Jantour |
El clásico del Ensanche se muda al local de enfrente con el mismo producto soberbio y su talento para bordar las recetas de siempre
¡Menudo disgusto se llevaron algunos cuando se anunció el cierre de La Viña de Henao! «La gente nos paraba por la calle: ¿No pensáis volver?», cuentan Abelardo García y su hija Kistine. Cuando por fin se decidieron a retomar el negocio justo en la acera de enfrente, su fiel clientela les estaba esperando como agua de mayo. En el par de meses que llevan abiertos no han parado de anotarse lleno tras lleno. ¡Aleluya! Resucita una mesa digna de reyes en este Bilbao cada vez más huérfano de clásicos.
La Viña de Abelardo (Bilbao)
-
Dirección
Henao, 34 -
Teléfono
944245894 -
Redes Sociales Instagram
-
Carta
45/65 €
Los habituales echarán en falta aquellos retratos en las paredes de un comedor por el que han pasado artistas, políticos, deportistas y hasta los mismísimos Felipe y Letizia, cuando eran Príncipes de Asturias. «Están guardados a buen recaudo, porque si pones uno tienes que ponerlos todos –aclara Kistine– y aquí el Rey no es más importante que el que viene todos los días». La hija de Abelardo ha querido imprimir al nuevo espacio una elegancia relajada y pulcra –tonos crudos, mesas de madera maciza, sillas comodísimas, manteles de hilo– sin florituras que distraigan al comensal.
Lo esencial aquí es la cocina y eso, afortunadamente, no ha cambiado en una casa célebre por gastar un producto impecable y bordar las recetas de toda la vida. La artista de los fogones se llama Feli Prada y de cuando en cuando se asoma a la puerta del comedor para asegurarse de que todo el mundo está contento. Practica, junto a su hija Agurtzane, una cocina sin atajos, donde todo se prepara al momento con esmero maternal.
El menú lo tiene más o menos claro cualquiera que frecuente La Viña. Se empieza por un tomate de Castro –terso, colorado, no demasiado grande– aderezado con ajo, cebolleta fresca y aceite del bueno. La temporada acaba de empezar y no hay mesa que no lo pruebe. Le damos también un tiento a la ensaladilla rusa, sencillísima, no tiene nada y lo tiene todo. Si se dan el lujo de pedir las desbordantes almejas de cuchillo o los langostinos de Sanlúcar comprobarán lo bien que se compra en esta casa.
Seguimos con una merluza frita y chipirones en su tinta. Rebozado impecable, pescado en su punto y qué salsa… Imposible resistirse a rebañar el plato. Lo mismo pasa con la casquería. Esa manita entera retozando entre callos es un auténtico delirio. Para rematar, la estrella de la casa: sapito frito en sartén y servido con ajo, guindilla y su propio jugo, que Kistine trincha a la vista del cliente. Sabores de toda la vida, ambiente familiar, productazo, vino rico, servicio impecable… ¿Qué más se puede pedir? Ah, si… que La Viña no vuelva a cerrar nunca.
Con nombre propio
Cuando la familia García Prada se decidió a volver a embarcarse en la aventura de la hostelería, buscaron un espacio en la misma calle, justo enfrente, para no despistar a su clientela. Pero resulto que el nombre que habían usado durante casi dos décadas -La Viña de Henao- estaba registrado. Al final apostaron por lo más sencillo y como todo el mundo conocía el restaurante por el nombre de su carismático patriarca, acabaron poniéndole La Viña de Abelardo. El negocio es en esencia el mismo, pero han renunciado a la barra del bar para centrarse en dar comidas y cenas con el esmero que merece su exquisita clientela.