Inicio Actualidad Lo que queda de Suecia

Lo que queda de Suecia

El incendio de vehículos se ha convertido en habitual en Suecia.

NL.- No lo leerá ni lo escuchará prácticamente nunca en los medios de comunicación europeos, pero Donald Trump tenía razón cuando, apenas unas semanas después de su nombramiento, encendió una pequeña disputa diplomática con Suecia al afirmar que el reino nórdico estaba siendo intensamente desestabilizado por la inmigración masiva de refugiados musulmanes.

El ex presidente norteamericano no se equivocaba. De hecho, la Policía pide ayuda y ya solo es cuestión de tiempo que el país necesite una intervención de sus fuerzas militares para evitar una catástrofe humanitaria. Según un informe del gobierno sueco, el número de “no-go zones” en Estocolmo, áreas “de alta peligrosidad” en las que se aplica habitualmente la ‘sharia’ o ley islámica y en las que las Fuerzas de Seguridad y servicios de rescate se niegan a entrar, ascendió hasta 62 en el primer semestre de 2017 sobre las 55 censadas en diciembre de 2016. El aumento no solo se produce en la cantidad de territorios rendidos por la que hasta hace poco estaba considerada como una de las democracias más sólidas y eficientes de Europa, sino que también afecta al incremento de la extensión de los mismos.

Dan Eliasson, comisionado de la Policía Nacional de Suecia, ha hablado recientemente en la televisión nacional y ha realizado una dramática petición: “Ayúdennos”, dijo, advirtiendo de que las fuerzas policiales del país ya no pueden entrar en estos territorios prohibidos para sostener la ley, y por lo tanto, considera pedir apoyo a todos los poderes del Estado.

Johan Patrick Engellau, experto en investigación sobre países desestabilizados, ganador en 2011 de la Orden de la Medalla de los Serafines de Suecia, que ha trabajado con organismos supranacionales como Naciones Unidas y varias oenegés europeas en materia de inmigración y refugiados, ha advertido por carta a la Comisión de Seguridad Migratoria de la UE sobre la gravedad de la situación de Suecia: “Me temo que es el final de la Suecia organizada, decente e igualitaria que hemos conocido hasta ahora.

Personalmente, no me sorprendería si se produjera un conflicto en forma de guerra civil. En algunos lugares del país, la guerra civil probablemente ya ha comenzado, aunque la coalición de gobierno (una coalición de socialistas y ecologistas) no parece haberse enterado”. El canal de televisión 10 News ha sido uno de los pocos que han informado sobre cómo Suecia ha abandonada grandes áreas de su territorio a manos de grupos armados y religiosos descritos como milicias islámicas. El jefe de la policía de Estocolmo, Lars Alversjo, no se ha quedado atrás en su análisis de la situación: “Hay niveles de violencia como nunca se vieron en el país, y varias zonas de Estocolmo se están quedando fuera del control del Estado. Además, el sistema jurídico, pilar en toda sociedad democrática, está colapsando en Suecia”.

Magnus Ranstorp, profesor e investigador sobre terrorismo y radicalización islámica del Colegio Nacional Sueco de Defensa, ha declarado en la televisión pública que “en las zonas más peligrosas de la capital, grupos radicalizados de la comunidad islámica han tomado el poder en las calles y están implantando su propia ley. En esas áreas, el sentido de la justicia y la paz se ve amenazado por el hecho de que la policía se está desmoronando. Todo ha empeorado en los últimos meses. Estocolmo y toda Suecia se encuentran en una situación desesperante”.

En opinión de Ranstorp, las bandas musulmanas armadas y los radicales islámicos están socavando la democracia sueca, y la única razón por la cual aun no se ha producido un conflicto armado a gran escala en Estocolmo, la capital de un país antes pacífico y seguro, “probablemente se relaciona con que la alianza socialdemócrata-ecologista que gobierna Suecia pretende ignorar la gravedad de la situación y no está presentando ninguna resistencia real contra los islámicos”.

