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Trampas europeas para mayor gloria de China – La Gaceta de la Iberosfera

Les voy a contar una historia de amor y terror en la que estamos implicados todos los ciudadanos del llamado “Mundo Libre“. En caso de que este siga existiendo, porque es evidente que este mundo nuestro privilegiado es mucho menos libre hoy que hace tan solo unos lustros. Que cada día que pasa lo es menos por una causa u otra y lo peor está en lo fuertes que se han hecho las corrientes que demandan una renuncia a libertades en aras de supuestas seguridades. Nos hemos metido en los peores senderos del cambio que son los que se emprenden por miedo.

Una prueba de este creciente desapego a lo que El Quijote llama “uno de los más preciosos dones” por los que “se puede y debe aventurar la vida” es lo aceptables e incluso loables que nos resultan políticas que desprecian dicha libertad, la excluyen y vetan incluso del imaginario colectivo. Últimamente no hay nada más evidente en este sentido que la apología de la “eficacia” de la política de China que se hace en televisiones españolas o en general europeas, en todos los medios de izquierdas occidentales que entretanto son casi todos. La eficacia china contra el virus que no debemos llamar chino porque es ofensivo hacerlo. A los chinos no puede ofendérseles. A los británicos con su cepa británica en cambio, sí. La apología ya constante en medios de las democracias de la dictadura más brutal del globo tiene sus precedentes, por supuesto, porque el camino para pervertir los criterios hasta los niveles actuales es largo. Hoy se elogian sin complejos ni pudor unas políticas que también la izquierda tachaba de abominables hace unas décadas y hoy vuelven a gozar de una aceptación que no tenían desde sus orígenes en el primer tercio del siglo pasado, desde antes de que se conocieran sus bárbaras actuaciones, su trayectoria asesina y su monstruoso balance criminal y genocida.

Ahí están los llamativos agravios. Recuerden el boicot y la sagrada ira que recorría las democracias europeas por cualquier acción de la dictadura del general Pinochet. Compárenlo con la bonhomía, comprensión y cordialidad con que esas mismas democracias tratan a la dictadura cubana, mucho más asesina, brutal, totalitaria y longeva. Recuerden lo férreos que eran los principios contra el Apartheid de Sudáfrica, ya que todos sabían que no podía tolerarse una segregación racial. Y piensen en lo poco que parece importar que China hoy trate a los uighures mucho peor que el Apartheid a los negros.

Que Merkel no tiene la firmeza de principios anticomunistas de Helmut Kohl se explica por sus orígenes

China, por ahí es por donde irrumpe en nuestra historia la dura actualidad europea. Hace dos semanas, el 30 de diciembre, en pleno corazón de la Navidad, cuando nadie tiene la cabeza en otra cosa que las fiestas, los regalos y las dificultades de las reuniones familiares en pandemia por el virus llegado de Oriente, salta la noticia y no precisamente en Las Gaunas. En Bruselas se anuncia que la UE y China han concluido con éxito las negociaciones para un Acuerdo General sobre Inversiones (AGI) inmensamente beneficioso para ambas partes. Ahora comienza el proceso de deliberación y aprobación en la UE. En China ya saben que eso no hace falta.

Fue grande la sorpresa entre muchos que ignoraban la propia existencia de estas negociaciones y general la estupefacción por las prisas. ¿A qué venía en esas fechas anunciar ese acuerdo sin avisar a nadie, con tamaña precipitación y sin ton ni son? Había ton y son. Había que amarrar ese acuerdo en la presidencia semestral de Alemania en el Consejo. Porque Pekín podría haberse enfadado con Berlín si no cumple y haber reforzado sus medidas coercitivas permanentes sobre sus plantas de Volkswagen y Daimler AG, que venden en China más coches que en ningún lugar del mundo.

