Inicio Opinión Quim Torra y el neofascismo, por Joaquim Coll

Quim Torra y el neofascismo, por Joaquim Coll

Cuando se escriba con algo más de distancia sobre este triste periodo de la historia de Catalunya y se señalen a los responsables de la ruptura de la convivencia interna, el ‘president’ Torra en tanto que títere de Carles Puigdemont figurará en primera línea. El artículo que días atrás publicó en EL PERIÓDICO y otros medios es un ejemplo de la ideología ultranacionalista que nos empuja hacia el desastre. Tras el fracaso del ‘procés’, el separatismo sigue sin asumir que el intento de secesión no solo fue ilegal sino también ilegítimo en términos democráticos (la gravedad del golpe parlamentario del 6 y 7 septiembre es insoslayable), con lo que el conflicto sociopolítico es principalmente entre catalanes. En lugar de aceptar esta premisa, a partir de la cual se podría restablecer la normalidad institucional e iniciar un proceso de reconciliación entre unos y otros, el núcleo radical que gobierna la Generalitat y dirige la acción separatista se atrinchera con un discurso tan ilusorio como fanatizado que alimenta el enfrentamiento interno.

El artículo de Torra es deleznable porque en nombre de un supuesto «combate por la libertad», solo del gusto de los independentistas, justifica la apropiación partidista del espacio público y de las instituciones, que en una sociedad democrática es de todos y, por tanto, de nadie en exclusiva. La exhibición permanente de simbología partidista es ilegal, tal como ha quedado establecido reiteradamente por la justicia, pues choca contra el principio de neutralidad y atenta contra la convivencia entre ciudadanos de diferente ideología. Es un principio básico en todas las democracias del mundo, que había funcionado con normalidad en España hasta que el separatismo decidió adueñarse de las calles de Catalunya. Torra no solo ignora esta regla esencial de la democracia sino que con su artículo persigue intimidar a aquellos ciudadanos que, frente a ese abuso de poder y la inacción de los sucesivos gobiernos españoles, han decidido valientemente retirar esteladas, lazos y cruces amarillas del espacio público o pancartas políticas de los balcones consistoriales. Insinúa que los Mossos, con la excusa de que se trata de «agresiones fascistas», actuarán para poner fin a esas acciones.

La lamentable persistencia de grupúsculos franquistas, por fortuna muy minoritarios, o de extrema derecha españolista, que en algunos casos protagonizan actuaciones violentas, no nos puede confundir sobre el hecho de que hoy el auténtico peligro para la democracia en Catalunya es la ideología separatista. Se trata de un movimiento ultranacionalista de naturaleza hispanófoba, que desprecia al resto de los catalanes, y para el que todo está permitido, desde fabricar ‘fake news’ en redes, recurrir a la homofobia para criticar a los rivales políticos, hasta cerrar el Parlament si eso conviene a sus intereses. Recurre sin pudor a la manipulación y la mentira, cultiva el resentimiento y el victimismo para atrapar emocionalmente a su parroquia. Se envuelve con la bandera de la libertad pero es una ideología xenófoba, antidemocrática y, por tanto, neofascista.