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Sánchez remarca en la RAN el «compromiso mutuo de no ofenderse en el ámbito de la soberanía»

Pedro Sánchez y Aziz Ajanouch se han recordado mutuamente los dos asuntos que más irritan las relaciones entre España y Marruecos. El presidente español ha hablado de la «soberanía», de las «fronteras» y de las «aduanas en Ceuta y Melilla». Y el primer ministro marroquí ha remarcado que para su país hay un «conflicto artificial» en el Sáhara Occidental que, por fin, España ha reconocido «apoyando el plan de autonomía propuesto por Marruecos en 2007 como la base de solución más sólida, realista y creíble». 

En su discurso solemne de apertura del plenario de la Reunión de Alto Nivel (RAN), en la sede del Ministerio de Exteriores, en Rabat, Sánchez ha recordado «el compromiso mutuo» de «evitar todo aquello que sabemos que ofende a la otra parte, especialmente, en lo que afecta a nuestras respectivas esferas de soberanía».

Habló el presidente justo después de Ajanouch. Y se refirió al asunto espinoso de las «aduanas» en las «fronteras» terrestres de Ceuta y de Melilla. Concretamente, se declaró «muy satisfecho del éxito de la primera expedición comercial que tuvo lugar el pasado viernes a través de las aduanas» de las dos ciudades autónomas.


Pedro Sánchez refuerza en la RAN las relaciones bilaterales entre España y Marruecos con la firma de 24 acuerdos

Sara Fernández

Poner el sustantivo «aduana»; utilizar la primera persona del plural al proclamar que «vamos a garantizar juntos» que estos pasos fronterizos «sigan abriéndose de manera ordenada y progresiva hasta llegar a la plena normalización del paso de personas y mercancías»; y culminar con «tal y como acordamos el año pasado»… era más una llamada de atención ante los constantes obstáculos del Gobierno de Ajanouch al respecto.

Y es que a nada de eso se había referido el primer ministro marroquí, que se centró en los asuntos de seguridad, mezclando el «narcotráfico, la trata de personas y el terrorismo» con las «actividades de grupos separatistas y de milicias armadas» en su territorio.

Es decir, uniendo al Frente Polisario, y su actividad armada -reiniciada hace ya más de dos años- para la autodeterminación del Sáhara Occidental, con las mafias de la inmigración y el yihadismo islamista que se infiltra desde el Sahel.

Cantidad y calidad

Después de visitar el Mausoleo de Mohamed V y rendirle homenaje a su tumba y a la de Hasan II a primera hora de la mañana, Sánchez se había dirigido a la sede de la Primatura para mantener una reunión bilateral con Ajanouch, primer ministro de Marruecos.

Eran las 10.00 de la mañana y, a esa misma hora, los 12 ministros españoles (todos ellos socialistas) que lo acompañan en esta Reunión de Alto Nivel (RAN) se citaban, cada uno, con sus contrapartes marroquíes.

Hasta 18 ministros de Mohamed VI, al otro lado de la mesa, para cerrar los últimos detalles de los 24 acuerdos que se sellarán en esta cumbre. Y junto a ellos, una declaración conjunta de los dos gobiernos que Moncloa promete que significará «un paso adelante sin precedentes» en las relaciones entre los dos países.

Hasta ahí, los datos, los números, las cantidades, de una reunión que España presenta como «histórica» y que Marruecos se ha encargado de envolver en boato mientras la rebajaba en contenido.

Ni el rey está en Marruecos ni se comunicó oficialmente que no habría audiencia al presidente hasta última hora.

Y una frase que resonará en los oídos de Sánchez mucho tiempo: «La nueva etapa entre nuestros dos países es gracias al apoyo valiente de España al plan de autonomía para el Sáhara», como le recordó ante las cámaras y entre aplausos el primer ministro Ajanouch, «una visión histórica y realista que aquí valoramos». Y como repitió en el plenario, apenas 15 horas después.

Entretanto, fuentes del entorno de Moncloa admitían el mismo miércoles a mediodía -ya comenzados los actos- lo «durísima» que estaba siendo la negociación del programa oficial.

La logística de cada una de las citas -empezando por el foro económico que anticipó la RAN- daba claras señales de improvisación: comparecencias ante la prensa mientras Sánchez comenzaba su discurso, un micrófono de mano para que el presidente se dirigiera a los empresarios, encontronazos con la prensa cuando llegaban las preguntas incómodas…

Cada uno, su parte

Los acuerdos avanzan en esa «agenda común» en aspectos que favorecen a los dos países.

El Gobierno español pone un fondo de 800 millones para financiar proyectos en Marruecos, sí, pero para que se le adjudiquen a empresas españolas. También se abre la vía para el «arraigo por formación» de migrantes marroquíes, para que completen la Formación Profesional iniciada en su país con un curso de «formación dual en empresas españolas». 

Además, Madrid facilita formación en español abriendo secciones bilingües en 80 escuelas, y Rabat abre las puertas a colegios privados de nuestro país para establecerse: el objetivo es apoyar el desarrollo educativo en Marruecos y que las nuevas élites en los próximos años puedan ser más hispanófilas que francófilas…

Pero sobre todo, a España le interesan dos cosas.

La primera, que Rabat se comprometa a una gestión conjunta de la inmigración ilegal: con colaboración entre las patrullas marítimas de ambos países; con una consolidación en el esfuerzo por cerrar en las rutas de salida de sus costas; y sobre todo, con esperanza en que las palabras se conviertan en hechos y sus autoridades vuelvan a aceptar las devoluciones de migrantes irregulares, que han caído en picado en los últimos años, hasta el entorno del 2%.

Y la segunda, que sea verdad, con nombres y calendario, lo que ponía en el comunicado conjunto del pasado 7 de abril sobre la reapertura de las fronteras terrestres y la instalación de aduanas comerciales en Ceuta y Melilla. Ése que Sánchez invocaba en su discurso solemne con bellas palabras –«constatamos con satisfacción el alto grado de cumplimiento de todos los puntos», dijo- y que no termina de arrancar, ni en fondo ni en forma.

Para Marruecos es un «sapo que tragar», si utilizamos la terminología en boga. Porque nadie pone aduanas en una frontera que no reconoce. Y las dos ciudades autónomas son una histórica reivindicación de Marruecos, que siempre ha considerado parte de su «integridad territorial».

Pero España, o el Gobierno -o Sánchez-, ya hizo su parte con ese viraje sobre el Sáhara: se ha puesto del lado de Marruecos en la disputa por si la vieja provincia española ha de ser un Estado independiente o una provincia autónoma de Marruecos.

Así, sin reconocer oficialmente esa «integridad territorial» -porque Moncloa insiste en que «hace falta un acuerdo de las dos partes», es decir, de Marruecos y el pueblo saharaui, representado por el Frente Polisario- «y en el marco de Naciones Unidas»-, Madrid ya entregó su baza. Y a la hora de redactar esta crónica no estaba claro que Rabat haya puesto nombre y fecha a la suya.