Inicio Opinión La política de la provocación, por Olga Grau

La política de la provocación, por Olga Grau

PP y Ciudadanos pugnan por ser el partido que más rédito electoral saque de la crisis catalana en una competencia nacionalista malsana con ningún atisbo de constructividad. Las dos formaciones políticas se han puesto de acuerdo en tratar de desgastar al Gobierno del PSOE, en minoría en el Congreso con 84 diputados, a costa de Catalunya y han pedido casi a la vez que el Gobierno se plantee aplicar ya o próximamente el 155.

Ambas formaciones se basan en las declaraciones políticas de Quim Torra en la cárcel de Lledoners el día del aniversario de los atentados yihadistas de la Rambla y Cambrils en las que urgía a atacar al Estado injusto hasta que los políticos presos queden en libertad. Xavier García Albiol ha pedido al Gobierno que estudie si puede ser un delito de apología de la violencia.

Si bien el discurso del president de la Generalitat fue a propósito provocador, las declaraciones políticas no son hechos constitutivos de delito y, por tanto, no son un argumento para pedir la suspensión de una autonomía en una democracia, como han recordado a Albert Rivera y a Pablo Casado, con acierto, la vicepresidenta del Gobierno Carmen Calvo y la ministra de Defensa, Margarita Robles. A la valoración política se ha sumado la de la fiscal general del Estado María José Sagarra, que ha zanjado el asunto afirmando que estas declaraciones concretas no son punibles.

Entretodos

La situación en Catalunya no es la misma que hace un año, por más que los populares y la formación naranja se esfuercen en volver al pasado del que venimos. Judicializar la política, en vez de gestionar el conflicto, ha sido el gran error de la gestión política del Ejecutivo de Mariano Rajoy, ha acarreado un desgaste enorme de las instituciones del Estado y un embrollo judicial muy difícil de resolver. Si el soberanismo fue demasiado lejos en su huida hacia adelante y su pulso al Estado, este no falló por débil, si no por anquilosado.

Tras un año que sería para olvidar si no fuera porque quedan políticos presos y una brecha abierta entre Catalunya y el Estado que no permite pasar página, las fórmulas para encauzar la crisis no pueden pasar por volver a repetir los errores. La política de la provocación, y eso sirve para todos los bandos, no puede ser la vía.