Hemos entrado en otro nuevo gran idilio entre la Unión Europea y China. Ahora. En plena crisis mundial por un virus chino aun no explicado. Virus que Pekín ocultó hasta que había penetrado ya en todo el mundo occidental

El insólito procedimiento se zanjó con una videoconferencia entre el presidente chino Xi Jinping, la presidente de la Comisión Úrsula von der Leyen, el inverosímil presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, la canciller Angela Merkel -por la Presidencia alemana del Consejo- y el presidente francés, Emmanuel Macron. ¿Por qué Macron? Porque él lo vale, porque Merkel quiere y porque forma parte decisiva en este peligroso juego de Paris y Berlín de coquetear con la independencia estratégica europea respecto a EEUU, favorecida por el odio patológico e inagotable a Donald Trump. Que Merkel no tiene la firmeza de principios anticomunistas de Helmut Kohl se explica por sus orígenes. Macron no entiende más que de conveniencia.

Más de tres décadas después de Tiananmen, China es más dictadura totalitaria que nunca

Así, hemos entrado en otro nuevo gran idilio entre la Unión Europea y China. Ahora. En plena crisis mundial por un virus chino aun no explicado. Virus que Pekín ocultó hasta que había penetrado ya en todo el mundo occidental, con médicos desaparecidos por denunciar la criminal actuación de las autoridades. Con amenazas abiertas de guerra a Taiwán, que denunció la existencia del virus ante la OMS semanas antes y fue ignorado por orden de Pekín. Con masivo terror en Hong-Kong donde son detenidos a diario estudiantes, intelectuales o profesionales sospechosos de demócratas. En pleno auge de la bestial represión de los uighures, pueblo entero al trabajo forzoso, con los niños de corta edad obligados a recoger el algodón en régimen de esclavitud. Con masiva represión y presión ideológica en el Tibet. Con plena actividad de los hospitales, se habla de hasta 600 de trasplantes de órganos extraídos forzosamente a presos y miembros de Falun Gong, etc.

Todos los observatorios de DDHH y las embajadas occidentales coinciden en que la represión en China que siempre ha sido dura, alcanza ahora con Xi Jinping niveles de brutalidad, crueldad e intensidad desconocidos en décadas. Los mayores recordarán aquellos sueños alimentados por Occidente después del viaje del presidente Richard Nixon a Pekín en 1972 de una China que a través del capitalismo, el comercio y el contacto con el exterior relajaría los rigores ideológicos del estalinismo de Mao Tse Tung. Por el contrario, medio siglo más tarde y más de tres décadas después de Tiananmen, China es más dictadura totalitaria que nunca. Con un régimen dirigido férrea y verticalmente por el Partido Comunista en pleno control de todo el capitalismo público y privado, desde los consejos de administración al último portero de la más remota fábrica. Con un estalinismo armado con las nuevas tecnologías hasta crear una sociedad controlada, militarizada y aterrorizada sin fisuras. Con un ejército en permanente crecimiento y vertiginoso desarrollo y capacidad armamentista. Con un expansionismo declarado en todos los continentes y con todos los recursos, desde el incentivo con masivas compras de voluntades a todos los niveles en todos los sectores, desde los gobiernos a los medios o compañías públicas y privadas hasta la coacción directa o indirecta sobre fuerzas desafectas u organizaciones críticas. Con todas sus compañías tecnológicas -con Huawei a la cabeza- para la permanente cosecha de información y la conquista de control, obediencia y dependencia de los sectores estratégicos y la información en la mayor cantidad de países en todos los continentes.

El acuerdo responde directamente a intereses ante todo de Alemania, después Alemania y otra vez Alemania. Finalmente algo de Francia. Y por supuesto de China

Pues dice la presidente de la Comisión Europea, Von der Leyen, que es “un hito importante en nuestra relación con China y para nuestra AGENDA COMERCIAL BASADA EN VALORES”. El cinismo de esta afirmación es difícilmente superable por los chinos mismos. La señora Von der Leyen, nombrada como representante del PPE, el partido más votado, ha comenzado su mandato con un discurso radical de intervencionismo ecologista y militancia al asumir todas las líneas de ataque ideológico de la izquierda. Es ya todo un símbolo de la entrega todas de la derechita europea al discurso ideológico socialdemócrata muy radicalizado. Y por lo tanto, participa ya plenamente con la izquierda en esa doble vara que se ha instalado en todo lo que antes, casi con melancolía, denominaba el “mundo libre”. Los derechos humanos en Cuba o Venezuela no merecen apenas un comentario. Y hasta estas monstruosidades, masivas, sistemáticas, documentadas que se perpetran en China a diario, con todas las alarmas sonando, apenas merecen una subordinada de lamento. Eso sí, Von Der Leyen siempre está dispuesta a encocorarse y espantarse en permanente sobreactuación ante cualquier medida de una política conservadora dentro de la UE como es el caso de Polonia y Hungría.