El Servicio de Seguridad Sueco (Säkerhetspolisen), por su parte, ha advertido que el país está siendo “infiltrado por cientos de musulmanes radicales que comparten la ideología del autodenominado Estado Islámico, y en muchos lugares los funcionarios públicos solicitan escolta policial o protección para desplazarse a sus oficinas. El Servicio de Seguridad explica que “unas 15.042 mujeres suecas han sufrido ataques sexuales durante el último año en zonas de la capital en que las autoridades admiten haber perdido toda capacidad de control”. Un ejemplo: el festival de música de Bråvalla, uno de los más populares de Suecia, se cerrará a causa de cuatro violaciones y 23 denuncias por agresión sexual. O, lo que es aún peor, en sus próximas ediciones podría abrirse exclusivamente a las mujeres.

Otro informe elaborado por una agencia del Ministerio de Defensa de Suecia poco dada a aparecer en los medios de comunicación ha revelado que los Hermanos Musulmanes, la organización islamista más grande del mundo, se ha infiltrado intensamente en las principales instituciones del país, construyendo una sociedad paralela que crece sin parar impulsada por la “tolerancia políticamente correcta” y por la estigmatización como “islamófobo” de cualquier persona u organización que denuncie esta situación.
Sorprendentemente, al tratarse de un documento elaborado por una institución gubernamental, el informe apunta a la responsabilidad que tienen “las élites políticas del país escandinavo” en el fomento de una doctrina “de multiculturalismo y silencio, que puede facilitar los fines nocivos de una organización profundamente antidemocrática como los Hermanos Musulmanes”.

Concretamente, el documento ha sido elaborado por la Agencia Sueca de Contingencias Civiles (MSB, en sus siglas en inglés), que es responsable de las cuestiones relativas a la protección civil, la seguridad pública, la gestión de emergencias y la defensa civil.

Los autores de la investigación afirman que los Hermanos Musulmanes están trabajando sin descanso para aumentar el número de practicantes musulmanes en Suecia, fomentando la tensión con la sociedad secular y apuntando a su infiltración en partidos políticos, oenegés, instituciones académicas y otras organizaciones de la sociedad civil. Los Hermanos Musulmanes, según el Ministerio de Defensa sueco, también golpean “la estructura establecida de valores entre la élite política del país [que] otorga un alto valor a la aceptación y la tolerancia hacia los ciudadanos que en cierto sentido son diferentes de la corriente principal”.
.
Incluso si el Gobierno sueco decidiera enfrentarse a estas bandas criminales islámicas, Suecia no tendría la capacidad necesaria para revertir esta situación. Su seguridad y fuerzas policiales han sido rebasadas.

“El 70% de los agentes del orden del país están considerando dejar sus empleos en lo que configura una clara señal de que la fuerza policial está completamente desmoralizada. Los militares, en este país tradicionalmente pacifista, se reducen a casi nada, y no hay dinero para arreglar semejante problema”, ha explicado el especialista Johan Patrick Engellau.

Engellau agregó que “el Gobierno no parece entender que ha perdido el control. Hay un punto en el que ya no se puede detener el desarrollo de una situación”. Y añade: “No sé si Suecia ha llegado a ese punto por las consecuencias de la inmigración descontrolada, pero me temo que estamos ante un momento de desenlace trágico. El momento es tan grave que incluso si tomáramos una acción clara y poderosa que incluyera detener la inmigración y la política del multiculturalismo, no sé si podríamos salvar a Suecia”.

Para Engellau, la élite política de Suecia está lejos de tomar una acción tan decisiva, ya que ni siquiera ha comenzado a hablar abiertamente sobre estos problemas. “Sin embargo, el país pronto necesitará de la ayuda internacional. La comunidad internacional tendrá que intervenir si se quiere evitar una catástrofe social, civil y humanitaria”.

