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¿Se ha sentido aludido Santiago Abascal con las palabras de Trump llamando «cobardes» a los políticos que no admiten haberse vacunado?

El presidente de Vox, Santiago Abascal, en una sesión plenaria en el Congreso.

MG/AD. – El expresidente de Estados Unidos Donald Trump ha llamado “cobardes” a los políticos que no admiten haberse vacunado. “No quieren decirlo porque no tienen agallas. Tienes que decirlo, si sí o si no, dilo”, señaló el ex mandatario estadounidense.

Si hay un político español que entra dentro de la categoría descrita por el expresidente de EEUU, se llama Santiago Abascal. Su negativa a admitir que se ha vacunado, justificada por el derecho a la privacidad, es reveladora tanto por su falta de valor personal en un asunto que cree que le puede perjudicar políticamente como por la presencia en su nicho de potenciales votantes de numerosos antivacunas.

Como ha sido recordado en las últimas horas, Vox nunca se ha opuesto a la vacunación. Hace un año, no estaba tan interesado en cuestiones de privacidad personal en relación a la salud. En enero de 2021, hizo una pregunta en el Congreso para saber cuántos miembros del Gobierno se habían vacunado y quiénes eran. Antes, en junio de 2020, había presentado una proposición no de ley para pedir “la imposición obligatoria de la vacunación en menores de 0 a 16 años”, refiriéndose aquí a todas las vacunas, por encima de lo que pudieran opinar sus padres. Dos semanas después, la retiró.

¿Se ha vacunado ya, señor Abascal? Ni lo sé ni me importa. Como no me importa lo que van a hacer los miembros de su partido, ni de ningún otro. Aunque confieso que disfrutaría mucho viendo cómo se inoculan el ARN mutado y mutante, todos, ya que tan favorables se muestran al pinchazo masivo. Incluso han hablado de movilizar al ejército para acelerar la campaña, concretamente su grupo parlamentario en la Comunidad Valenciana, sin ir más lejos. En la misma PNL piden la implementación de la telemedicina para evitar nuevos contagios.

Me pregunto qué pensará el representante de su partido en la Comisión de Sanidad, su experto en la materia, su doctor y parlamentario el señor Steegmann, sobre la práctica de la medicina a través de una pantalla de ordenador. Sin contacto humano, viendo a los pacientes a través de una webcam, sin poder olerlos, tocarlos, mirarlos a los ojos. Sí, sí, lo primero es la seguridad. Mantenernos a salvo, que estamos en pandemia. Además, el señor Steegmann es hematólogo y la información más útil que puede obtener, dada su especialidad, viene dada por los valores que marca un análisis de sangre. Pero son muchos los médicos que reivindican el trato personal con los pacientes, ya que un examen a simple vista puede proporcionar información muy valiosa sobre su estado físico y anímico, simplemente el tono de su voz, la tersura de su piel, el brillo de sus ojos. Todo eso puede ser de gran utilidad para un médico que se sabe depositario de la confianza de un paciente, porque en eso se basa, o se basaba antes de que la pandemia pusiera del revés los principios médicos más elementales, la relación médico-paciente: en la confianza.

Y esa confianza se ha roto. Por muy grande que sea el prestigio que lo avala y por muchos seminarios médicos a los que haya asistido su doctor, ni siquiera por sus artículos publicados en un medio de tan reconocido renombre científico como El País, jamás me pondría en sus manos. Le explico por qué.

Allá por mayo de 2020, su doctor recriminaba al Gobierno que no había hecho bien sus deberes con Moderna, la farmacéutica americana que produce una de las “vacunas” a base de ARN mensajero. Lo hacía a través de un tuit en el que decía que el grupo parlamentario de Vox en el Congreso, a fecha de 6 de marzo, había instado al Gobierno a contactar con Moderna. Curiosa fecha porque aún no había sido declarada la pandemia por parte de la OMS (acontecimiento planetario acaecido el 11 de marzo). Pero seguramente el doctor ya sabía que íbamos a vernos inmersos en una amenaza vírica a escala mundial y que el laboratorio Moderna, que no es una pequeña biotecnológica como nos han vendido en los medios sino una rama más de la gran industria farmacéutica que se financia con los mismos fondos que las grandes como Pfizer o Johnson & Johnson, iba a tener lista una vacuna contra un virus del que no se conocía, ni siquiera, la gravedad de la infección que podría causar. Pero como dice el doctor en su tuit, “en Vox estudiamos y trabajamos”. Además constato que tiene facultades adivinatorias, porque ni un título de Medicina, ni siquiera con la especialización en Hematología, permite prever el comportamiento de un agente patógeno completamente nuevo que apenas lleva un par de meses propagándose por el mundo. Igual el doctor desconoce que el estudio de la inmunidad es fundamental a la hora de elaborar una estrategia de prevención, aunque eso es algo que hasta los hematólogos deberían saber.

En este como en tantos otros asuntos, Vox camina entre la incongruencia y el oportunismo. El partido se presenta como el enemigo de todo lo que causa rechazo a sus votantes. Lo que ocurre es que Abascal tiene que mantener el equilibrio entre la mayoría de sus votantes que apoyan la vacunación y el ruidoso sector antivacunas, muy presente en redes sociales.

Mientras la incoherencia campe a sus anchas por los discursos de los líderes políticos, los sufridos ciudadanos nos quedamos sin referentes en quienes depositar nuestra confianza.

No se puede estar en misa y repicando. No se puede defender la libertad individual y los derechos humanos y a la vez dar soporte a los pequeños tiranos autonómicos que están empeñados en implantar una dictadura gracias a un pase que, lejos de responder a una cuestión de salud pública, esconde un proyecto totalitario de control de la sociedad.

Vacunarse o no es una elección personal, pero quien no se posiciona claramente contra el abuso de poder que supone la limitación de la libertad con la excusa sanitaria se convierte en cómplice de la tiranía.

Y en algún momento tendrán que saldar su deuda con la Historia.

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