Inicio Actualidad Mimar, no Sumar, el comunismo mimosín de Yolanda Díaz

Mimar, no Sumar, el comunismo mimosín de Yolanda Díaz

Nunca un partido propio fue tan ajeno, nunca una lideresa fue tan liderada, nunca un presidente tan peligrosamente bipolar se presentó a las elecciones con dos partidos, partidos a su vez, nunca el comunismo le echó más azúcar al Gulag. Yolanda Díaz dice que le enseñaron que comunismo significa libertad, pero cien millones de muertos lo desmienten. Y para desmentir más la verdad ha creado una partida -llamarle partido sería heteropatriarcal- que, en realidad, no ha inventado ella sino un chulángano faltón para ver si ensancha por algún lado el voto que ve menguar por todas partes.

El «espacio de Yolanda Díaz», en definición de su creador, tiene un problema: ni existe con Podemos ni existirá sin él. Y la Extrema Izquierda Extrema, incapaz de asimilar tanto azúcar, aparece en Andalucía diabética, acelerada y a trocitos. A Mimar, que no Sumar, sólo le faltaba el aval de Ada Colau para prever un balance electoral como la economía del Barça: un anuncio de lo que haría si pudiera, la impotencia sin sentido del ridículo.

Lo primero que ha hecho la alcaldesa de la ciudad que fue y la ruina que es, ha sido cargar contra Podemos, dejando claro que Sumar empieza por restar su parte mayor: «Hay que imponerse a Podemos por saturación». Cuánta empatía, cuánta sororidad. En Andalucía han fingido echarlos de las listas por error. Pero Ada, como es sin hache, basta hasta decir basta, les ha tirado a la cabeza lo que tenía más a mano: su resentimiento. ¡Como si la Izquierda actual fuera otra cosa! Como si su decrecimiento económico, esa doctrina anticapitalista para niñatos ociosos que pastan en el Presupuesto, no fuera el resentimiento contra el éxito, la reivindicación del fracaso como mérito de los que no tienen otro, los que prohíben las notas para que no se note tanto el fracaso escolar, los que a orillas del plato de jamón predican que comamos hierba para que no notemos la subida del precio de la carne. En fin, esa tribu infinita, mixtura de canallas y cretinos que puebla la casta política occidental y que tiene en España su señor natural en el sociópata de la Moncloa, y su señora en la elegida del señor, ayer Iglesias, hoy Sánchez. A estas tías tan empoderadas resulta que siempre las ha empoderado un tío.

Aunque no tenga el genio del ovillejo diario que exhibe Gulliver en La república de los tontos, vaya este en agradecimiento para Doña Orejas:

Ovillejo de Yolanda en broma

Yolanda empieza por yo
Y en yo Yolanda culmina,
Sube y baja su yo-yó,
pero en Yo, Sánchez termina.
¿Por qué le llamará Su
a lo que es tan solo Mi?
¿Por qué le añadirá Mar
un charco tan pequeñín?
Mimar mima al violador
Que se casó con la Oltra,
mientras la Ahmed, esa es otra,
va en burkini a Benidorm.
Y Ada Colau, tan sorora,
tan grandona y mimosona,
va y pone verde a Podemos
Tras arruinar Barcelona.

Dice sumar y ya resta
Dice mimar y elimina
Para Ayuso es otra mina
esta Me-Ma tan supuesta.

Ella cree vestir bien
cuando se viste de más,
y, claro, con Lastra al bies,

Fashionaria es una star.
Pero es la vice de un chulo
que sólo está sobre Irene,
porque quiso un machirulo
que huía del tercer nene.

En este mundo mendaz
Donde reina la falsía,
tan sólo Yolanda, hoy día,
es mentira de verdad.

Lo de Yolanda, en serio

Que una nulidad tan superficial como Díaz pueda volar tan alto no es, por desgracia, un problema sólo español, aunque en España nos duela más. Basta ver a Macron pidiendo «no humillar a Putin» para comprobar que el problema de las ideas es el más serio en unas democracias sometidas a la bulimia de la imagen. ¿Cuánto durará esta tiranía que llena de vacío las cabezas ya privadas de conocimientos en unas escuelas convertidas en guarderías? ¿Hasta dónde llegará el poder de esta dictadura mediática de extrema izquierda que impone la ideología woke en los medios y las aulas?

