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Tictac, tictac: Madrid se convierte en la tumba política del timador Pablo Iglesias, que dimite de todos sus cargos en Podemos

Hay adioses que se enquistan. Despedidas que, como la arrogancia del embaucador, se multiplican en el tiempo sin terminar de marcharse del todo. Despertarse un día, ensayar ante el espejo la mueca idónea para el embuste, engolar la voz como si tu último mitin fuese el primero, y decir adiós con la letanía de un lenguaje corporal decadente. Debe de ser triste oír tu propio tictac a sabiendas de que suena para ti. De que te señala con el dedo. Porque llega el momento en que ni tú mismo crees una sola palabra de las que pronuncias, ni tu mirada ya es sincera.

Pablo Iglesias deja la política y todos sus cargos. Los orgánicos en Podemos y los institucionales. Fracasó el golpe de efecto que intentó el secretario general de Podemos al dejar el Gobierno de coalición y presentarse como candidato al adelanto electoral en la Comunidad de Madrid. Y se marcha. «Cuando uno deja de ser útil, tiene que saber retirarse». Con estas palabras se despidió esta madrugada el exvicepresidente del Gobierno.

Iglesias quedó en quinta posición, la última, y Unidas Podemos solo consigue con él 10 escaños (7,2 por ciento). Un grupo que ahora liderará Isa Serra. El partido mejora en tres diputados en comparación con las anteriores elecciones, pero el resultado no sirve para que la izquierda sume y pueda gobernar. Y era ese el objetivo por el que Iglesias dijo presentarse.

«Hemos fracasado, hemos estado muy lejos de sumar una mayoría suficiente para armar un gobierno decente», siguió; y después de señalar el bajón de los socialistas, Iglesias también felicitó a Más Madrid por unos «resultados magníficos». La trascendencia nacional que tiene la región y esta salida de Iglesias repercutirá además en la relación entre los socios del Gobierno de coalición. «No contribuyo a sumar», apostilló. Y ya deja en la rampa de despegue a la vicepresidenta tercera, Yolanda Díaz, que capitaneará la marca moradoa en el Gobierno. Mientras, Podemos se prepara para un proceso de relevo en la Secretaría General.

Los resultados se confirmaron en torno a las 11 y media, pero dos horas antes ya se respiraban pocos ánimos entre los trabajadores de la sede de Podemos, ubicada en el barrio de Ciudad Lineal. Ni siquiera los mariachis que ‘Forocoches’ envió a cantar en la acera de enfrente sirvieron para levantar el ambiente. «Con dinero y sin dinero, hago siempre lo que quiero…». El partido no estaba para bromas.

En 2019, Unidas Podemos registró un 5,6 por ciento y obtuvo 7 escaños. Ya entonces acariciaron el límite de lo que significaría no tener representación parlamentaria. Más Madrid, con Iñigo Errejón a la cabeza, les arrebató aquel día 20 escaños con el 14,69 por ciento. Ahora, esta escisión de los morados, esta vez con Mónica García como candidata, se refuerza y constata que a Podemos le han comido su espacio político. Ni lanzándose el líder a la arena lo recuperaron. Esto también tiene una lectura: el triunfo de las tesis de Errejón frente a las de Iglesias; la migración de un votante descontento y atraído por un proyecto más moderado y un lenguaje lejos de la confrontación.

Ningún dirigente de Unidas Podemos quiso hacer una valoración de las encuestas a pie de urna que barruntaban la mala noticia. Las declaraciones las hizo Iglesias al final, con los resultados ya inevitables. Aplausos al principio y al final y abrazo entre toda la Ejecutiva que le acompañó. Estaba serio. Defendió que su movimiento sirvió para movilizar. «Hemos conseguido que haya participación masiva en el sur», apuntó, aunque también dijo que no lograron frenar con ello «a la ultraderecha».

No recoge el acta en la Asamblea

Iglesias tomó una decisión política desesperada al dejar el Gobierno porque no tenían ninguna figura capaz de revertir la situación descendente en la que se encontraban. El exvicepresidente se lo pidió al ministro de Consumo, Alberto Garzón, pero este rechazó la oferta por lo arriesgado. Isa Serra, portavoz de la Ejecutiva del partido y candidata solo dos años atrás, no era garantía de éxito.

En primer lugar, porque con solo siete escaños en la Asamblea su nombre apenas había lucido en los últimos meses. En segundo, porque está pendiente de la deliberación del recurso de casación que interpuso en el Tribunal Supremo después de ser condenada a 19 meses de prisión por participar en unos disturbios producidos en 2014 durante un desahucio en el barrio de Lavapiés.

El Supremo tendrá que resolver si Serra puede ostentar un cargo público o no, y el partido no podía jugársela con una primer espada que hoy pende de un hilo. Sin embargo, Iglesias no recogerá el acta en la Asamblea y será ella quien se queda al frente por el momento.