Durante las últimas décadas, los suecos han tenido que acostumbrarse a que el Gobierno (tanto de de izquierdas como de derechas) dé prioridad a los refugiados y a los migrantes sobre los suecos nativos. El alto nivel de impuestos (el trabajador medio paga un 42% de impuesto sobre la renta) se toleraba bien antes, porque la gente sabía que si enfermaba, o cuando se jubilara, o en caso de necesitar cualquier otra ayuda del Gobierno, la obtendría.

Pero ahora los suecos ven que el Estado de bienestar les está fallando. Cada vez más ciudadanos mayores entran en la categoría de indigentes; cerca de 800.000 suecos de los 2,1 millones que hay jubilados tienen que vivir, pese a haber trabajado durante toda la vida, con entre 4.500 y 5.500 coronas (600-700 euros) al mes. Entre tanto, los inmigrantes de más edad reciben el llamado “subsidio de apoyo a los mayores” –por lo general una cantidad más elevada–, aunque jamás hayan pagado ningún impuesto en Suecia.

Y lo que es peor, en 2013 el Gobierno decidió que las personas que permanecen ilegalmente en el país tienen derecho a asistencia sanitaria y atención odontológica prácticamente gratuitas. Así que mientras que el desamparado anciano sueco debe elegir entre pagar 100.000 coronas (12.000 dólares) para cambiarse la dentadura o vivir sin dientes, a una persona que ni siquiera tiene derecho a estar en Suecia le pueden arreglar la dentadura por 50 coronas (seis dólares).

La injusticia, la escasez de vivienda, el aumento exponencial del número de violaciones y de ataques a mujeres, el caos, muchas veces violento, que rodea a los centros de alojamiento de refugiados y el brusco descenso de los estudiantes suecos en las pruebas PISA son cambios que han hecho que los suecos se desilusionen. Y de la nostalgia dolorida a la preocupación, a la indignación y a la rabia, en ocasiones, solamente hay un trecho. En 2015, una oleada de ira inundó la por lo común dócil Suecia. Después del doble asesinato que tuvo lugar en las instalaciones de un centro comercial de Ikea en la localidad de Västeras, donde un inmigrante ilegal apuñaló letalmente a dos suecos, la gente, el común de los suecos, comenzó a preguntarse por qué el Gobierno está exponiendo a la ciudadanía a asesinos, generalmente islamistas, de todo el mundo. El Ejecutivo calló, pero la corresponsal del Instituto Gatestone de Nueva York en Suecia se puso en contacto con el Gobierno de este país para conseguir los emails enviados por los ciudadanos al primer ministro tras los asesinatos de Ikea. Según el principio de acceso público a documentos oficiales, todos los suecos tienen derecho a analizar los documentos públicos que conservan las autoridades, sin que se les pregunte por su identidad o su propósito. El Gobierno, sin embargo, fue claramente menos entusiasta respecto a compartir los emails: hizo falta un mes entero de recordatorios y llamadas telefónicas para que cumpliera con la solicitud.

Lo que sigue son extractos de emails enviados por ciudadanos particulares al primer ministro Stefan Löfven:

Mattias, un asistente social con cuatro hijos, se presentaba como “un padre que quiere que sus hijos crezcan en Suecia como yo tuve la suerte, sin explosiones, granadas de mano, coches incendiados, violencia, violaciones y asesinatos en Ikea”: “Hola, Stefan. Soy un padre de 43 años y cuatro hijos que está intentando explicar a sus hijos, de entre 6 y 16 años, lo que está ocurriendo en Suecia. Me entristece decir que usted y su partido están cerrando los ojos a lo que está pasando en Suecia. Todo lo que está ocurriendo se debe a la afluencia descontrolada de extranjeros. Estáis creando un odio larvado en Suecia. No estamos contentos con cómo se está gestionando la inmigración en Suecia, desde los centros de acogida a las escuelas. Y se tarda tanto en conseguir un trabajo que mucha gente se rinde antes de siquiera estar cerca”.

