Inicio Actualidad Un felón llamado Juan Jesús Vivas

Un felón llamado Juan Jesús Vivas

Juan Jesús Vivas, presidente donjulianesco de Ceuta, se ha unido a socialistas e islamistas para declarar “persona non grata” al líder de Vox, Santiago Abascal. No me andaré por las ramas: este minipresidente autonómico es un cobarde de manual. A estas alturas de la película no debo convencer a nadie de que el alavés no es ni ha sido nunca santo de mi devoción, ni tampoco recordar lo críticos que en esta casa hemos sido siempre con Vox. Aún cuando sigo teniendo la misma mala opinión de Abascal, no podemos ignorar que su partido es la primera fuerza política de la ciudad autónoma de Ceuta, y que por tanto, declararlo “non grato” es trasladar esa mala consideración a los 11.738 ceutíes que votaron al partido verde en las generales del 2019.

Al minipresidente de Ceuta no le debería quitar el sueño Santiago Abascal. Como todos los políticos que conocemos, el de Vox intenta sacar tajada electoral allí donde tiene votos que ganar. Hay otros que sacan tajada indultando a golpistas y poniendo de rodillas al Estado de Derecho. Salvo que quiera convencernos de que un discurso contra la inmigración menoscaba más la concordia entre la españoles que ceder al chantaje de los secesionistas, ¿se hubiera atrevido el minipresidente ceutí a declarar “persona non grata” a Pedro Sánchez? Al final, el petimetre ha hecho suyo el dicho célebre que caracteriza a la perfección el despotismo de medio pelo: “fuerte con los débiles, débil con los fuertes”.

Si a Juan Jesús Vivas le importara Ceuta, de lo que debería preocuparse es de la merma demográfica que ha sufrido en su ciudad la población española de origen en poco más de 40 años. Debería preguntarse por qué de los 75.000 españoles de origen que vivían y trabajaban en Ceuta en 1977, hoy ya son menos de la mitad. Debería preguntarse si en las políticas de extranjería promovidas por los gobiernos del PSOE y los de su partido no estará la clave de que en Ceuta haya ya más mezquitas que iglesias; o que algunas de las mafias dedicadas al tráfico humano operen desde la ciudad norteafricana.

La españolidad de Ceuta no es asunto que pueda ser cuestionado ni siquiera discutido. Razones históricas de peso avalan las tesis españolas con respecto a las pretensiones anexionistas de Marruecos. Ello no obsta para que Ceuta, debido a políticos tan tibios y tan cobardes como Vivas, se esté convirtiendo en una metástasis para el resto de España. PSOE y PP llevan años disputando en aquella ciudad una alocada carrera consistente en demostrar quién es el más multicultural de los dos. Ambos partidos cifran sus expectativas de voto en Ceuta y Melilla en mantener contento a un electorado cuyas claves a la hora de interpretar el proceso de validación de la representación popular son bien distintas a las que nosotros tenemos.

Cruce de reproches en un pleno en Ceuta entre el portavoz de Vox (en primer término) y diputados del equipo de gobierno.

Desde 1975, alrededor de 40.000 ceutíes de origen español han abandonado la ciudad y hallado acomodo en la península. Aunque éste haya sido un éxodo sin precedentes en la historia de la Unión Europea, apenas ha merecido análisis, ni estudios sociológicos, ni floripondios como los que suelen utilizar los defensores de la multiculturalidad. ¿Qué ha sucedido para que 40.000 españoles (el equivalente a la población de Ávila), abandonen su ciudad de origen y que los escasos miles que aún permanecen en ella digan estar dispuestos a dar el mismo paso? ¿Guarda este éxodo alguna relación con las causas denunciadas por Abascal durante su visita a Ceuta en plena invasión migratoria?

Por otra parte, un entramado de corrupción ha hecho presa en la ciudad, hasta el punto de que islamistas, narcotraficantes y blanqueadores de dinero han consolidado un pestilente consorcio de intereses que arruina las expectativas de Ceuta como ciudad cultural, social y legalmente española. Los lectores deben saber que buena parte de la droga que llega a España desde Marruecos lo hace a través de organizaciones mafiosa que en muchos casos operan desde Melilla y Ceuta. O que parte del dinero obtenido por envenenar a los jóvenes españoles termina en Melilla y Ceuta su proceso de blanqueo. O que muchas de las viviendas que se adquieren legalmente en Ceuta son en realidad propiedad de destacados miembros de la clase dirigente marroquí. Muchos ceutíes, entre tanto, prefieren poner la mano y callar.

Juan Jesús Vivas dibuja un cuadro típico de Blancanieves al reivindicar enternecedoramente la convivencia ejemplar que existe en su ciudad entre todas sus confesiones. Siendo todo tan idílico, insistimos, ¿por qué entonces más de un tercio de la población española de origen ha abandonado su ciudad en los últimos años? ¿Por qué ha desaparecido el comercio tradicional? ¿Por qué en los lugares de ocio más selectivos no existe esa multiculturalidad tan jacarandosa de la que presume Vivas? ¿Cuántos musulmanes son socios del Real Club Náutico de Ceuta? ¿Cuántos españoles de origen europeo acuden con sus familias a disfrutar del pintoresquismo árabe del barrio del Príncipe? ¿Cuántas parejas de una y otra religión salen juntas a divertirse? Como siempre, la falacia y la hipocresía tratando de camuflar la realidad: ni musulmanes ni cristianos se soportan y si tienen que convivir juntos es por necesidad y no por deseo. Sin el incentivo económico del plus de residencia que perciben en Ceuta los funcionarios, la mayoría de estos ya estaría viviendo lejos de Vivas.

Pero lo que más agrede mi orgullo de cristiano viejo es que este mequetrefe, con el aspecto de un personaje salido de una viñeta de Francisco Ibáñez, una el voto de su partido con el de una señora con el hiyab, para impedir que un español pueda visitar un trozo de nuestra patria cuando quiera. El minipresidente de Ceuta es el exponente del político donjulianesco que vendería el alma de sus compatriotas por mantenerse él en el cargo.

Políticos como él son los que hacen que el PP sea percibido por muchos como un partido traidor y sin apenas principios. Bien haría Ayuso en exigirle a Casado la pertinente y necesaria patada en el culo a un personaje tan felón y tan indigno como Juan Jesús Vivas.