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No es el camino correcto – Fundación Disenso

En vez de pelear contra un régimen que lleva tres años pisoteando las libertades de los nicaragüenses, el FMI les da un balón de oxígeno que mejora su liquidez

Nicaragua sufre un proceso de regresión democrática desde el mes de abril del año 2018. En dicha fecha, los estudiantes tomaron las calles y salieron a protestar en respuesta a las reformas implementadas al seguro social por el Ejecutivo Ortega-Murillo. Las manifestaciones dejaron más de trescientas personas fallecidas y más de mil detenidos.

En noviembre tendrán lugar elecciones generales en dicha nación. El régimen autoritario que mantiene el control sobre el país no quiere sobresaltos. Por ello, antes de comenzar la campaña electoral, la dictadura inició la detención de todos aquellos que pudiesen representar una amenaza. Hasta el momento, han sido detenidos varios líderes de la oposición: Cristiana Chamorro, Arturo Cruz, Félix Madariaga, Juan Sebastián Chamorro, Miguel Mora, Medardo Mairena y Noel José Vidaurre.  Los delitos que les han llevado a prisión son «traición a la patria» y en algunos casos «terrorismo». Unas acusaciones delirantes cuando se conoce el bagaje profesional y vital de dichas personas.

Además de los líderes opositores, el régimen ha encarcelado a varios estudiantes, periodistas, miembros del Partido Conservador e incluso a viejos compañeros de la revolución sandinista como Hugo Torres, Dora María Téllez y Víctor Hugo Tinoco. La última noticia tiene que ver con Sergio Ramírez. La Fiscalía nicaragüense dictaba una orden de detención contra el famoso escritor, en su momento Vicepresidente de la República entre los años 1985 y 1990.

El escenario que se presenta no parece muy democrático. De hecho, es evidente que las elecciones que tendrán lugar en noviembre no disfrutarán de los mínimos estándares de calidad y transparencia. El régimen sandinista utilizará los comicios para mostrar fuerza y enviar un mensaje claro: El país les pertenece y nadie podrá realizar ningún tipo de oposición. Ante esta situación, los distintos organismos internacionales y los líderes democráticos han hecho nada o casi nada. Desafortunadamente, no se han puesto en práctica medidas que presionen al sistema con ánimo de proteger el sistema democrático y a todos los opositores detenidos. Más bien lo contrario.

El Banco Central de Nicaragua reconocía el pasado veintitrés de agosto la recepción de un crédito de 353.5 millones de dólares por parte del Fondo Monetario Internacional (FMI). El organismo financiero facilitaba el dos de agosto «una asignación de Derechos Especiales de Giro para cubrir las necesidades de reservas a nivel mundial y ayudar a los países miembros de esta institución a hacer frente al impacto de la pandemia del COVID 19». 

En vez de pelear contra un régimen que lleva tres años pisoteando las libertades de los nicaragüenses, el FMI les da un balón de oxígeno que mejora su liquidez. Según el citado organismo internacional, la acción se justifica con «objeto de promover la resiliencia y la estabilidad de la economía global». Todos sabemos que dichos fondos servirán parcialmente para enriquecer, aún más, a la familia Ortega – Murillo, dueña y señora de Nicaragua en estos momentos. Pocos de estos fondos irán dirigidos a mejorar las medidas para enfrentar la pandemia del COVID 19.

Son varias las preguntas que surgen cuando uno observa este tipo de acciones. ¿Qué razones motivan el rescate de una dictadura? Realmente, ¿sirven estas decisiones para proteger a la población nicaragüense? ¿Contribuyen estos «balones de oxígeno» a la recuperación de la democracia en el país centroamericano? Desafortunadamente, esta inyección de liquidez servirá para salvar la dictadura. Por lo menos durante un tiempo. Además, con unos dólares que nunca devolverán.  Lo anterior evidencia el bajo compromiso que posee el FMI con la libertad, el Estado de Derecho y la democracia. Este no es el camino correcto para proteger la estructura de derechos y libertades de los nicaragüenses.

El ejemplo del FMI muestra con toda claridad la doble moral que impera en algunos organismos internacionales. Es imperativo idear nuevos espacios de cooperación con objeto de proteger adecuadamente los sistemas democráticos y las libertades de las personas. De lo contario, la democracia tiene los días contados en la Iberosfera.