Uno quiere pensar que la invasión de Ucrania por la recosida URSS de Putin, impondrá cada vez más, en la derecha y la izquierda, el principio de realidad sobre el principio del placer de lo woke, ese despertar al sueño de los justos, que antaño significaba la muerte. La democracia se defiende con las armas, no sólo con las urnas; y frente a los enemigos de las urnas, son necesarias las armas. Por eso, tras la última versión de la Ostpolitik alemana, la entrega a Moscú a cambio de gas barato, y tras el asqueado abandono de Europa por los USA, la realidad de la violencia a campo abierto se ha impuesto al pacifismo de salón y todos deben recapitular.

Los países vecinos de la Rusia neosoviética han pedido el inmediato ingreso en la OTAN, que entre Merkel y Trump habían sepultado, y que, paradojas de la historia, ha sacado de la cripta la momia Biden. Porque ha vuelto, en las ‘tierras de sangre’ de la vieja Europa, lo que no fue nunca un fantasma sino la realidad más cierta del último siglo: el comunismo. Y la realidad, aunque sea mortal, siempre se impone. Lo malo es que nos pille medio muertos.

Fichajes, llegadas y despedidas

El viernes fui al Bernabéu con Carlos Cuesta, flamante fichaje del grupo Libertad Digital. Fuimos a celebrar la temporada mágica del Real Madrid y porque se barruntaba la traición de Mbappé, así que, tras felicitar a Florentino por la nueva Liga, la nueva final de la Champions y el nuevo estadio, su pirámide, le dije, en plan Arniches: «¿Mbappé? ¿Pa´qué?». Al Madrid lo ha engañado el que dijo que quería ser el mejor futbolista del mundo en el mejor club de la historia. No será lo primero sin lo segundo. Ganará más que nadie, Macron le fichará a Zidane y el jeque le pagará a su madre en diamantes de sangre, pero nunca jamás será jugador del Madrid y siempre estará por debajo de los Di Stéfano, Zidane, Cristiano o Benzema, que supieron entender que ningún futbolista está por encima de este club. Mal está el engañado, peor el que se ha engañado a sí mismo de por vida.

Como Di Stéfano con Bernabéu o Zidane y Cristiano con Florentino, Carlos Cuesta es para nosotros un fichaje estratégico. Estaba con nosotros, pero no del todo, y lo queríamos en su integridad, en todos los sentidos. Al darnos su palabra, sólo pidió hablarlo antes con Eduardo Inda, y así quedó, caballerosamente acordado, entre madridistas. Pero no acaban ahí los fichajes, en el futbol ni en los medios. El Mundo, diario de papel en el que escribo hace décadas (contando con su predecesor Diario 16, este 2022 cumpliré 40 años como columnista) ha nombrado nuevo director a nuestro contertulio Joaquín Manso, que sucede a nuestro también contertulio Paco Rosell. Es fácil saludar al que llega, con todas las condiciones para marcar una época; menos acostumbrado es despedir como merece al que se va.

Sin Paco Rosell habría sido imposible calmar el tremendo oleaje del post-pedrojtismo, a director por año, y superar una crisis casi terminal en la prensa de papel. No sólo ha sabido templar embestidas sin forzar la figura, sino que ha agavillado una nueva generación de creadores de opinión sin paralelo en la prensa española y a los que, coincidas más o menos con su criterio, cada día hay que leer. En estos años he tenido con Paco la misma libertad que con los que le precedieron, pero en tiempos menos difíciles. Y al margen de la excelente relación comercial entre nuestras empresas, esRadio ha sabido que podía contar cada día con El Mundo en la defensa de la unidad nacional, el orden constitucional, la monarquía parlamentaria y las libertades frente al despotismo de Sánchez. Estoy seguro de que con Joaquín Manso seguiremos defendiéndonos juntos, como con Paco Rosell.

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