Inicio EEUU Muere mexicano que confortó a Robert Kennedy tras atentado

Muere mexicano que confortó a Robert Kennedy tras atentado

Cuando Robert F. Kennedy decidió tomar un atajo por la cocina del Hotel Ambassador de Los Ángeles tras clamar victoria en la elección del candidato del Partido Demócrata por la presidencia en 1968, Juan Romero se admiró de su buena suerte.

Eso significaba para el asistente de camarero de 18 años una oportunidad de estrechar la mano de su héroe -el hombre que él estaba seguro de que se convertiría en el próximo presidente de Estados Unidos- por segunda ocasión en dos días.

Romero acababa de estrechar la mano de Kennedy cuando se escucharon los disparos, uno de los cuales impactó al senador en la cabeza.

Kennedy moriría al día siguiente, y el inmigrante mexicano que lo había idolatrado llevaría la carga emocional de ese encuentro durante la mayor parte de su vida.

“Lo recuerdo una vez diciendo que se sentía culpable”, afirmó su hija Josefina Guerra el jueves. “Él pensaba que fue su culpa”.

Su padre le explicó: “Si yo no hubiera extendido mi mano, él no habría sido baleado”, agregó la mujer.

Romero falleció el lunes en un hospital en Modesto, California, después de sufrir un ataque cardiaco, informó Rigo Chacón, un viejo amigo de la familia y exreportero de televisión, a The Associated Press el jueves. Tenía 68 años.

Romero, que se mudó de Los Ángeles hace varias décadas, pasó la mayor parte de su vida en San José y Modesto, ciudades del norte de California, de acuerdo con Chacón.

Trabajó en la construcción, incluyendo pavimentación con concreto y asfalto, disfrutando del trabajo físico sin intenciones de jubilarse en un futuro cercano.

“Juan era un tipo grande, fornido y musculoso, y parecía estar en buen estado de salud”, señaló Chacón, que añadió que su muerte conmocionó a familiares y amigos.

Nacido en el pequeño poblado de Mazatán, en el estado mexicano de Sonora, Romero vivió en Baja California hasta que su familia obtuvo permiso para llevarlo a Estados Unidos a sus 10 años.

Trabajaba en el Hotel Ambassador el día previo a las elecciones primarias de junio de 1968 en California cuando Kennedy y sus asistentes ordenaron servicio en la habitación y él fue llamado a ayudar a hacer la entrega.

“Lo único que recuerdo es me quedé con la boca abierta mirándolo”, relataría Romero tiempo después.

Finalmente, Kennedy se acercó, estrechó la mano del adolescente con ambas manos y le dijo “gracias”.

“Nunca olvidaré ese saludo y la mirada… observándome fijamente con esa mirada penetrante que decía ‘soy uno de ustedes. Estamos bien’“, recordaría. “No prestaba atención al color de mi piel, no prestaba atención a mi edad… me veía como estadounidense”.

Luego que Kennedy ganó las elecciones primarias y agradeció a sus partidarios en el Salón Embassy del hotel, el senador de Nueva York tomó un atajo por la cocina para reunirse con los reporteros.

Romero tuvo la oportunidad de verlo de nuevo.

Después de los disparos y que Kennedy se desplomara, Romero sujetó la cabeza ensangrentada del candidato.

“¿Todos están bien?”, preguntó Kennedy, y Romero le respondió que sí.

“Todo va a estar bien”, sostuvo el senador poco antes de perder el conocimiento.

Durante esa breve charla final, Romero colocó un rosario en la mano de Kennedy mientras los fotógrafos de los medios tomaban fotos frenéticamente. Kennedy murió al día siguiente a los 42 años.

Debido al rosario, a su uniforme blanco de asistente de camarero y a su mirada beatífica, algunos medios confundieron a Romero con un sacerdote.

Josefina Guerra explicó que su padre sintió culpa por años sobre el incidente, del cual solía hablar muy poco con ella.

“Creo que eso lo hizo una persona dura, el contener todo eso… siendo adolescente, lidiar con eso”, indicó.

Además de Josefina, a Romero le sobreviven sus hijas Elda Romero y Cynthia Medina; su hijo Greg Romero, ocho nietos y una bisnieta.