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Sánchez, paréntesis en la democracia

Perseguir al padre, al hermano o al novio de Isabel Díaz Ayuso era una cosa normal en democracia, una obligación, máxime si la operación partía de gobiernos y medios de la izquierda. Pero el bumerán hizo el movimiento para el que fue creado y acabó en el cogote de su lanzador. Ahora resulta que no, que estas cosas de la familia no valen en democracia si van contra uno.

Cuando Alberto Núñez Feijóo pidió cuentas a Pedro Sánchez por los episodios de corrupción que anegan su mandato y llegan hasta el patio familiar, el presidente contestó muy airado disparando contra la pieza que la izquierda se pelea por abatir para seguir existiendo:

Le exijo, señoría, que pida la dimisión de la señora Ayuso como presidenta de la Comunidad de Madrid aunque eso le cueste el puesto como al señor Casado.

El ministro de Exteriores, José Manuel Albares, lamenta ahora haberse enterado por la prensa de la apertura de diligencias contra Begoña Gómez y critica a El Confidencial por «conocer asuntos judiciales mucho antes que los interesados». Nada que ver con lo vivido hace un mes por otra ministra y vicepresidenta, María Jesús Montero, que habló a las 17:30 sobre una noticia que iba a publicar a las 21:00. Pero claro, era exclusiva de El Diario y la protagonizaba el novio de Ayuso, la que no tiene pena ni familia que proteger. Se nos desbordan los raseros.

Todo en Sánchez es accidente. Desde que llegó al PSOE, le acompaña la excepcionalidad, el atajo, la anotación al margen. Encaramado al caos llegó a la secretaría general del partido con Koldo como custodio de los avales, todo un presagio. Accedió al poder por la vía de la moción de censura inspirada en una sentencia ad hoc, obra del juez De Prada, de la que tanto hemos hablado y que sus víctimas se empeñan en olvidar. Sus gobiernos se han formado con el más estrambótico desprecio por la Constitución. Son accidentes también sus leyes, sus pactos internos, sus relaciones exteriores. Hasta su teléfono es un peligro.

La carta del presidente, anormal también, lo resume todo: es la confesión de un narciso con vocación totalitaria. Además, ni siquiera va dirigida «a la ciudadanía», como presume, porque excluye a los denunciantes, a los medios de comunicación y a los ciudadanos que no le bailan el agua ni le lloran la desdicha. Son todos, según Sánchez, de extrema derecha o «ultraderecha». Son, de hecho, los culpables de la insondable pena del presidente. Y por eso la carta no va dirigida a la ciudadanía sino a sus camaradas. Es la carta de un dictador que hace rotar a toda España sobre el eje de su imagen, de sus deseos, el de su vida personal.

¿Qué ha pasado? Catálogo de rumores

El lunes 29 de abril conoceremos la decisión de Sánchez. O no, quién sabe. Pero quizá no lleguemos a conocer las razones que han motivado este enésimo accidente. La noche del jueves al viernes los mentideros escupían todo tipo de versiones sobre la decisión del presidente. El problema es que los mentideros ya no son lo que eran y resulta imposible distinguir una fuente política fidedigna de una contaminación controlada… o a un político de un periodista.

¿Se va por amor a Begoña? ¿Se va por Pegasus? ¿Le van por la deriva incontrolada nacional e internacional? ¿Le consume la tristeza? ¿Es todo esto una pantomima? El problema conocido es que Sánchez siempre miente.

En principio, un tipo que se planta ante el Rey de España con las manos en los bolsillos y las piernas separadas sabiendo de la presencia de cámaras, no parece al borde de depresión alguna. Le faltó el mondadientes en la comisura y las gafas de espejo. Aunque la condición humana explica muchas veces las polémicas más complejas, en este caso lo más enrevesado, lo más accidentado, también podría ser lo más creíble. Y sí, lo del teléfono móvil pinchado, el caso Pegasus, podría ser la principal amenaza, según apuntan algunos.

Para documentar debidamente este rumor hay que recordar que el 10 de julio de 2023 la Audiencia Nacional archivó el caso del espionaje telefónico ante la imposibilidad de llegar a conclusiones claras. La reapertura se debe a nuevos hallazgos procedentes de Francia —consultados a Israel— y trasladados a España sin que el juez los haya solicitado. Aunque parece que la importancia del caso de los pinchazos se centraría en intereses marroquíes, el dilatado tiempo que el móvil del presidente estuvo infectado y expuesto podría dejar otros contenidos sensibles a la luz. Públicos y privados.

