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Maduro crea una superintendencia dedicada a atacar al uribismo e incidir en las próximas elecciones colombianas – La Gaceta de la Iberosfera

En medio de toda la pompa del caso, el 18 de febrero Nicolás Maduro anunció la creación de una Superintendencia Nacional Antidrogas en Venezuela, con el propósito de que esta se erija en el máximo órgano del régimen para encabezar la lucha contra los estupefacientes. Además, ese día el mismo Maduro indicó que haría entrega de un proyecto de Ley Antidrogas a la Asamblea Nacional manejada por el chavismo. La recién creada Superintendencia quedará administrada –para sorpresa de nadie- por un militar; en este caso un Mayor General llamado Richard López Vargas.

En dicho acto el tirano venezolano no escatimó en aportar datos sobre el desastre que representa la Colombia actual en materia de drogas, señalando que hasta el 70% de la cocaína que se consume en el mundo es producida en territorio colombiano:

“Venezuela tiene un récord de capturas, incautación y destrucción de drogas producidas en Colombia. El 100% de la droga incautada en Venezuela proviene del narcoestado colombiano”, precisó Maduro.

No se puede ser inocente: el súbito interés de la tiranía chavista por crear un “organismo” que señale culpas sobre un problema que evidentemente existe, pero que ha sido descuidado e incluso fomentado desde el régimen que primero protagonizó Chávez y ahora encabeza Maduro, solo puede llevar a pensar en intensiones oscuras.

En 2022 se deben realizar elecciones presidenciales en Colombia y la izquierda, que estuvo a punto de hacerse con el poder hace casi 4 años, parece querer volver recargada y no desperdiciar esta oportunidad de lograrlo. La lógica es sencilla: el chavismo, más que crear una política pública de control de drogas, acaba de inaugurar una agencia de propaganda que le permita enfilar contra Iván Duque y el uribismo en los meses que restan desde ahora hasta la realización de los comicios presidenciales en aquel país.

El propio Gustavo Petro ya ha comenzado a moverse en este sentido. A principios de Febrero incluso ha propuesto a todo el anti-uribismo unirse en un frente común (probablemente protagonizado por él mismo o alguno de sus leales colaboradores) de cara a las elecciones. Petro estaría dispuesto incluso a unirse con el centro-izquierda colombiano que se agrupa fundamentalmente en torno al llamado Partido Verde y a distintos sectores derivados del tradicional Partido Liberal, así como de individualidades que ya han concurrido como candidatos presidenciales en el pasado, como ocurre con los casos de Sergio Fajardo y Humberto De La Calle.

La pregunta es si esta supuesta izquierda democrática de verdes y liberales está dispuesta a transigir con el exguerrillero y representante del Foro de São Paulo en Colombia, llegando incluso a avalarle a él o a quien él designe como el candidato de un gran frente anti Uribe. A priori luce que la tarea para Petro no será fácil, puesto que ya varios dirigentes le han repelido. Sin embargo, no hay que perder el asunto de vista, puesto que cuando los comunistas se empeñan en conseguir algo, generalmente lo logran. La persistencia –en el error, en el 99% de los casos– es quizá el mayor bien del que siempre puede preciarse la izquierda. 

Ahora bien, volviendo a Venezuela. ¿Cómo puede salir Maduro a encabezar una lucha anti-narco? ¿Hay un poquito de pudor en sus declaraciones? Yo no lo veo por ninguna parte. Si la proporción de la droga que llega a los mercados de alto consumo como Estados Unidos y países de Europa, se ha disparado en los últimos años, no es solamente porque en Colombia se produce más y más droga cada vez; sino también porque los relajamientos e incluso la cooperación que se le presta a las rutas del narcotráfico para sacar “el producto” desde América del Sur hacia otras latitudes del mundo, son cada vez mayores.

El caso venezolano, bajo un régimen chavista que incluso tiene a altos dirigentes de la nomenklatura socialista indiciados ante la justicia de los EEUU por ser capos de la droga, es una muestra patente de ello. Durante buena parte de la era chavista nunca ha habido voluntad de combatir el tráfico de estupefacientes; más bien ha ocurrido todo lo contrario. De hecho, desde 2005 Venezuela no tiene relaciones con la Drug Enforcement Administration (DEA) de los Estados Unidos. Durante aquel año Hugo Chávez literalmente echó a esta agencia del país, arguyendo que, a través de ella, el gobierno del entonces Presidente de los Estados Unidos, George W. Bush, ejercía labores de “espionaje” sobre su gobierno.

Mildred Camero, expresidenta de la extinta Comisión Nacional Contra el Uso Indebido de Drogas (CONACUID) de Venezuela, ha señalado que durante la administración chavista, ya perpetuada por más de 20 años, la estructura que ha adquirido el negocio de la droga en el país remite más bien a una estructura manejada por las fuerzas policiales y, sobre todo, militares.

“En Venezuela quienes manejan el negocio de las drogas, no son los grupos civiles propiamente, sino grupos de los cuerpos de seguridad del Estado (el CICPC, las policías nacionales, regionales, estatales, municipales y la llamada policía política) y algunos miembros activos y en retiro de nuestras Fuerzas Armadas”, dijo Camero.

Así pues, lo de Maduro es absoluto oportunismo político. No estamos ante un gobierno normal, que asume el tema de la droga como un asunto de salud pública y, en consecuencia, crea planes e instituciones para ponerle el cascabel al gato. No. Tenemos en frente a una tiramía que ha hallado en el narcotráfico un mecanismo para mantener calmadas a distintas familias criminales que operan a lo interno del chavismo, así como un negocio que, en un contexto en el que la venta del petróleo venezolano está restringida en cierta medida por las sanciones emitidas por los Estados Unidos, ha sido capaz de generar un circuito de financiamiento alterno para la “revolución bolivariana” y sus bajos intereses.

Una de esas intenciones oscuras es justamente la de expandir el cáncer que ha representado el socialismo chavista en la región. Y uno de los sitios apetecidos por la vieja izquierda para inocularlo siempre ha sido Colombia. Es una de las joyas de la corona, que ahora está en serio peligro. Esperemos que Duque y el uribismo sepan interpretarlo así, incluso al punto de tener más decisión al momento de confrontar al chavismo cuerpo a cuerpo, como se debe.