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«Ya hemos pasao»

“…Ya estamos en las cavas”. Cantaba Celia Gámez en el 39 y era bien cierto. Se les veía caminar con energía y banderas hacia el centro, donde les esperaba un pueblo cansado y dolido de tanta iniquidad y de tanto crimen desorganizado que menudeaba en exceso. Es Historia. Ya estaban en las Cavas, las paralelas Alta y Baja… ya en el Humilladero –donde se unen- partiendo, bien de Puerta Cerrada la Baja, o bien de la calle Toledo, la Alta de san Francisco, y sin un solo disparo.

Se suman allí más de cincuenta tabernas en 300 metros –y renombradas posadas de siempre- buena zona para celebrarlo con vino peleón, no con el whisky con el que se inspiraban muelle y burguesamente en el Florida –la única trinchera que habitaron- el Alberti y la León. ¡Animalicos! El Madrid de los Austrias, de los Habsburgos, nada menos, el de la España imperial que tanto nos gusta a muchos. Si se mantiene Vox, si aguanta, como es esperable, reventarán sus costuras y España volverá a campar por los respetos que merece y se terminará esta pesadilla de lunáticos y fanáticos del desmadre absolutista, de la pobreza, de la tergiversación, de la muerte, de la juerga inope e irresponsable, y de la persecución.

Por ese camino –el de la postverdad del comunismo fracasado y olor a rancio- no se va a sitio alguno, es regresivo y pernicioso. No se enteran de que la gente lee, se ilustra donde ponen la lupa, se cansa de padecer y saben, y no les favorece nada esa suciedad, engaño sucesivo, ocultación, incompetencia y maldad intrínseca. Ya ni siquiera los de la ceja…

Los morituri, los que iban a morir… asesinados, violados, martirizados o torturados día a día, de uno en uno, de dos en dos, en racimo… en sacas nocturnas, o de amanecida, sucesivas, al pie de su casa, de su consultorio, de su despacho, o en masa ametrallados, al estilo Paracuellos… por su simple condición de patriotas, católicos, repeinados, sin repeinar, o lectores de ABC, al gusto de unos mataos fanáticos y sin escrúpulo alguno, al dictado de Stalin, dijeron que no, que mejor los “otros”, que se había acabado eso, que querían vivir y se sublevaron, sin miedo a que se lo reprochasen, les llamasen fascistas, brigadistas navarros, curas trabucaires, o perros. Dijeron que hasta aquí habían llegado y la emprendieron en campo abierto, de frente y a pleno sol, mientras ardían miles de templos, ermitas y conventos… y ganaron, vaya si ganaron. Como decía Salvador de Madariaga, poco sospechoso de franquismo: “el golpe del 34 fracasó, el del 36 triunfó, eso fue todo”.

Las autoridades republicanas, socialistas, comunistas, separatistas, anarquistas… miraban para otro lado. Nadie en Europa daba la cara por semejante matadero y sala de despiece en el que habían convertido el solar y les volvían la espalda con un gesto de horror y repugnancia.

Eso era lo que imperaba durante meses y meses, agotando todas las paciencias y plazos que podían interponerse, hasta agotarlos sin remisión y partiendo de tenerlo todo, incluida la armada que descabezaron en un alarde de inteligencia, y la reserva de oro del Banco de España, que rapiñaron para mandar a la URRSS, en cinco barcos -siguen sin aclarar la razón última- vete a saber si pensarían que remitiendo a Stalin los barcos llenos de oro se los devolvería llenos de soldados y de “parrus”…

¡Por aquí!

Llamaron a 27 reemplazos (a los otros les bastó con la mitad,15) pasaron hambre, piojos, miseria y tuvieron que escapar por la frontera francesa, los que no huyeron en avión o en barco al paraíso comunista. El pueblo frustrado se acogió al fraternal reparto de lo que quedaba. Que no había oro ni joyas. Estaban en Odesa y Méjico. ¡Mira tú la gracia!

Ah, y la culpa era de Franco… ¿No sabían? Hay que valer… ¿Eh?