Añadamos los platos rotos que va dejando por la escena internacional y su huella en los principales conflictos que vive hoy el mundo: la guerra en Ucrania por la invasión rusa y la de oriente medio tras el ataque de Hamas a Israel. En ambos escenarios la figura de Sánchez es desestabilizadora. En el primer caso, el socio que le sostiene en el poder y que reclama a cambio la amnistía y la independencia tiene abierta una investigación por colaboración con Putin. En el segundo, Sánchez se erige en ariete —solitario— por el reconocimiento incondicional de un estado palestino. Las relaciones diplomáticas entre Israel y España son nulas y el desarrollo de Pegasus pertenece a la empresa israelí NSO Group. Eso no significaría que Israel hubiera movido ficha contra Sánchez pero sí significa ­­—esto es un hecho, independientemente de los rumores sobre el destino de Sánchez— que Israel colabora más con Francia que con España en el flujo de datos sobre el caso Pegasus.

Es posible que nada de esto sea el motivo real de la Operación Narciso de Sánchez. Pero resulta todavía menos creíble que la razón sea la admisión a trámite de una denuncia contra su esposa. Si bien los hechos que comenzó destapando El Confidencial pueden ser de extraordinaria gravedad al incluir el rescate público de una empresa como Air Europa, lo cierto es que un Gobierno como el de Sánchez con un partido como el de Sánchez y unos medios como los que Sánchez tiene a su servicio serían perfectamente capaces de dilatar y hasta bloquear el caso para ganar tiempo de reacción sin necesidad de montar este episodio.

A por el juez y a por la prensa

En España mandan los fiscales de cuerda, no sólo por ideología sino porque están sujetos a la voluntad sanchista que fijó una ilegal dependencia orgánica del Gobierno. Son fiscales de ronzal, variedad pastoreada en su día por Cándido Conde Pumpido, luego por Dolores Delgado y ahora por Álvaro García Ortiz, la brigada político-togada. Ha bastado una orden para que la fiscalía recurra en tiempo récord, 24 horas, la investigación admitida contra Begoña Gómez. Y la fiscal encargada no podía ser otra que Pilar Rodríguez, la misma que filtró conversaciones entre el abogado del novio de Ayuso y el fiscal Julián Salto. Está investigada por ello.

Pilar Rodríguez es pupila de Mariano Fernández Bermejo, para el que trabajó como directora cuando el fiscal que presume de ser «de izquierdas» era ministro de Zapatero. Sin embargo, según el PSOE y la SER, el que está contaminado es Juan Carlos Peinado, el juez que ha admitido la denuncia contra Begoña, porque es de la APM y porque su hija es concejala del PP. No pararán hasta liquidar la carrera de ese juez.

En el terreno mediático, la buena de Intxaurrondo, la implacable Silvia, azote de la derecha, la bien pagá de la tele pública, se puso manos a la obra para explicar cómo se fabrican «bulos» y «trolas». Hasta dijo haber consultado bibliografía. Se ve que se lo sabía de antes, de siempre. Su cara maestría la pagamos todos por obligación y todo apunta a que será el rostro de este NODO revolucionario. A ver si la parte honrada de TVE consigue negarse a las presiones y denunciar los desmanes.

Calentado el ambiente, la implacable periodista no quiso interrumpir ni apostillar a Laura Arroyo, una tertuliana que colabora también con Pablo Iglesias y tiene cargo en Podemos, que en su caro programa de La Hora de la 1 pidió a Sánchez que actuara de inmediato. La transcripción de sus palabras es la siguiente:

«Tiene que tocar el poder judicial que lleva cinco años de bloqueo por ese grupo que, según el presidente, tiene una orquesta de acoso derribo. En segundo lugar, hablar de la intervención directa de medios que no son medios, periodistas que no son periodistas sino corruptos para que dejen de ejercer de cloacas mediáticas porque el lawfare no existe sin ellos».

Casi requiere una traducción pero el fondo queda claro: que se culmine el golpe de Estado interviniendo la Justicia, cerrando medios y actuando contra periodistas. La activista Intxaurrondo ya ha puesto en marcha el soviet de la prensa y pide a los ciudadanos que se echen a la calle y se sumen a un manifiesto que promueve la censura.

Pedro Sánchez es lo que no quiso ser Adolfo Suárez, «un paréntesis en la democracia«. El socialista disfruta en ese espacio de excepcionalidad en el que se diseñan problemas para aportar las soluciones que aseguren el poder. Pedro Sánchez es hoy un paréntesis, un accidente. Está fuera de la democracia. Es de esperar que el lunes lo haya entendido sin matices el PP.

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