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Los radares de tramo ‘cazan’ a 364 conductores al día

En los radares de tramo, Catalunya también fue pionera. El primer dispositivo de este tipo que se instaló fue en el túnel de Vielha (Val d’Aran). Estuvo en pruebas desde diciembre del 2009 a julio del 2010, cuando comenzó a sancionar. En aquel momento, la prehistoria para esta tecnología, se creía que un túnel era el mejor lugar donde colocar este tipo de cinemómetros. Encontrar un tramo en el que la siniestralidad aconsejara ponerlo, sin desvíos y, además donde la orografía ayudara, no se antojaba sencillo.

Hoy, prácticamente ocho años más tarde, los radares de tramo ya vigilan 128,5 kilómetros de carreteras y autopistas catalanas en 27 ubicaciones, la mayoría de los cuales con cámaras en los dos sentidos de la marcha: solamente en tres casos custodian únicamente una dirección. Se trata del de la C-65 entre Cassà de la Selva y Llagostera (Gironès); del que hay en la C-58 entre Sabadell y Badia del Vallès (Vallès Occidental) y del que vigila el recorrido más largo de todos, el que se sitúa en la AP-7 entre Ulldecona y Amposta (Montsià). Los tres son del 2014 y 2015.

10 dispositivos en un año

El gran crecimiento de este tipo de control de la velocidad se produjo, no obstante, el año pasado, cuando se activaron 10 del total de 27. La proliferación de radares de tramo ha provocado, como es lógico, que el incremento de sanciones con estos aparatos haya sido exponencial. En el 2017, según datos facilitados por el Servei Català de Trànsit, estos aparatos cazaron 132.852 conductores.

En 2017 se incoaron 132.852 expedientes sancionadores en radares de tramo, frente a los 78.333 del 2016, según Trànsit

Esta abultada cifra comporta que cada día se multara a 364 personas, un 59% más de las que se impusieron el año anterior. En el 2016 habían sido 78.333 multas, cuando estaban activos muchos menos, solo 13. Estas estadísticas se dispararon a partir de la puesta en marcha de más mecanismos y más repartidos porque, entre el 2012 y el 2014, el de Vielha nunca superaba el millar de expedientes sancionadores iniciados cada año.

Accidentes más o menos graves

Pero ahora los conductores ya saben de qué se les habla. Si es un trayecto habitual, los vehículos, disciplinados, se mantienen con la aguja en el límite fijado hasta pasar por el segundo arco de vigilancia, el que leyendo la matrícula calcula el promedio al que se ha circulado. Eso es lo que ocurre también con los radares fijos, que el conocimiento de su ubicación provoca frenazos bruscos para evitar el fogonazo del flash, lo que se conoce como efectolearning, que esquiva la multa pero logra que se respete el límite en un punto potencialmente peligroso. 

La ventaja de los de tramo es que los usuarios de la red de carreteras, autovías y autopistas se ven obligados a respetar de forma constante la velocidad indicada, sin picarescas que valgan. Justamente esa es la intención de los responsables de tráfico, que los ciudadanos respeten el límite de las vías, porque de ello depende la gravedad de las heridas en caso de accidente.

La gente corre más

Los datos de este 2018, además, no invitan al optimismo. A la cifra de personas muertas se suma la constatación de que los conductores están corriendo más de lo que lo hacían meses atrás, alertan desde Trànsit. Esto se sabe porque precisamente las multas con radares (tanto los de tramo como los fijos o los móviles de las patrullas de los Mossos d’Esquadra) revelan que el porcentaje de exceso sobre lo permitido está creciendo.

La Generalitat aspira a continuar extendiendo los radares de tramo, ya que se han revelado como un buen método en la lucha contra la siniestralidad. La demarcación de Lleida es la menos vigilada con estos cinemómetros, con solo cuatro (dos de ellos los de Vielha), seguida de Tarragona con cinco (tres de ellos en las Terres de l’Ebre). En Barcelona y Girona cuentan con nueve dispositivos cada una. Los dos últimos, de hecho, se colocaron hace solo dos meses en la C-31 entre Vilanova i la Geltrú y Sant Pere de Ribes (Garraf). 

Perder la noción del tiempo

Uno de los que despierta más dudas, por su longitud, es el que hay entre Ulldecona y Amposta, en sentido norte. Tiene 18 kilómetros y es uno de los más prolíficos en sanciones. Los usuarios habituales de ese trayecto por la AP-7 relatan que el inicio del control sí es evidente pero, como es tan largo, se pierde la noción del tiempo y muchas veces se superan los 120 kilómetros por hora, haciendo inevitable la multa.  

Las demarcaciones de Girona y Barcelona son las más vigiladas, con nueve cinemómetros de este tipo cada una 

Cuando se inició la implantación de los radares de tramo hubo dudas sobre si se señalizaba el final del tramo vigilado, un asunto siempre controvertido y que no ha ahorrado críticas de clubes automovilísticos como el RACC. El coordinador de Mobilitat i Seguretat Viària del Servei Català de Trànsit, Òscar Llatje, recuerda que lo que debe tener claro un conductor es el respeto de los límites de velocidad, no si está bien señalizado o no.

Recaudación para campañas

Sin embargo, los radares nunca logran evitar la crítica ciudadana, ninguneando el mérito en la prevención de accidentes y viéndolos solo como una máquina de recaudar. Pero ese dinero se destina íntegramente a políticas de seguridad vial, tales como campañas de concienciación para prevenir muertes en la carretera.

211 dispositivos fijos que incoaron 620.000 sanciones

Pero no solo con los radares de tramo se vigila la velocidad. A estos 27 se suman otros 211 cinemómetros fijos, cuya ubicación también es pública y divulgada por las autoridades de Trànsit. El objetivo, de nuevo, es que en ese recorrido en el que se decide instalar uno de estos dispositivos porque es potencialmente peligroso, los conductores no corran más de la cuenta. En estos 211 puntos, el año pasado se pusieron 620.024 multas, una cifra ligeramente inferior a la del 2016, que habían sido 626.239. No obstante, fue el 2014 cuando se había registrado un volumen mayor de sanciones, con 742.018. Al año siguiente, a pesar de que la movilidad ya había arrancado por la salida de la crisis, se produjo un descenso notable por cuestiones técnicas. Y a estos dos tipos de radares se suman los cinemómetros móviles instalados en las patrullas de los Mossos d’Esquadra, en ocasiones por dispositivos especiales de control de la velocidad.