el que se alaba a un autócrata. Estos mismos, que, en teoría, son los que deberían «regenerar» un partido socialista que, de la mano del sanchismo, ha transitado de la socialdemocracia al populismo más cínico. Estas señorías, nuestras señorías, muchas veces compitiendo en gesticulación y alborozo, parecían querer llamar la atención del querido líder. Quién sabe si para que el ojo de Sauron agradezca la devoción mostrada y tenga a bien volver a colocarlos en listas. Ya saben, las listas, el puesto, el sueldo, las prebendas y los privilegios son los que mantienen esta especie de estado clientelar, son el bálsamo de la sumisión, la acriticidad y el servilismo. Recordemos que cada uno de los representantes son representantes de la nación, no únicamente del partido, no solamente del líder, aunque se empeñen en disimularlo.

A veces la vida tiene sus ironías, situaciones en las que, sin buscarlas, de repente, te ubican en escenarios rocambolescos, trágicos o tragicómicos. Nuestro presidente en funciones tuvo a bien lanzarnos su diatriba con una más que forzada pátina de emocionalidad en el Congreso de los Diputados, en concreto en la sala Ernest Lluch. Ernest, luchador por la libertad y la convivencia, destacado socialista, fue asesinado por ETA por defender la libertad. No sé si la ubicación se escogió por casualidad o si se hizo como alarde de cinismo blanqueador, pero lo que sí sé es que ninguno de los presentes en el discurso del presidente le afeó la actitud para con los que ayudaron e impulsaron la barbarie terrorista. Nada, silencio, aclamación, la moral, lo moral para cuando no pueda verme Sauron o sus tentáculos.

Ya pudimos ver cómo irá esta campaña. El cinismo será lo imperante, la inversión de la realidad por parte del PSOE será su seña de identidad. Empezando por ver al campeón de la polarización acusando al otro de polarizador. La agresividad, la necesidad de crear una sensación de excepcionalidad, la política de cosificación del contrario es lo que se dedujo del discurso. La única salida de Sánchez es inventarse un dóberman, hacer creer a la gente que viene el apocalipsis derechista o directamente el fascismo. Recomiendo que reparen en el lenguaje no verbal de Pedro Sánchez cuando se victimizó como futura víctima de una especie de contubernio trumpista. Verán lo poco creíble de la interpretación, pero sí de hasta qué punto un cínico puede llegar a jugar con la convivencia, con el sano juego democrático, ello seguido con la reclamación de poder tener una campaña racional… la escuela cínica ha despertado.

«Se parapeta en la guerra de Ucrania, haciéndose pasar por el adalid de la ayuda, cuando fuimos los últimos en reaccionar»

Como siempre se escuda en la pandemia, sin dar explicaciones del material comprado, del fantasmagórico grupo de expertos, de los inconstitucionales estados de alarma. Se parapeta en la guerra de Ucrania, haciéndose pasar por el adalid de la ayuda, cuando fuimos los últimos en reaccionar y solo tímidamente, obvia que parte de su gobierno se opuso firmemente a la ayuda militar al pueblo ucraniano, sí, esos socios que hasta ayer compartían el proyecto populista del sanchismo. Sacó a pasear la estrategia del etiquetaje y la estigmatización semántica. España está frente a la «derecha extrema» y la «extrema derecha», entre Biden y Trump, entre Lula y Bolsonaro. La polarización es el ecosistema propicio y necesario para que el populismo pueda triunfar

Pedro Sánchez ‘El emotivo’ acusó que, en un futuro cercano, esa «derecha extrema» y esa «extrema derecha» podría reaccionar como las hordas trumpistas asaltando el Congreso de EEUU. ¡Qué capacidad de manipular! ¡qué ilusionista se ha perdido el mundo! Para visualizar a quienes realmente quisieron amedrentar al poder legislativo solo tenía que girar un poco su cabeza cuando estaba sentado en su escaño y, a pocos pasos, tenía en su gobierno a los que rodearon el Congreso porque no aceptaban las mayorías surgidas en las urnas y las políticas de aquel gobierno. Y si mirase un poco más arriba, podría ver a sus socios preferentes, aquellos a los que les ha dado todo, incluido maniatar a la justicia, aquellos que realmente dieron un golpe de Estado, aquellos que dicen una y otra vez que lo volverán a hacer.

Eso es el sanchismo, cinismo puro, inversión de la moral, polarización y pactar con quien sea porque lo que importa es el poder, lo demás queda para quienes creen en la democracia como diálogo racional y consensual. Sánchez no defraudó, quiso proyectar esa imagen de cercanía y sensibilidad ante sus huestes, en algún momento parecía querer imitar la imagen de un gatito desvalido, quiso proyectar una realidad que solo está en su mente y sus sueños más húmedos. Es la penúltima estafa dialéctica de un presidente que ha dado pruebas más que suficientes de insuficiencia moral. No hace demasiado, Pedro Sánchez, como candidato, enarbolaba banderas de España hiperbólicas, renegaba vehementemente contra cualquier pacto con Podemos, con Bildu…

Lamentablemente nadie, en el salón Ernest Lluch, reprochó a Pedro Sánchez aquel momento en el que en el Senado lamentó la muerte de un etarra en prisión, todo por mendigar unos míseros votos, todo para seguir un rato más en el poder. Todos los que aplaudieron, saltaron, vitorearon tienen la misma responsabilidad que el presidente. Un presidente al que solo la realidad electoral le ha doblegado el brazo para que, de una vez por todas, tengamos la oportunidad de acabar con el sanchismo y empecemos a recuperar la cordura.