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¿Tiempos de locura o de anarquía?

“Lo bueno de esto es lo malo que se está poniendo, porque sólo a partir del colapso es que saldrán las soluciones cuya aparición no se desea que emerjan en un ambiente de paz; de verdadero comportamiento civilizado”.

“Definitivamente, Venezuela tiene que ser invadida por fuerzas internacionales que, en nombre de la paz y del decoro mundial, provoquen un reemplazo del Gobierno actual, impongan otro de transición para que luego, cuando haya condiciones, se convoque a elecciones y, con base en los términos que contempla la Constitución vigente, nazca una administración verdaderamente democrática”.

¿ Qué sucede realmente en el alma cultural de un país como Venezuela que, después de vivir en democracia durante cuatro décadas, y siempre orgulloso de haberse ganado su derecho a la libertad entre guerras y guerras, termina incorporando esas dos reflexiones en la intimidad de su debate?.

Cualquier deducción es posible. Pero lo que sí es cierto es que se respiran dos ambientes: locura o anarquía. Porque la normalidad reflexiva, definitivamente, luce lejana y aislada de la lógica propia de una sociedad que se mueve convencida racionalmente de su mañana; verdadero futuro.

Pero ¿cómo no darle crédito a esa asfixiante dualidad, cuando lo que se tiene por delante, entre otros temas, se resume en lo siguiente?:

-El padre José Palmar dijo que se va del país, porque lo han amenazado.

-La ilegítima Asamblea Nacional Comunal presume de suprainstitucional y se permite legislar, ilegalizar partidos políticos, cambiar funcionarios, elegir a otros, dictar pautas administrativas. Pero, además, todo sin ser aprobado más allá que por un grupo que sólo representa a un partido político.

-El economista Ricardo Haussmann recomienda –¿o clama?- por una eventual intervención foránea para ponerle punto final a la pesadilla venezolana . ¿Y qué rol le corresponde desempeñar a quienes se deberían estar ocupando de resolver dicho problema, como es a los venezolanos?.

-El Presidente de la República, quien llama a diario para que la población se sume a un proceso de paz, diálogo y entendimiento, ha terminado insultando a los nominados por la oposición que participan en el diálogo de República Dominicana con los representantes del Gobierno.

-El Gobierno de los Estados Unidos extiende sus sanciones a otros cuatro militares venezolanos, a la vez que se reserva los nombres de otros tantos para nuevas medidas.

-Los Farmacéutas y laboratorios declaran que en Venezuela sí hay un 95 % de escasez de medicinas, pero ningún despacho público se atreve a decir lo contrario o a aceptar que eso es verdad.

– La Superintendencia que garantiza los derechos socioeconómicos de los venezolanos, a la brava, se permite darle luz verde a la población para que proceda a hacer valer sus derechos al margen de “acuerdos” entre el Estado y los comerciantes. Todo termina en saqueos y agresiones a la propiedad privada, entre discursos oficiales llamando a producir, abastecer y exportar.

-Durante 2017, unilateralmente, y al margen de lo que debería cumplir con lo que está contemplado por la Organización Internacional del Trabajo, el Ejecutivo autorizó el aumento de los salarios en un 240%. Pero hizo lo contrario para que la inflación alcanzara porcentualmente el 2.600%. ¿Los aumentos son para hacer más pobres a los asalariados, o es que el canto al populismo suena mejor si se le aplica entre contradicciones?.

-Las evidencias demuestran que las bolsas o cajas CLAP y su contenido se compran en el exterior en dólares a Bs. 10 subsidiados, y su costo real, en dólares, no es más de 100 $ cada CLAP, es decir Bs. 1.000c/u ¿Por qué, entonces, las venden en Bs. 25.000? ¿A dónde va realmente el subsidio?. ¿A los pobres o al bolsillo de algunos criollos vivos .?

