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Los milagros existen

Para convencer hay que persuadir, dijo Unamuno en la Universidad de Salamanca. El Mallorca, con un juego lamentable, no hizo ni una cosa ni la otra, pero venció. La frase del profesor termina con el argumento de que, para seducir hace falta razón y derecho en la lucha, atributos que los de Javier Aguirre no tienen o no exhiben. Lo malo de este triunfo balsámico, es que servirá de coartada, como la lesión de Raillo, para justificar un estilo, el uso de una muralla plagada de herrumbre y una manifiesta incapacidad creativa con la que hacerse acreedor a premios inmerecidos o, seamos justos, acreditados mediante la actuación portentosa del portero, Rajkovic, y la mala fortuna de un contrincante que, guardameta aparte, se topó con el palo y con el VAR, que invalidó un gol de Bamba porque, lupa en mano, el cuero no llegó a rebasar totalmente la línea.

El «Vasco» no se baja del burro. Desde que llegó apuesta cada semana a la lotería y gana. Evitó el descenso porque Jorge Molina falló un penalti ante el Espanyol en Granada y firmó una clasificación insospechada porque un futbolista, Kang in Lee, validó el esfuerzo defensivo de sus compañeros. Ya no lo tiene, pero él sigue en sus trece. El problema no es el dibujo ni los cinco defensas atrás, sino que exclusivamente dedicados a destruir, sus pupilos no saben qué hacer cuando están en posesión de la pelota. Sin ideas, con una lentitud exasperante y una sola obsesión o dos: pegar pelotazos para que corra Maffeo o buscar la cabeza del «Pirata».

Esos únicos recursos tienen su respuesta en las acciones de cualquier contrario frente a lo previsible. La espalda del lateral es una autopista por la que solo transitan rivales y los globos que buscan la estatura y potencia del delantero se pierden en su evidente soledad sin que nadie acompañe sus saltos. Es como si fueran plantados once postes en mitad del campo con la ausencia de todo movimiento cuando el equipo domina el juego, ni el más mínimo desmarque, ni un intercambio circunstancial de posiciones. Despacio, si, pero sin buena letra.

Alguien que se hubiera marchado del estadio antes de los últimos minutos, no creería el resultado cuando se lo cantaran. Pero lo único que trasciende es este marcador con el que conviene no engañarse ni seguir comprando cartones para línea aunque salga bingo.