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Un partido más del sistema

Es de todos sabido que el antiguo pueblo de Israel, olvidando todos los beneficios que Dios Todopoderoso le había hecho, prevaricó. Mucho más, se prostituyó con dioses extraños y les ofreció en sacrificio la sangre de sus propios hijos, atrayendo así la maldición divina.

El espectáculo lamentable que ha ofrecido el aparato oficial de Vox, dirigido por Abascal, Smith y Cavanas en las elecciones para los comités provinciales nos retrotrae a esa nefasta circunstancia en la que la fidelidad se trocó en traición y la lealtad en puñalada trapera: pucherazos, calumnias, difamaciones y amenazas…

Vox apareció hace años como la esperada novedad que podía hacer surgir una chispa de esperanza en el corazón de tantos buenos españoles, que se sentían huérfanos de un PP cada vez más escorado a la izquierda y a la rancia progresía. No existía ya ningún principio innegociable para los dirigentes peperos, dispuestos a vender a su madre para seguir viviendo de la mamandurria pública.

Y surgió Vox que, utilizando los símbolos más sagrados de nuestra patria y de nuestra religión, se presentó como la opción renovadora que podía devolver a España y a sus ciudadanos la dignidad perdida. Al final, han acabado aprovechándose de la gente honrada y sencilla y se han presentado como los defensores a ultranza de aquellos principios innegociables que constituyen el fundamento de nuestra civilización: el respeto y la defensa de la vida humana desde su concepción hasta su fin natural; la familia, fundada en el matrimonio entre hombre y mujer; la libertad de los padres para educar a sus hijos conforme a sus convicciones; la promoción del bien común en todas sus formas y la subsidiariedad del Estado.

Abascal, Ortega Smith y Macarena Olona llenaron sus bocas de aquellos sacrosantos principios… Congregaron multitudes que corearon con entusiasmo el “Que viva España” de Manolo Escobar y el “Novio de la Muerte” de la Legión, hasta convertirse en una mueca insulsa en la cara de un friki como el de la película “Torrente, el brazo tonto de la ley”.

Nos han engañado. Desde el minuto cero, es decir, desde el momento en que intuyeron sus dirigentes la posibilidad de hacerse un hueco en el sistema parlamentario, despreciaron a los militantes, ningunearon a aquellos que querían hacer algo y expulsaron a los rebeldes que denunciaron el autoritarismo de la dirección. Se han desmelenado lascivamente, mostrándose como un partido férreamente controlado por una dirección que exige acatamiento cuasi divino, sin democracia interna y sin derecho a la discrepancia.

Con su barbita de Leónidas en las Termópilas de su casoplón del millón de euros, Abascal que hace un año estaba tieso y escurrido, se ha convertido en un acaudalado empresario político que maneja pasta a manos llenas…

El funcionamiento interno de Vox, con elecciones amañadas y dirigidas, se parece más a Presidium del Soviet Supremo de la URSS que a la misma Falange Española. Pues en la Falange primigenia no había elecciones ciertamente, sino jerarquía y obediencia, ya que todos, desde el jefe hasta el último militante, se jugaban la vida todos los días ante los enemigos de España. Ahora, los de Vox están esperando, mientras pisan moqueta en el Parlamento, que yo les vote para seguir cobrando. Como en el Soviet, que se votaba siempre al candidato oficial por aclamación del 99%.

Vox se ha convertido pues en un partido más del sistema corrupto al cual ya pertenece, si no desde el principio, desde el momento en el que decidieron vivir de los tópicos patrioteros de cantina decrépita y abandonar lastimosamente aquellos principios innegociables por los que tantos los votamos.

En Vox ya no existe ni el sacrificio ni la renuncia, y por eso no puede vencer. Vox vive desde hace tiempo en una atmósfera turbia, ya cansada, como de taberna al final de una noche crapulosa. No está ahí el sitio de los buenos españoles. Abascal, Ortega, Espinosa de los Monteros y Macarena Olona no inspiran ya ni fe ni respeto. Vox, con sus escaños nacionales y autonómicos, disputa ya a los habituales los restos desabridos de un banquete sucio. Ya no van a salir nunca fuera, al aire libre, ya que bajo las estrellas hace demasiado frío para el que está acostumbrado a la calefacción parlamentaria. Que sigan Abascal y Smith con sus lúbricos festines.

Nosotros fuera, en vigilancia tensa, fervorosa y segura, ya presentimos el amanecer en la alegría de nuestras entrañas. Y lo presentimos en todos aquellos que, como Alerta Digital, no están dispuestos a rendirse para dejar a España a merced de mercaderes, trileros y embaucadores.