Inicio Actualidad No a la dictadura sanitaria – La Gaceta de la Iberosfera

No a la dictadura sanitaria – La Gaceta de la Iberosfera

Pasaron las fiestas navideñas, llegó el 2022 pero los problemas del año que acaba de terminar continúan vigentes y a ellos se sumó un furioso rebrote de covid en prácticamente todo el planeta. 

Que la última variante fuera más contagiosa pero menos agresiva resultó un alivio ya que no alcanzó a estresar los sistemas de salud como pasó durante 2020 y 2021. Sin embargo y a pesar de la ventaja sanitaria que implica la bajísima letalidad que registra el virus en los últimos meses, paradójicamente trajo consigo graves consecuencias políticas. 

Desde la aparición de las vacunas, todos los Gobiernos sin excepción han insistido a la población con la necesidad de cumplir con el esquema de las dos dosis. Desde hace algunas semanas también recomiendan un refuerzo a quienes lleven más de cuatro meses de haber recibido la segunda dosis de la vacuna covid. 

Hasta acá, bien. El debate sobre el apuro con que dichas vacunas salieron al mercado está planteado desde el inicio y la población mundial ha tomado posición al respecto. Quienes aceptaron los riesgos de inocularse una medicina cuyo proceso de elaboración y chequeo no cuenta con menos tiempo del habitual, superan en cantidad a los que prefieren esperar y asumen el otro riesgo: el de infectarse de coronavirus y transitar la enfermedad sin los anticuerpos que la vacunación estaría proporcionando. 

Los burócratas se erigieron en figuras paternalistas que han establecido que sus decisiones sobre la vida de los ciudadanos son mejores que las de los propios ciudadanos

Es preciso entender que el temor a las consecuencias que podría incubar la vacuna en el largo plazo es perfectamente atendible. Por eso resulta antipática la postura de algunas administraciones que intentan forzar la vacunación a través de medidas restrictivas para quienes no lo hagan. El argumento de la solidaridad no alcanza para justificar el atropello a la libertad individual porque, casualmente por no estar sólidamente probada la efectividad de las mencionadas vacunas, sigue teniendo validez la tesis de que no garantizan la inmunidad, como ocurre en el caso de otras enfermedades y sus correspondientes vacunas.

Todo indica que las autoridades han desistido del impulso inicial de imprimir a la vacunación masiva el carácter de obligatorio.  Sin embargo, no estaría ocurriendo lo mismo con el pasaporte sanitario, un engendro de espíritu ostensiblemente autoritario que vulnera la intimidad del ser humano, su libre albedrío, los derechos más elementales que implican la propia determinación y la libertad en todas sus facetas.

La democracia tal como la practicamos en la actualidad ha alterado tanto su genética que ahora es una construcción contra natura donde quienes son servidores públicos, esto es, meros delegados elegidos por la ciudadanía para ejercer la administración de la cosa pública, se erigen en figuras paternalistas dispuestas a dirigir, decidir por el conjunto y se sienten facultadas a imponerse arbitrariamente. Establecieron que, por el mero hecho de ser burócratas estatales, toman mejores decisiones sobre la vida de los ciudadanos que los propios ciudadanos. Un disparate en el que desembocaron las democracias occidentales y cuya consecuencia directa es la conformación de una casta de privilegiados que decide por todos y una masa de súbditos que obedece. Pero el pueblo no es un subordinado, es soberano y los derechos individuales no pueden someterse al arbitrio del burócrata. 

Las izquierdas, siempre agazapadas y dispuestas a manotear al individuo cualquier resquicio de libertad, adhieren calurosamente al avance de los gobiernos con cualquier excusa; ellos celebran el uso abusivo del poder aún cuando no les fue delegado.  

Por ese motivo hay voces a favor del pasaporte sanitario. Porque para la izquierda el recorte de libertades es un fin en sí mismo. 

Las cartas sobe la mesa: los liberales hemos descuidado la defensa de nociones que no pertnecen al ámbito de la economía

Ahora que el nuevo orden mundial se hace cada vez más explícito enancado en los postulados del “buenismo” que cultivan por igual el feminismo, el ecologismo, la preocupación por el cambio climático, los derechos de las minorías, el indigenismo y las migraciones ilegales, los liberales tenemos que reconocer que hemos dedicado ríos de tinta a cuestiones estrictamente económicas. Con las cartas sobre la mesa, quedó palmariamente demostrado que nuestras recetas sacaron a millones de seres humanos de la pobreza y son las únicas que garantizan el crecimiento económico que influye directamente en la calidad de vida de las sociedades; sin embargo y en simultáneo, hemos descuidado la defensa de nociones que no pertenecen al ámbito de la economía.

Así como abundan profesionales brillantes que, con gran destreza, divulgan los principios liminares del liberalismo económico, hemos padecido una carencia de referentes políticos de derechas que alzaran su voz para alertar sobre la necesidad de contar con instituciones republicanas vigorosas y destacaran el rol de la libertad. Ese vacío permitió el avance de las ideas colectivistas que hoy imponen sus condiciones y preferencias. “Cuando uno suspende su facultad de juicio independiente, uno suspende su conciencia. Detener la conciencia es detener la vida” decía Ayn Rand. 

En la actualidad son muy pocos los líderes políticos que se atreven a poner en evidencia las intenciones de la agenda globalista y a sus principales personeros. Pero ese puñado está despertando conciencias.

Por eso, que el proyecto de imponer un pasaporte sanitario concite un fuerte rechazo entre los ciudadanos en distintas partes del  mundo es una poderosa señal a los Gobiernos que insisten con cercenar la libertad individual. Ha llegado el tiempo de frenar a los burócratas de Bruselas y a sus acólitos. 

Definitivamente “No” al pasaporte sanitario.