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Cada vez menos platenses viven en el casco y la Ciudad se expande sin control

Marisol Ambrosetti

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Sin planificación alguna, la “mancha urbana” de La Plata se derrama por fuera del viejo cuadrilátero y se segmenta de acuerdo al bolsillo de cada vecino. Poco queda de la minuciosa planificación de la que hacía alarde la capital provincial. En el plano, persiste ese cuadrado perfecto atravesado por extensas diagonales, grandes espacios verdes y elegantes edificios públicos. Sin embargo, la mayoría de su gente, ya no vive ahí.

Aun cuando nos parezca que a cada paso crece una nueva torre de departamentos, los datos duros indican que el casco fundacional es el sector de la Ciudad que menos creció en cantidad de habitantes durante las últimas décadas. Esta tendencia se observa en el estudio Desarrollo Urbano y Cambio Climático sobre el Gran La Plata, encargado por la Dirección Nacional de Preinversión Municipal (Dinaprem) del ministerio del Interior a la consultora española IDOM, pensado como insumo para el Plan Estratégico 2030, de la actual gestión municipal.

En ese análisis, los números lo ponen en evidencia: en el casco se pasó de 186.524 habitantes según el censo 2001, a 193.144 en 2010, es decir, que hubo un crecimiento poblacional del 3,5 por ciento. En cambio, en el mismo periodo, la mayor parte de los barrios de las afueras crecieron un 10 por ciento.

El mismo estudio muestra que en ese período intercensal, el barrio que más vecinos sumó fue Abasto, que pasó de 6.799 a 12.575 habitantes, un 84,9 por ciento más seguido por El Peligro, que incrementó en un 81,9 por ciento su cantidad de habitantes al alcanzar los 3.388 habitantes. Barrios más populares, como Villa Elvira o Ringuelet crecieron un 13,6 y un 11,2 por ciento, respectivamente.

Así, la Ciudad se expande y se segmenta cada vez más en sectores ricos con barrios cerrados y countries, y en condominios parcelados en zonas rurales o semirurales, asentamientos y villas a la vera de cursos de agua.

Desparramada

El estudio, que hoy analizan en la dirección de Planeamiento municipal y que contó con financiamiento del BID, reveló que la Ciudad crece más en superficie que en población y esto, para arquitectos y urbanistas, es un verdadero despropósito: “La tasa media de crecimiento anual de la población es menor a la tasa de la huella urbana (el espacio que ocupa la Ciudad) en todo momento a partir del año 1932”. Agregan que, como consecuencia, la densidad poblacional viene en caída libre desde entonces: en el año 1949 era de 119 habitantes por hectárea y hoy, apenas llega a los 39 habitantes por hectárea.

En definitiva, la ciudad capital de la Provincia hoy “se desparrama”, caótica, hacia todos los puntos cardinales sin que medie ningún tipo de planificación. En términos urbanísticos, sigue un “modelo extensivo” en lugar de “compacto”, que sería lo más sustentable, sobre todo, desde el punto de vista económico. Arquitectos y urbanistas explican que lo deseable es que la Ciudad crezca en población y no en extensión, porque esto significa mayor gasto por parte del Estado a la hora de llevar obras y servicios urbanos, tales como la recolección de residuos, el transporte público, luminarias, redes de gas o de agua, salud y educación. En términos simples: en cuestión de costos no es lo mismo llevar toda esa infraestructura a mil habitantes que viven en una misma manzana que a los mismos mil desparramados en 20 manzanas diferentes.

Por otra parte, una ciudad que se extiende, amplía el espacio de impermeabilización con mayor riesgo de inundaciones y la urbe comienza a invadir o superponerse con superficies destinadas, por ejemplo, a la actividad frutihortícola.

Según la misma investigación, el casco fundacional fue diseñado para una densidad media de 55-75 habitantes por hectárea, cifra que solo se superó durante los años `60 con un proceso de renovación urbana fomentada por la ley de Propiedad Horizontal, por la cual se reemplazaron los antiguos edificios por torres de mayor altura. Sin embargo, a partir de la década del `70, la densidad se ubicó en 54 hab/HA y, desde entonces, comenzó un sostenido camino descendente.

Los motivos

El decano de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad Nacional de La Plata, Fernando Gandolfi, opina que el estancamiento poblacional del casco responde a múltiples factores como la escasez de tierras y los altísimos precios de las propiedades, pero también a otros factores tales como “la aglomeración, la contaminación ambiental y sonora, la inseguridad, el crecimiento comercial que se expande y expulsa a las familias y a la falta total de inversión por parte del municipio”; y destaca como ejemplo de ello el abandono del bosque, “principal espacio público de la Ciudad”.

A todo esto, se suma que “los jóvenes con mayor poder adquisitivo prefieren construir de cero casas nuevas con espacios verdes y posibilidades de ampliación futura a comprar viviendas antiguas, que son muy costosas de mantener y poco funcionales para el modo de vida actual”.

De hecho, observa Gandolfi, “en los últimos años no se construyeron grandes viviendas en el casco”, donde hoy viven unos 200 mil personas, “y es usual ver como las casas antiguas dejan de ser habitadas por familias para convertirse primero, en consultorios, después en gimnasios o cervecerías, es decir, espacios que requieren poca inversión para, finalmente, ser vendidas, demolidas y reemplazadas por torres”.

En la coyuntura actual, se suma la falta de créditos sustentables y los exorbitantes precios del mercado inmobiliario que son, para la mayoría, las principales causas de búsqueda de terrenos y viviendas por fuera del casco. A modo de ejemplo: un departamento nuevo con tres dormitorios en una zona semicéntrica de La Plata tiene un costo de 380 mil dólares, lo que hoy equivale a más de 22 millones de pesos. Una casa de similares dimensiones pero con parque, en un barrio privado de City Bell, en tanto, cuesta 340 mil dólares, unos 19.720.000 pesos. A montos similares, la mayoría de las nuevas familias con capacidad de compra optan por la tranquilidad y un entorno con naturaleza a 10 kilómetros del centro platense.

“Con este crecimiento, los barrios que antes eran zonas de quintas de fin de semana se reconvirtieron y ofrecen barrios privados para los sectores con mayor poder adquisitivo o dúplex para estratos medios, porque les resulta más tentador que comprar un departamento ínfimo en el casco”, explica Gandolfi.

El estudio de desarrollo urbano muestra también que el crecimiento expansivo y desorganizado de Gonnet, City Bell y Villa Elisa cobró notable impulso a partir de la creación de la autopista La Plata-Buenos Aires. Hoy, a falta de nuevas tierras, este tipo de crecimiento se expande hacia la autovía 2, donde proliferan emprendimientos inmobiliarios que constituyen nuevas urbes cerradas.

En cambio, los nuevos barrios del sureste y sudoeste (Los Hornos, Villa Elvira, Olmos, Romero, Abasto) “no se localizan a lo largo de las grandes vías de comunicación -lo que supondría un mayor coste del suelo-, y esto hace que sus habitantes no tengan buena conectividad con el resto de la ciudad y que sus traslados consuman más tiempo”.

Ya extendida la huella urbana, los especialistas advierten que el Estado va detrás de lo hecho para “emparchar” la demanda habitacional. Sin embargo, insisten, es clave que haya un regreso a la planificación de mediano y largo plazo, donde la intervención sea viable en función de los recursos disponibles y que ésta se traduzca en una mejor calidad de vida para todos los platenses.

La ciudad capital de la Provincia hoy “se desparrama”, caótica, hacia todos los puntos cardinales