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La tribuna de prensa es una tele de plasma

Los periodistas no pudimos acceder al hemiciclo de la Asamblea de Madrid este lunes, en la primera jornada del Debate sobre el estado de la Región. Se nos confinó en salas anexas, muy bien preparadas, con enchufes, aire acondicionado a 27 grados y un pantallón con el que seguimos, como lo hubiéramos hecho desde nuestras redacciones o casas, el monólogo de la presidenta autonómica, Isabel Díaz Ayuso, quien le curtió el lomo al macho alfa de La Moncloa, Pedro Sánchez, anunció bajadas de impuestos y homenajeó a Javier Marías, en paz descanse.

Por lo visto, que los reporteros, cronistas y derivados no accedamos al hemiciclo es lo habitual. Al menda, como es novato en estas lides, le escandalizó la cosa; los habituales de este ecosistema están de sobra acostumbrados. Me topo con Esperanza Aguirre en un pasillo y le traslado mi indignación. «Qué raro –me dice, extrañada, la expresidenta–. Imagino que no os dejan pasar porque habrá muchos invitados». Lamentablemente, la Asamblea no es el Congreso. Ni desde el punto de vista estético –perdonen la obviedad– ni desde el periodístico. El trasunto autonómico de la tribuna de prensa de la Cámara Baja nacional, ese mirador fantástico en el que comprobar el cuchicheo permanente, móvil en mano, de Belarra y Montero, es una tele de plasma. Dependemos de un realizador. Y de un jefe de prensa muy majo –lo digo sin ironía, lo juro–, que nos visita cada equis minutos y se interesa por nosotros con un «¿todo bien?».

Así pues, desde la sala del Castillo de Manzanares el Real, me zampé el discurso de más de hora y tres cuartos que Ayuso inició honrando a los bomberos de la CAM –»Terminamos un verano sacado del infierno»– y al autor de Corazón tan blanco o Mañana en la batalla piensa en mí. Declaró que la biblioteca pública de Moratalaz se llamará «Javier Marías»; el auditorio del Archivo Regional, como la madre de éste, Lolita Franco, una mujer «esencial para la vida literaria y filosófica española». Bien. A Sánchez le dio una paliza bárbara, como la que sufría Frodo en «La manta élfica«, el divertidísimo sketch de Cruz y Raya. Criticó su «ingeniería social», su «falta de transparencia», sus «políticas económicas profundamente erráticas», y así: «El presidente dijo: ‘Vamos a por todo’, y yo le respondo: ‘Señor Sánchez: todo, menos la Comunidad de Madrid’». A Juan Lobato, líder del PSM, ni lo mencionó; a Mónica García, una sola vez.

Después, defendió sus becas, criticó la cartilla de racionamiento de Yolanda Díaz, enumeró los principales retos a los que se enfrenta la CAM –empobrecimiento general por el aumento del precio de la energía, la vivienda, reducir las listas de espera en sanidad, incrementar los salarios de los docentes, etcétera–, anunció que la tarifa plana de los autónomos «se transformará en tarifa cero» y patrullas caninas antidrogas. Entre otras muchas, muchísimas cosas, claro –la perorata, ya digo, fue larga–. La sesión acabó con un aplauso wagneriano. Fuera, como escribió Valle, rodaba «por los tejados la pelota del sol».

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