Después de la negociación entre el Gobierno y la CGT por la letra chica de la reforma laboral, el proyecto oficial quedó reducido a una versión más light, sin retoques profundos en la ley de contrato del trabajo (20.744), como se había ideado originalmente, y con un audaz programa para reducir el empleo en negro.
Así y todo, la iniciativa aún no convence del todo a los gremios ni al peronismo. A ellos, da la sensación, los paraliza más la carga simbólica del proyecto y su último antecedente que el contenido en sí. Tanto la CGT como el senador peronista Miguel Ángel Pichetto temen quedar asociados a lo que fue el debate laboral en 2001, cuando se denunciaron sobornos y Hugo Moyano popularizó la frase sobre «la ley Banelco».
La intención oficial es reducir los costos laborales en tren de generar inversiones, ganar competitividad y producir empleo. Si bien el proyecto de ley quedó licuado respecto de lo que era originalmente, la clave estará en los acuerdos sectoriales que se concreten en las paritarias. Ahí sí habrá cambios más profundos.