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Los candidatos presidenciales dejan sin alternativas económicas a Colombia: coinciden en aumentar el poder del Estado y el gasto público – La Gaceta de la Iberosfera

Mientras el gobierno de Colombia celebra la aprobación del presupuesto “más alto de la historia” y amplios sectores de la política critican la suspensión de la ley de garantías -que establece restricciones en materia de contratación para las entidades públicas cuatro meses antes de las elecciones- los candidatos a la presidencia siguen lanzando propuestas y tesis que implican más gasto público y más intervención del Estado en la economía y la sociedad. 

Primero fue Gustavo Petro, candidato de izquierda que sigue liderando las encuestas de intención de voto, cuando sugirió que el Banco de la República debía emitir dinero para prestarle al gobierno nacional a cero por ciento de interés, alegando que era menester evitar deuda con la banca privada nacional e internacional al momento de enfrentar la pandemia del COVID19. Dicha propuesta generó la inmediata reacción del Ministerio de Hacienda, los gremios y los grupos empresariales, quienes expresaron su preocupación frente esa tesis, otrora victoriosa en Venezuela y Argentina. 

Después fue el mismo gobierno nacional y su coalición de gobierno, los que promovieron activamente el “ingreso solidario”, que no es otra cosa que una renta básica para los más pobres, alegando que era una medida encaminada a evitar que más familias cayeran en la pobreza -asunto que se concretó con la aprobación de la ley de inversión social el 14 de septiembre-. Dos meses antes, el 15 de julio, se había aprobado la reducción de la jornada laboral de 48 a 42 horas, a partir de 2026, que se suma a los “históricos” incrementos al salario mínimo que se vienen decretando en los últimos tres años, varios puntos por encima de la inflación. 

Ahora, el candidato Alejandro Gaviria va más allá y lanza su propuesta de una renta básica para los menores de 30 años. Las reacciones no se han hecho esperar. El exministro de Hacienda y también precandidato presidencial Juan Carlos Echeverry expresó que “prometer plata para todos es mala pedagogía” pues “no existe esa plata”. Por su parte, la senadora y precandidata presidencial del Centro Democrático, María Fernanda Cabal, ha expresado que “los subsidios solo benefician a los políticos porque no acaban la pobreza” y ha insistido en la necesidad de ajustar el gasto público y reducir la burocracia gubernamental. 

Lo cierto es que para 2022 los empresarios tendrán un impuesto de renta del 35% (era del 34% en 2018), sin la posibilidad de descontar impuesto de industria y comercio o gravamen a los movimientos financieros, el salario mínimo seguirá subiendo por encima de la inflación, el presupuesto del gobierno nacional para inversión será de 68,2 billones de pesos (15.100 millones de euros), no habrá recortes en la burocracia estatal y se ampliarán los programas de transferencias a la población más pobre. 

Para muchos, ese paquete de medidas suena bien, corresponde a lo que es un Estado Social de Derecho y la reactivación económica lo permite, pues se estima que habrá un crecimiento por encima del 8%. Sin embargo, otros datos generan mucha incertidumbre, como el desempleo, que se mantiene por encima del 14%, y la informalidad, que sigue bordeando el 50%. Ni hablar de la deuda externa que se proyecta al 60% del PIB o el déficit fiscal que se anunció en 8,6% del PIB.

Con la excepción de la senadora Cabal, parece haber un acuerdo entre los candidatos con relación a la expansión del estado y del gasto público como la mejor salida para Colombia, olvidando que en los momentos más críticos para la economía colombiana ha sido la libertad económica, la reducción de impuestos y el fin de regulaciones obsoletas lo que permitió recuperar la senda de crecimiento. Escribía Nicolás Gómez Dávila que “la política sabia es el arte de vigorizar la sociedad y de debilitar el estado”. En Colombia, el discurso imperante es aquél que parte del estatismo como la mejor alternativa, alegando que así se busca promover la libertad, la empresa y el empleo. 

Se dice que todos los caminos llevan a Roma, pero se olvida que el tránsito al socialismo nos desvía hacia el Moscú de Stalin y desde allí es muy difícil volver a emprender el camino de la libertad.