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Mal bíblico y símbolo de la impureza

Una mujer nepalí es apartada del poblado y confinada en minúsculas cabañas por estar con la regla. / Zigor Aldama

Las tres religiones monoteístas condenan el periodo. Es un asunto poco estudiado, pese a que el 75% de las mujeres sufren dolor menstrual

Antonio Paniagua

Decía la feminista Gloria Stein a principios de los años ochenta que si los hombres menstruaran la regla se convertiría en un «acontecimiento masculino envidiable y digno de orgullo». «Los hombres presumirían de su duración y de su caudal. Los adolescentes señalarían la llegada de la regla, ansiado símbolo de virilidad, con celebraciones religiosas y festejos exclusivamente masculinos. El Congreso crearía un Instituto Nacional de la Dismenorrea para combatir los dolores mensuales, y el Gobierno proporcionaría fondos para protecciones higiénicas gratuitas»

En todos los tiempos el periodo ha tenido mala prensa. El islam, el judaísmo y el cristianismo lo consideran algo impuro. Basta con ojear el Levítico para darse cuenta de cuán grande es la maldición: «Cuando la mujer tuviere flujo de sangre, y su flujo fuere en su cuerpo, siete días estará apartada; y cualquiera que la tocare será inmundo hasta la noche».

Aún hoy, miles de años después, la regla sigue suscitando muchos prejuicios en la medicina y en la organización de los servicios de salud. «La menstruación es todavía un tema tabú para la asistencia primaria y permanece invisible para la investigación científica», asegura la endocrina Carme Valls Llobet en su libro ‘Mujeres invisibles para la medicina’ (Capitán Swing).


 

«El cuerpo humano no está pensado para que funcione con dolor, y el menstrual no debe pasarse por alto»

El anteproyecto de nueva ley del aborto incluirá un permiso específico y retribuido para las mujeres que sufren menstruaciones e incapacitantes. El presidente del Consejo General de Colegios Oficiales de Médicos, Tomás Cobo, no ve con buenos ojos la medida. «No debemos convertir la fisiología en patología. No hay que convertir procesos naturales en enfermedad. Cuando los síntomas son suficientemente importantes como para sospechar la existencia de una patología, es cuando se tiene que ir al médico, pero no antes. Tratar de convertir en una especie de enfermedad un hecho que es puramente natural en la naturaleza del sexo femenino es absolutamente absurdo», asegura.

Cobo sostiene que si acontece un dolor lumbar severo a causa de la menstruación y la mujer no puede desempeñar su trabajo «lo que debe hacer es acudir a su médico y que este valore si solamente es menstrual o existen otros componentes como la existencia de pólipos uterinos». «Lo importante es que el médico decida en un momento determinado si ese proceso le impide desarrollar su actividad profesional», argumenta.

Infradiagnóstico

El codirector del departamento de Ginecología y Obstetricia de la Clínica Universidad de Navarra, Juan Luis Alcázar, alrededor de un 70-75% de las mujeres padecen dolor menstrual. Así lo certifica un estudio que se hizo hace 20 años en la Comunidad de Madrid. Según Alcázar, la dismenorrea, el dolor que se produce antes o durante la menstruación, está infradiagnosticado, lo que hace que muchas veces no esté tratado. «La interiorización de que el dolor menstrual es algo normal provoca que muchas mujeres no acudan al médico. El cuerpo humano no está pensado para que funcione con dolor, y el menstrual es un síntoma que no debe pasarse por alto alegremente».

Un estudio publicado en 2019 en la versión digital del ‘British Medical Journal’ destaca que las mujeres pierden una media de nueve días al año de productividad a causa del periodo.

La falta de abordaje terapéutico de los trastornos menstruales puede tener consecuencias nefastas. La endometriosis, que sufre entre el 10 y el 15% de la población mundial, suele ser diagnosticada con años de retraso. «Muchas mujeres inician el desarrollo de la endometriosis en la etapa adolescente. Esta enfermedad puede tener consecuencias muy negativas diez o quince años después. Por eso es muy importante la concienciación de la población femenina y de la comunidad médica de la importancia del dolor menstrual», aduce Alcázar.


 

Las mujeres pierden una media de nueve días al año de productividad a causa del periodo

En la mayoría de los casos, el dolor menstrual reviste la forma de dismenorrea primaria o esencial, en que la afectada no presenta ninguna patología y el sufrimiento se presenta por un incremento del espasmo uterino. «El útero es un músculo que se contrae intensamente como consecuencia de una producción exagerada en sus paredes de unas sustancias que se llaman prostaglandinas», explica el especialista. En otros casos, la dismenorrea es secundaria cuando existen patologías, como miomas, adenomiosis, endometriosis o pólipos al nivel del endometrio. «Alrededor de una cuarta parte de las mujeres que sufren dolor menstrual tienen una dismenorrea severa», anota Alcázar.

El dolor menstrual que no va acompañado de patología aparece en las niñas después de la primera regla, a partir de los 13 y 14 años, y el que concurre con enfermedades uterinas suele manifestarse a partir los 25 años. En ocasiones, la dismenorrea secundaria que se da en ciertas endometriosis puede conducir a una histerectomía o extirpación del útero.

Nicho de consumo

Si bien la regla ocupa un cuarto de vida de las mujeres durante su periodo de fertilidad, esto es, unos cuarenta años, esta realidad fisiológica no está muy estudiada. Pese a ello, alrededor de la menstruación hay un cuantioso nicho de mercado. La periodista Élise Thiébaut argumenta en el libro ‘Esta es mi sangre’ (Hoja de lata) que el mercado anual de protecciones periódicas (compresas, tampones, copas menstruales, toallitas reutilizables) representa 26.000 millones de euros. «Es decir, el equivalente al PIB de Baréin, un archipiélago petrolero al sur de Arabia Saudí que sin duda estará encantado de conocer este dato».

La nueva ley del aborto incluirá la baja para mujeres con regla incapacitante

Migrañas, inflamación mamaria, distensión abdominal, hinchazón de piernas, brotes de acné, dolores musculares, nerviosismo, alteraciones del apetito, retención de líquidos… Son algunos de los síntomas que afectan a las mujeres que sufren el síndrome premenstrual, provocado por un exceso de estrógenos cuando existe una deficiencia de progesterona en segunda fase del ciclo menstrual.

Olga Ocón, ginecóloga del Hospital Universitario Clínico San Cecilio, sostiene que el síndrome premenstrual puede presentar una afectación psicológica severa que redunda en un deterioro de la calidad de vida. Las formas más graves de trastorno disfórico premenstrual (una modalidad severa y a veces incapacitante de aquel) son tratadas con antidepresivos, que ofrecen buenos resultados entre un 40% y un 60% de las mujeres después de entre 12 y 18 meses de tratamiento.

Como las bases neuroendocrinas del síndrome premenstrual han sido poco investigadas, muchas de las variaciones del humor se atribuían al rechazo de las mujeres a su menstruación, o a su naturaleza «histérica», señala Valls. «Todavía actualmente muchas se ven rechazadas por los profesionales de la medicina si se atreven a explicar los síntomas relacionados con el ciclo menstrual».