-¿En qué consiste realmente el cacareado sistema de turismo médico?. ¿Cómo es eso de que mientras las autoridades declaran que a Venezuela vienen miles de personas del exterior a curarse en clínicas criollas, en Venezuela mueren nativos por la escasez de atención médica y de medicinas?.¿0 es que allí precisamente está consagrado el argumento para demostrar que aquí no existe ninguna crisis humanitaria por la escasez de medicinas?.

-Los gremios industriales dicen que su sector se acerca al colapso, debido a que su respuesta al país no supera el 30% de su capacidad instalada. ¿Y por qué no hay dólares para que funcione el 70% restante?. ¿0 es que resulta mejor negocio promover la importación de productos terminados?.

-El Comercio y los servicios han cerrado más del 50% de las tiendas y puntos de servicios. ¿Y alguien sabe exactamente cuál es el verdadero nivel del desempleo en Venezuela, si, por otra parte, la promoción de viviendas cerró el 2017 con una oferta de apenas el 10%?.

-No hay billetes en los bancos. Los ahorristas y cuentacorrientistas sólo tienen derecho a acceder al retiro diario oscilante entre 10.000 y 30.000 bolívares. ¿Es o no un “corralito” o una variable de la neosoberanía criolla?.

-La producción nacional de alimentos en el campo como a nivel agroindustrial, se ha reducido en un 70%. ¿A qué se debe la insistencia en promover empresas gubernamentales que se ocupen de producir e importar y distribuir alimentos?. ¿ Es mejor negocio?. ¿Para quién?.

– La población se enferma y sufre, pero sólo tiene derecho a hambre, angustiarse y rabiar; jamás a protestar.

-Venezuela es un país petrolero en donde no hay gasolina.

-El transporte público de pasajeros y de mercancías no cuenta con repuestos ni cauchos. Pero nadie informa sobre la ubicación y condiciones mecánicas de las flotas que fueron importadas por acuerdos entre gobiernos.

– Ya se han ido del país más de 3 millones de ciudadanos. Y si mañana hubiera la posibilidad de reactivar la economía, ¿de dónde se importaría el talento para que se ocupe de acometer dicha tarea?.

La lista es interminable. Puede crecer y crecer; seguir y seguir. Ante dicha situación, cualquier explicación resulta inaceptable. Porque la verdad es que no se podría calificar de nada distinto de lo que es: una locura que danza a la par de la anarquía administrativa.

Nadie puede entender cómo es que un país que recibió en años previos una fortuna lo suficientemente grande como para haber desarrollado todo el conjunto de países de Iberoamérica, incluyendo a Brasil, hoy está en ruinas.

El mundo lo califica de aberración, de caso insólito. En las Academias de estudios económicos, ya es materia privilegiada para el análisis. Porque es el «Caso Venezuela», un ejemplo palpable de lo que no se debe hacer en la conducción y manejo de una economía sana en cualquier parte del mundo.

Ya no hay fórmulas mágicas que le puedan evitar a Venezuela pasar por la más dura y dolorosa experiencia de vivir las consecuencias de un colapso, que equivale a un cuadro social excesivamente peligroso.

La población venezolana luce como un avispero golpeado, lista para atacar, forzada por las causas de una explosión social. El país entero abriga sus esperanzas en el resultado de un supuesto diálogo que se desarrolla en República Dominicana. Nadie sabe, sin embargo, ¿cuántos aportes están dispuestas las partes a entregar a favor del país y de sus habitantes?.

Pero las avispas tienen que ser aplacadas. Y la manera de hacerlo no es echándoles humo solamente. Hay que crear condiciones para trabajar con ellas a partir de una unificación cambiaria que haga posible todo aquello que no se alcanzará con el “Petro” y el uso del poder para atacar ilícitos cambiarios, muchos de ellos promovidos por el propio Estado. No hay que recurrir a actos de magia de carretera para cambiar el panorama; simplemente, a decisiones que contribuyan a crear confianza y seguridad en la que la loca mano de la intervención gubernamental no se va a seguir usando como hasta ahora.