Marcus, de 21 años, escribió: “Hola, Stefan, soy una de las personas que le votó. Vivo en Helsingborg, todavía con mis padres porque no hay apartamentos libres. Veo donde vivo que, en cuanto se muda una persona mayor, llegan inmediatamente ocho extranjeros: nos pasan por delante a los jóvenes, suecos, en la cola. Con todo lo que está pasando en Suecia –violaciones, robos, los asesinatos de Ikea y demás–, ¿por qué no se manda a los que no sean suecos de vuelta a sus países cuando cometan delitos? Por supuesto que debemos ayudar a los refugiados, pero al tipo correcto de refugiados… Siento decir esto, Stefan, pero los Demócratas Suecos deberían poder gobernar durante cuatro años y sacar a toda la gente que no cumpla las leyes, a quienes asesinan a las jóvenes o destrozan sus vidas. Es horrible, tengo un empleo donde pagan muy mal porque no hay trabajo. En Suecia hay más personas que trabajos”.

Peter: “Estimado primer ministro: Te escribo porque estoy muy preocupado por los acontecimientos que se están produciendo en la sociedad sueca. Me encuentro diariamente noticias de tiroteos, bombas/granadas de mano que explotan, palizas, violaciones y asesinatos. Esta es nuestra Suecia, el país que, cuando usted y yo crecíamos, era considerado uno de los más seguros del mundo”.

Un hombre que firmaba como Sebastian, escribió lo siguiente: “¡Hola Stefan! Después de leer lo de los terribles hechos en el Ikea de Västerås, me pregunto ahora qué vas a hacer para que nos sintamos más seguros cuando vamos por las tiendas y las calles de Suecia. ¿Qué cambios harás para asegurarnos de que esto no vuelve a suceder? ¿Seguirá la inmigración de la misma manera?”.

Benny, en 2015, escribía: “Hola, me estaba preguntando: ¿por qué el Gobierno guarda silencio sobre un incidente tan espantoso? Todo el verano se ha caracterizado por la extrema violencia, los tiroteos, los apuñalamientos y las explosiones. El Gobierno tiene que tomar fuertes medidas para que podamos sentirnos seguros”.

El asunto del mensaje de Laila decía: “¿Así es como se supone que va a ser?”. “¿Se supone que vamos a tener que salir sin armarnos? Se produce una violación tras otra y nadie está haciendo nada al respecto. Nací y crecí en Vårby Gård, pero hace siete años tuvimos que mudarnos porque ya no podíamos sacar a los perros de noche por los no europeos que conducían por las aceras. Si no te quitabas de en medio, saltaban del coche y te pegaban. Si llamabas a la Policía, no hacía nada –en un barrio de Estocolmo–.

Cuando mi hermano reprendió a unos de ellos, apareció un cohete (como los que se usan en Año Nuevo) en su buzón. Ya se puede imaginar lo ruidosa que fue la explosión. Violan a mujeres y chicas, estos no europeos que vienen aquí diciendo que son menores sin acompañantes, aunque sean adultos…”.

“Es fácil conseguir armas hoy en día, me pregunto si es lo que tienen que hacer los suecos, armarse para atreverse a ir de compras. Bien, ahora llego a lo que pasó en unos grandes almacenes: dos personas son asesinadas, y no solo asesinadas, se habla en Internet de decapitaciones”. (Anónimo)

