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Presentan una ley para borrar a Donald Trump de la historia – La Gaceta de la Iberosfera

El Partido Demócrata de Estados Unidos ha presentado un proyecto de ley para que se quemen las cadáveres de los expresidentes nacidos en Nueva York cuyo apellido empiece por T y acabe en P y que sus cenizas se arrojen a un vertedero.

Es broma: el proyecto de ley solo pretende que los presidentes que hayan sido sometidos a dos procesos de destitución -impeachment- no sean enterrados donde están enterrados los presidentes de Estados Unidos, en el cementerio de Arlington. No importa, naturalmente, que el sujeto superhipotético al que se refiere el proyecto haya salido absuelto de ambos procesos. ¿Se les ocurre algún nombre?

La responsable de esta magnífica pieza de rencor y mezquindad postmortem es la congresista demócrata por California Linda T. Sánchez y, con el expresivo nombre de Ninguna Gloria para el Odio, impediría, asimismo, que se pusiese el nombre de Trump a proyectos federales, monumentos, edificios o tierras. Al cierre de esta edición no queda confirmado que se vaya a realizar una maldición del nombre de Trump por toda la eternidad, ni tampoco la obligatoriedad de referirse al expresidente como Aquel Que No Debe Ser Nombrado.

Durante años, Donald Trump echó gasolina sobre las mentiras [no me hago responsable de lo absurdo de la imagen], animando el racismo y el odio, y luego encendió una cerilla el 6 de enero”, se explicó la congresista. “Un presidente que ha sido sometido dos veces a un ‘impeachment’ no merece los honores otorgados a un expresidente. Nunca deberíamos honrar el odio que Donald Trump personificó como presidente. Este proyecto garantiza que no hay gloria para el odio: ni un edficio, ni una estatua; ni siquiera un banco en el parque”.

La Ley Ninguna Gloria para el Odio prohíbe el uso de fondos federales para cualquier símbolo, estructura, edificio o tierras públicas que conmemoren a un expresidente sometido dos veces a un proceso de destitución por la Cámara de Representantes, o que haya sido condenado por un delito estatal o federal en relación con el ejercicio de su cargo.

Oh, vaya. El de odio es un concepto tan elástico, ¿no les parece? Ese es el verdadero secreto de su éxito en la política moderna. Nadie en su sano juicio querrá hacer la pública defensa de algo tan feo, nadie va a presentarse como adalid del odio. Por otra parte -y aquí viene la parte bonita de este asunto- es el poder, y no el sujeto, quien va a definir qué es ‘odio’, cuándo se actúa movido por ese sentimiento tan íntimo y lábil.

Y, ahora, adivinen la expresión de qué tipo de ideas se va a achacar indefectiblemente al ‘odio’. Exacto: las que se aparten un milímetro de los dogmas del pensamiento único imperante. Personalmente, me he hartado de leer en redes sociales a tipos deseando que mueran todos los varones, o todos los blancos, o todos los heterosexuales. Pero eso, ¿saben?, no es odio. No odio-odio, no del malo. Cuando los fogosos chicos de Antifa y Black Lives Matter sembraron la destrucción y la violencia en 22 ciudades de Estados Unidos, con un resultado de una veintena de muertos y pérdidas incontables, aquello era amor del bueno.

¿Qué pruebas hay de que Trump haya actuado alguna vez por ‘odio’? Ninguna, naturalmente; o no más que cualquier otra persona y, en especial, cualquier otro político.

Pero hay una decidida, casi enloquecida, obsesión por borrar la presencia de Donald Trump del panorama político, hacer como si nunca hubiera existido y arrasar con cualquier posibilidad de que él o su movimiento puedan representar la menor amenaza para el orden establecido. Es el Trump Derrangement Syndrom en su variante más pura.