Inicio Opinión Rascacielos sociales, por Eva Arderius

Rascacielos sociales, por Eva Arderius

No podían decir que no. Los partidos de izquierda del Ayuntamiento de Barcelona estaban obligados a aceptar la propuesta que han hecho las entidades que mejor conocen el drama de la vivienda y que el Gobierno de Ada Colau ha hecho suya. Finalmente los promotores privados tendrán que ceder el 30% de las nuevas construcciones o grandes rehabilitaciones a pisos públicos. El acuerdo es mayoritario pero no se ha logrado que sea unánime y esto es difícil de justificar con una emergencia habitacional tan grave: la vivienda pública en Barcelona no llega ni al 1,5%, mientras que el mínimo aceptable sería del 15. Hay gente que tendrá que vivir en barracones, los precios del alquiler no paran de subir, hay 36.000 personas que esperan un piso público y desahuciados con niños que viven provisionalmente en pensiones indignas.

Colau ha conseguido ‘in extremis’ aprobar una propuesta que puede revertir algunos de estos datos. Pero el triunfo de la alcaldesa es parcial. La propuesta no es suya, proviene de las entidades y cuesta de entender que una medida como esta llegue al final de la legislatura, cuando el problema de la vivienda hace tiempo que se conoce. Se han perdido tres años y solo queda uno de mandato. Veremos que hace con ella el próximo gobierno, en caso que cambie de color. Cruzaremos los dedos para que le dé continuidad.

La implicación del sector privado

Aun así, la historia de esta iniciativa tiene final feliz y deja algunas conclusiones. Demuestra que con el tema de la vivienda hay que implicar al sector privado, que se necesitan soluciones radicales y también evidencia la falta de suelo de esta ciudad.  A Barcelona siempre le ha gustado más crecer en horizontal que en vertical, pero puestos a cambiar las cosas, también podríamos revertir esto. ¿Por qué no subimos la altura de los bloques o equipamientos municipales, siempre que sea para hacer pisos asequibles? ¿Por qué no un rascacielos social en el 22@? Los mismos promotores están de acuerdo que en el distrito tecnológico se hagan menos oficinas y se permita hacer más casas.

Entretodos

Hace unas semanas hablé con el exalcalde Joan Clos. Ha vuelto a Barcelona y sigue apostando e imaginando nuevos rascacielos, dice que en Glòries estaría bien construir uno para que “dialogue” con la torre de Nouvel. Sorprende escuchar a alguien defender los edificios altos. Aquí siempre los hemos encontrado demasiado ostentosos. Se han asociado a la especulación, los hoteles, oficinas y viviendas de lujo. Pero, ¿por qué en el ‘skyline’ de Barcelona no pueden haber rascacielos sociales? Ahora que somos valientes y que nos hemos puesto, de verdad, a incrementar el parque público tendríamos que aprovechar esta inercia. Hay que replantearlo todo. Solo se necesita que el Ayuntamiento sea exigente para evitar barra libre de tocho.

Seguro que hay quien piensa que incrementar la densidad de la ciudad y la dimensión de los edificios es afear Barcelona pero la solución por la falta de vivienda no vendrá de las opciones más conservadoras. Aquí todo el mundo tendrá que hacer renuncias. Nos gusta ver el cielo de nuestra ciudad, pero lo que más nos tendría que gustar es que todo el mundo pueda vivir en ella.