Inicio Actualidad La verdad de Otegui y la sumisión del PP a la hoja...

La verdad de Otegui y la sumisión del PP a la hoja de ruta del PSOE con ETA

Cuando Zapatero consagró a Otegui como hombre de paz, el PP sacaba a millones de españoles a las calles a denunciar la negociación entre el Gobierno y ETA. Durante la legislatura 2004-2008 Rajoy hizo de esta causa un ariete contra el Gobierno, colocándose detrás de la pancarta que las víctimas del terrorismo sujetaron incluso cuando Génova las dio por amortizadas. La indignación popular era generalizada mientras los populares estaban al tanto de las negociaciones de Jesús Eguiguren con los restos de Batasuna. Rajoy, a mitad de camino entre la cobardía y la pereza, dio vía libre a Zapatero para negociar con los terroristas: «Habla y haz lo que tengas que hacer». Como en tantos otros asuntos el PP acababa asumiendo aquello que criticaba, y esto es fundamental, porque sin esta sumisión genovesa ninguno de los atajos socialistas al margen del parlamento y las instituciones acabaría convirtiéndose en política de Estado. 

No se puede decir que Rajoy no tuviera alternativas, porque enfrente estaba el PSOE que acababa de firmar con ERC e ICV-EUiA un cordón sanitario contra los populares en el pacto del Tinell. Además, Carod Rovira, líder de Esquerra, se había reunido con ETA en Perpiñán acordando que podría atentar en cualquier lugar de España excepto Cataluña. Con este indigno acuerdo el líder del PP habría tenido muy fácil hacer una oposición frontal y total contra un presidente entregado a todos los enemigos de España. En realidad -aunque entonces se ridiculizaba a quien lo decía- Zapatero estaba diseñando los primeros bocetos del frente popular que una década después se materializaría con Pedro Sánchez.

Naturalmente para que el plan triunfase era necesario neutralizar a las víctimas del terrorismo. El Estado, desde luego, tenía experiencia en la materia: en 1997 había eliminado sin mayores traumas el movimiento popular contra ETA y Batasuna surgido tras el asesinato de Miguel Ángel Blanco. Durante aquellos días de julio de 1997 el separatismo vasco -dividido entre los que se escondían en las herriko tabernas y los que pedían calma en ETB- pudo haber desaparecido, pero quien fue aniquilada fue su contestación callejera, que jamás usó la Goma-2. De haberla utilizado, quién sabe si entonces se la hubiera llamado para negociar.

Hoy el relato oficial es que ETA ha sido derrotada. En esto, otra vez, PSOE y PP están de acuerdo. Los primeros se cuelgan la medalla reivindicando a Zapatero, Rubalcaba y Eguiguren. Los segundos, al menos, señalan a la policía y la Justicia. En cualquier caso, lo que ambos llaman derrota incluye la excarcelación de De Juana Chaos (PSOE) y la de Bolinaga (PP), la normalización y pactos con Bildu en las instituciones y la votación en contra de ilegalizar a las formaciones separatistas. 

Si Rajoy apenas tuvo problemas para explicar el giro de 180 grados en su política antiterrorista al llegar a la Moncloa fue porque antes Zapatero le preparó el terreno. Así se entiende la aceptación perruna de la derogación de la Doctrina Parot dictada por el Tribunal Europeo de Derechos Humanos. Tribunal, hay que recordar, dependiente del Consejo de Europa, institución que no ha votado nadie y que aplasta la soberanía de las naciones como si no hubiera alternativa. Rajoy dijo entonces que no tenía más camino que el acatamiento.

Como parte de la elástica negociación con ETA en la actual legislatura también se han producido movimientos. Marlaska ha acercado a un centenar de etarras con delitos de sangre a prisiones cercanas al País Vasco, precio que el Gobierno ha pagado a cambio de la decisiva abstención de Bildu en la investidura de Pedro Sánchez y el posterior apoyo a los Presupuestos Generales del Estado (PGE). Este año tampoco parece que vaya a haber problemas, pues Otegui ya ha demostrado que es el único que dice la verdad (Zapatero aseguró el jueves que no hubo que ceder nada ante ETA para que dejara de matar). Su hoja de ruta no da lugar a equívocos: apoyará los PGE a cambio de la excarcelación de 177 etarras que cumplen condena en prisión. Para ello necesita que Sánchez siga en el Gobierno e impulse un cambio en el Código Penal que les abra las puertas de las cárceles. Tal arrebato de sinceridad obligó a Moncloa a desmentir que esté negociando esta liberación masiva de etarras, claro. En esta película de mentirosos la única verdad es que Sánchez y Otegui están condenados a entenderse. Y de fondo se vislumbra la federalización de España que, de llevar la firma de Felipe VI, sería el fin de la monarquía.