Hay sanciones internacionales contra individualidades gubernamentales que están pesando y lo seguirán haciendo. Y mientras eso suceda, no habrá ninguna respuesta positiva internacional ante la necesidad venezolana de capital fresco para atender equilibrios monetarios y fiscales, obligaciones de pago y refinanciamiento de deudas. Pero nadie aportará un centavo, además, mientras que tampoco existan garantías jurídicas y políticas suficientes, además de una sana, honesta y profesional administración.

Ciertamente, esto nunca será posible bajo el actual régimen y modelo económico. Este sólo ha llevado a la ruina a los países que han tenido la desdicha de haberlo experimentado. Venezuela es el último de ellos. Es la cosecha de una llamada revolución, la única responsable de esta situación lograda en 19 años de su permanencia en el Gobierno.

Más del 80% de los ciudadanos venezolanos está convencido de que es necesario hacer un cambio de Gobierno. Pero la polarización enfermiza entre Gobierno y oposición no permite hacer posible una transición pacífica y democrática. De igual manera, los representantes políticos de la oposición agrupados en organizaciones de unidad no han sabido capitalizar el respaldo de esa enorme mayoría.

Y todo porque, al tener como único fin su participación en procesos electorales para satisfacer aspiraciones personales, se ha echado a un lado la obligación de ir al fondo del asunto, lo cual incluye, desde luego, la no aceptación de situaciones como la presencia y participación determinante de un Consejo Nacional Electoral no confiable. Asimismo, el uso de todos los recursos del Estado en favor de sus candidatos gubernamentales, el reparto de dádivas, viviendas, artefactos, comida y dinero. En otras palabras, comprar votos con el uso libre e incontrolable de tretas populistas para ganar todas las elecciones que se realicen.

No procede ni es procedente continuar aceptando procesos electorales atados a todo tipo de violaciones de la Constitución, y condicionados por el apoyo irrestricto y sumiso de las Fuerzas Armadas del país.

Al borde de un estallido social, y cuando la mayoría de los ciudadanos ha perdido la credibilidad en los Partidos Políticos y sus líderes, no queda otra alternativa que convocar a la sociedad civil en sus respectivas expresiones organizadas, a una consulta. Le corresponde al soberano definir un mandato de reorganización y de reestructuración de todos los poderes del Estado, como de restablecer el orden Constitucional. Esto sólo se puede lograr obedeciendo a la Constitución vigente, como a lo que contempla en cuanto a la elección de una Asamblea Nacional Constituyente Originaria y legítima.

De lo que se trata es de que, sin odios, ni condicionado por ideologías enfermizas, se canalice la participación de todas las corrientes políticas y sociales en conjunto, para concluir pacificando el país y encauzarlo a un seguro desarrollo y progreso.

Para llegar hasta allí, desde luego, habría que declarar una amnistía política general. Mejor dicho, terminar con el odio, haciendo posible que todos aquellos que tengan problemas con la justicia, den la cara y enfrenten individualmente sus respectivos casos y juicios, tanto a nivel nacional como en el orden internacional.

Los sociedades son como los volcanes: aguantan presión, hasta que estallan. No es en República Dominicana ni en ningún sitio foráneo en donde van a emerger las soluciones. Va a ser aquí, en territorio nacional y con la participación de los venezolanos que se van a arreglar problemas y producir soluciones.

Hay una Constitución que no se ha reformado ni desconocido, que está vigente. Por lo tanto, ella sí hace posible, permite resolver la compleja problemática a la que se enfrenta Venezuela. Pero, además, que no permite ningún cambio o alteración de la misma, sin que sea previamente aprobado por el soberano, la ciudadanía.
Egildo Luján Nava

Coordinador Nacional de Independientes Por el Progreso (IPP)