El acuerdo responde directamente a intereses ante todo de Alemania, después Alemania y otra vez Alemania. Finalmente algo de Francia. Y por supuesto de China. Viene, como siempre los acuerdos con Pekín, jalonado de apartados de buenas intenciones y concesiones y repleto de promesas de buena conducta, transparencia e igualdad de condiciones que en el pasado siempre fueron cuentos chinos, un puro sarcasmo ante el ventajismo, el matonismo, el engaño y el robo de propiedad intelectual sistemático y cuasi garantizado.

La pandemia del virus (…) ha sido el mayor éxito exportador de China en su historia

El AGI va a debatirse ahora y Merkel y Xi Jinping, que al fin y al cabo son quienes lo cocinan y lo degustan, quieren tenerlo listo para que entre en vigor durante la presidencia francesa de la UE en el primer semestre de 2022. Para que Macron pueda degustarlo y utilizarlo para su campaña de reelección en las presidenciales de abril del 2022. Como ven, todos los cocineros catan. Con la salida de Merkel de la escena, Macron no solo cuenta con la reelección sino con hacerse con el liderazgo europeo que ella mantiene desde hace tres lustros. Y dirigir esa ambición, mentirosa pero existente, de una Europa estratégicamente independiente de las dos grandes potencias, en búsqueda de una equidistancia respecto a China y EEUU, disparate para el cual Merkel no es lo suficientemente insensata pero Macron lo puede ser sin duda.

El acuerdo que nos quieren imponer por sorpresa a todos los europeos tiene un resultado ya seguro: a cambio de ventajas comerciales y económicas para Alemania, políticas para Francia y personales para Macron, se permite a China intensificar su control sobre las economías del mundo libre. La pandemia del virus, que ha sido el mayor éxito exportador de China en su historia, ha paralizado todas las economías mundiales salvo la China y ha dejado claro que Occidente necesita repatriar mucha de la industria deslocalizada en China y oriente en general por motivos estratégicos de seguridad. Muchos medicamentos y artículos de primera necesidad de Occidente se producen hoy en su práctica totalidad en aquella dictadura que, nadie lo olvide nunca, utiliza todos sus recursos para su fin último que es el poder sobre los demás para imponer un sistema ideológico bien conocido, el comunista, en su forma más absoluta, implacable y blindada tecnológicamente.

Este acuerdo de la UE (…) intenta neutralizar precisamente esa incipiente percepción del riesgo e induce a Europa a hacerse aun más dependiente de un sistema enemigo

Toda la situación de seguridad por la pandemia y evolución de la China de Xi Jinping muestra con máxima insistencia la necesidad de sacar de China producciones y traerlas para la creación de industria estratégica propia. Todo recomienda la repatriación y producciones europeas y nacionales para un futuro previsible de mucha inseguridad y serias amenazas estratégicas continuas ya como nunca hemos vistos.

Pues cuando hemos constatado esas necesidades para la seguridad occidental, este acuerdo de la UE para mayor gloria de unos pocos intenta neutralizar precisamente esa incipiente percepción del riesgo e induce a Europa a hacerse aun más dependiente de un sistema enemigo que solo espera poder para limitar primero y acabar después con las libertades y derechos que forman el núcleo y la base de las democracias y la idea europea. Ahí está el respeto a las libertades y a la soberanía de las naciones que se puede esperar de una Unión Europea con Von Der Leyen y los dos grandes estados volcados a crear un megaestado en el que al final no habría otras naciones que las dos suyas.