“El primer ministro no dirá una palabra, pero los recursos se están destinando a centros de acogida, una bofetada en la cara de los familiares a quienes acaban de apuñalar a dos de sus parientes. Los periódicos suecos no dirán una palabra, pero, por desgracia, hay periódicos digitales extranjeros que dicen la verdad. Nosotros, suecos, no podemos cambiar de apartamento, vivimos cinco personas en tres habitaciones. Dos de nosotros están en el paro, buscando trabajo, buscando trabajo y buscando trabajo. La única opción son las agencias de empleo. Tengo 50 años, y estoy de baja parcial por dos enfermedades crónicas, y no puedo ir corriendo de un sitio a otro. Pero siguen llegando cada vez más solicitantes de asilo. No hay apartamentos, no hay trabajo, no nos atrevemos a ir ya de compras, pero se supone que tenemos que pensar que todo es estupendo”. (Anónimo)

“Por desgracia, creo que el primer ministro tiene que empezar a leer periódicos extranjeros para enterarse de que Suecia se va a pique. Descubrí que la inmigración masiva cuesta miles de millones al año, y que lo único que hacen los inmigrantes es fumar narguile en sitios como Vårby Gård. Esto también pasa en otros lugares, por supuesto. Ahora está empezando a extenderse; se verá en las encuestas de opinión, la próxima vez que se publiquen. Pronto, todos los suecos votarán a los Demócratas de Suecia. Están consiguiendo cada vez más seguidores, día a día”. (Anónimo)
Anders escribió: “Hola, Stefan, ¿por qué, como nuestro primer ministro, no reaccionas más contra la escalada de violencia en nuestro país? [Como el] doble asesinato en el Ikea de Västerås. Sumemos a eso las bombas y las otras cosas que pasan en Malmö. En vez de manifestaciones con antorchas contra el racismo, necesitamos un primer ministro que hable contra la violencia, que diga que está mal y que no importa qué grupo étnico esté tras ella o sufra sus efectos”.

En 2016, el último año del que se dispone de estadísticas oficiales, 106 personas fueron asesinadas en Suecia, un país con apenas 10 millones de habitantes. Pero, además, en este tiempo Suecia ha pasado a liderar la tasa mundial de violaciones en sus calles (por encima de la gran mayoría de los países africanos que ofrecen estadísticas), repetidas explosiones de bombas se producen mensualmente en múltiples localidades del país y en los últimos meses se han padecido no menos de 300 tiroteos callejeros. Cuatro personas murieron por disparos en la primera semana de este año. Un hombre murió después de recoger una granada de mano fuera de una estación de metro en un suburbio de Estocolmo.

“Las personas son asesinadas a tiros en pizzerías, las personas son asesinadas con granadas de mano y las violaciones se cuentan por miles, ha explicado el líder del Partido Demócratas de Suecia, Jimmie Akesson, en el Parlamento. “Esta es la nueva Suecia; el nuevo y emocionante paraíso dinámico y multicultural que muchos de aquí, en esta asamblea, han ayudado a crear durante tantos años”.

Con toda seguridad, los continuos quebrantos de la ley, la inmigración masiva de origen musulmán y las permanentes rupturas del tradicional orden que tanto gusta a los suecos, serán temas clave en las elecciones parlamentarias programadas para el próximo mes de septiembre. El Partido Demócratas de Suecia, que no duda en vincular el aumento de la tasa de criminalidad en el país con el gran aumento en el número de inmigrantes que se ha registrado, se perfila como el posible vencedor de los comicios.

Quizás por esto, el primer ministro sueco Stefan Lofven, que actualmente encabeza un Gobierno de extrema izquierda formado por socialistas y ecologistas, y que no ha dudado en negar de todas las formas posibles la existencia en Suecia de numerosas “no-go zones” (zonas no controladas por el Gobierno en las que la violencia campa a sus anchas y donde la inmigración musulmana ha convertido la “sharia” o ley islámica en la única normativa aceptada), exclama ahora, sin pestañear, que está dispuesto a utilizar a las Fuerzas Armadas para combatir el crimen. “No sería mi primera opción llamar a los militares, pero estoy dispuesto a hacer lo que sea necesario para asegurarme de que se elimine el crimen organizado”.

Comprar Naves en Llamas en Amazon
www.navesenllamas.com