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Los de Iglesias haciendo leyes

Si por Podemos fuera —y al PSOE no hace falta animarlo mucho— solo habría cárceles para presos políticos. Sucede allí donde están sus semejantes: la oposición es disidencia y el delito común es orden del día. Y sucede porque para determinada izquierda —vale para la actual en España— la Ley no es una herramienta para ordenar y mejorar la vida de los ciudadanos sino la llave para anclarse al poder con un pensamiento único. Y por eso sus leyes no funcionan para otra cosa, no son útiles en las democracias.

Con su Ley, y durante su mandato, los culpables de los asesinatos de mujeres son los otros: PP y Vox y algunos medios de comunicación. Lo son por tradición, porque defienden «la cultura de la violación», como dijo Podemos del PP, y porque son todos delincuentes consumados o en potencia. Esta misma semana, en Radio Euskadi, Pablo Iglesias dejó una intervención memorable para defender a Cristina Fernández de Kirchner que muestra hasta qué punto son capaces de deformar la realidad:

«En España a la hora de hablar de corrupción no se nos puede olvidar que tenemos el partido más corrupto de Europa y que además ha sido capaz de controlar a los jueces. Ellos mismos presumían de controlar la sala segunda del Tribunal Supremo por detrás. Lecciones a Argentina las justas, Cristina Kirchner ha sido víctima de una campaña de violencia mediática que llegó incluso a su intento de asesinato».

No quiso perder la oportunidad Iglesias de recordar que «Feijóo tiene una foto sin camiseta con un narcotraficante en un yate». El poder de la imagen… ajena. Pero lo de los latigazos fue una broma y lo de los despachos remunerados de Caracas, infundado. No digamos lo de la Kirchner con el fiscal Alberto Nisman, que en paz descanse. Vale todo porque todo se les permite.

Bajo esas mismas premisas, los responsables de que las leyes de Podemos sean contrarias a su pretendido objeto, y por tanto nocivas, son los jueces, los policías y, por extensión, la sociedad que, según lamenta el equipo de la ministra Irene Montero, vive de espaldas al problema. Y a nadie se le cae la cara de vergüenza. Y las ministras y sus secretarias de Estado se siguen aplaudiendo y abrazando entre lágrimas como si acabaran de aprobar la Selectividad. Hay un antes y un después en la vida de las mujeres en España desde que Podemos llegó a los ministerios. Desde luego que lo hay.

«Han fracasado todas las instituciones», dicen. Y la prensa amiga y cotizada lo suscribe, sin decir ni añadir ni mú. Lo de siempre: imaginen la situación de hoy, ley propia y muertes disparadas, con un ministro o ministra del PP. Sencillo, ¿verdad?

Belarra e Iglesias le hacen un Motos a Barceló

La SER ha sufrido un problema inesperado. Angels Barceló, la periodista que hablaba de tú a «Pablo, por favor» y reprendía a la «señora Monasterio» en el mismo debate electoral… ahora tiene ramalazos machistas. No es pura.

Preguntó a Ione Belarra si había consultado con Pablo Iglesias la posibilidad de unirse al bodrio ignoto de Yolanda Díaz. Y salió de forma espontánea el anuncio contra Pablo Motos como paradigma del machismo en el que el Ministerio de Igualdad se gastó un millón de euros: «¡Creo que esa pregunta nunca la harían si yo fuera un secretario general!», respondió Belarra, como la protagonista del spot. Y Barceló balbuceó incrédula… Que daba igual que fuera un hombre o una mujer, que no lo decía por eso, que si sabía con quién estaba hablando… Pero Iglesias, antaño defendido y siempre vigilante —y machista y paternalista como pocos—, irrumpió en el duelo y pasó al ataque desde Twitter: «¿Sesgo machista y paternalista de la progresía mediática con Podemos? Juzguen ustedes«. Lo mejor fue el molesto carpetazo de la periodista de la SER: «Usar el comodín del machismo no nos hace ningún favor a las que luchamos día a día por la igualdad». ¿Comodín del machismo, dice? Suena facha. Lo mismo cae antes Angels que Irene.

Lo importante es que la ley se ha hecho con estos delgados y podridos mimbres con el único objetivo de librar una batalla centrada en la ideología de género, sustitutivo de la lucha de clases. Y lo de menos es el problema real. No han venido a facilitar la vida de los ciudadanos sino a poner en práctica ideas que han sembrado el mundo de muerte y pobreza.

Hemos asistido a modificaciones del Código Penal para eliminar y rebajar sin disimulo los delitos que han cometido los socios del Gobierno. Bien sencillo: o se eliminaba el delito o se acababa el Gobierno. Pero nunca se toca la ley para enviar el claro mensaje de que los actos tienen consecuencias y que un violador, un pederasta o un asesino entran en la cárcel para hacerse viejos allí. Y que el buen comportamiento en prisión es lo que toca, no se premia, pero el malo, empeora la condena. Los arrepentimientos, uno por uno. Las reinserciones, caso por caso.

Por supuesto, también es necesario hacer un seguimiento de los crímenes, lo que supone analizar el origen de los agresores sin caer en la reducción de que todos los que matan son extranjeros porque no es verdad. Pero hay muchos que sí lo son y ese dato debe ser objeto de estudio serio si queremos avanzar ante un problema y no sólo llorarlo o ideologizarlo. La prensa suele ocultar la nacionalidad de los agresores porque lo que antes era un deber periodístico —ofrecer todos los detalles posibles— ahora está prohibido por lo vomitivamente correcto. Tenemos la culpa de demasiadas cosas.

Alberto Núñez Feijóo puede asirse al clavo ardiendo que quema la mano de tantos políticos por el mero hecho de alejarse de Vox, pero si se presenta como alternativa debería serlo ya con ejemplos. En el caso que nos ocupa, la reflexión deja demasiadas dudas:

«Todos los crímenes son absurdos pero un crimen basado simplemente en una superioridad por razón de género no tiene ninguna cabida en un régimen democrático».

El que habla yerra, claro, pero no sé qué tipo de crímenes cabe en la democracia ni que otra superioridad homicida es menos grave. La ley actual no protege a las mujeres, tampoco a los niños, y agrava el mismo delito si es cometido por un hombre. Eso sí que no tiene cabida en un régimen democrático. ¿No piensa el líder de la oposición derogar una ley de Irene Montero?

Pedro Sánchez temía no poder dormir, «y como yo —decía—, el 95 por ciento de los españoles», si Podemos, partido de las leyes ideológicas, estuviera en el Gobierno. Pero lo metió y luego llamó a ERC y a Bildu, a los que tampoco quería ver. Iglesias acabó aburriéndose de trabajar y sacrificó una vicepresidencia por lo divertido de las tertulias que paga Roures. Así que Sánchez es el responsable también de lo que él mismo denunció sin convicción: los de Iglesias hacen las leyes. La intención es ser la Ley.

Acordémonos de la lista de agravios, más que uvas de Nochevieja, y que la oposición nos dé pistas de cómo tienen pensado arreglarlo. Va quedando poco tiempo.

Salud, paciencia, fuerza y buena suerte para 2023.

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