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City Bell en pie de guerra tras el caso del jubilado que mató al ladrón en un robo

City Bell está convulsionada luego del caso del jubilado de 79 años que debió empuñar un arma de fuego para defender su vida durante un robo y mató a un ladrón. La inseguridad, según advirtieron en la zona, era algo de todos los días, pero este episodio tan traumático pareció disparar el miedo entre los vecinos.

Por eso ayer hubo amagues de movilización para reclamar medidas, que se pasaron para hoy, a partir de las 19, en la Plaza Belgrano, con el eslogan “si no te quejás, después no te quejes”.

También se acordó acompañar la reunión que se hará mañana, a la misma hora, en una conocida confitería de la calle Cantilo, donde este tema integrará la agenda de cuestiones a tratar.

Mientras tanto, Carlos S, quien alcanzó a sacar de un armario un viejo Doberman .32, con el que hirió de muerte al joven de 18 años que instantes antes le había puesto un cuchillo en la garganta, sigue inmerso en una verdadera pesadilla.

Ayer, en declaraciones a una radio (ver aparte), dijo que “no me quedó otra opción que disparar y estoy muy arrepentido”.

Cabe recordar que no existe en su contra imputación alguna por el asesinato, ya que la Justicia consideró que actuó en legítima defensa y, por ende, con un eximente de responsabilidad, que lo mantiene alejado de cualquier reproche penal.

La causa, en la que interviene la fiscal Leila Aguilar, está ahora en manos del Gabinete Homicidios de la DDI local, que anoche buscaba identificar a “la rubia” que también estuvo en la escena trágica y, se cree, fue cómplice del asaltante abatido (Nahuel Ferraro).

Alicia, una vecina, le contó ayer a EL DIA que la situación de inseguridad “se vive hace tiempo y es cotidiana”.

La mujer habló de entraderas y de motochorros, como las variantes del delito que más se sufren en esa zona de la Ciudad.

“Creo que en todas partes están los grupos de alerta. Nosotros nos reunimos siempre, pero no alcanza”, destacó.

PEDIDO DE CUSTODIA

A su turno, María Esther, que lleva años en el barrio de 27 y 473, contó que Carlos S. “es uno de los primeros pobladores. Es una persona intachable, muy solidaria y que está atravesando una situación personal complicada con su mujer, que está en silla de ruedas. Es tristísimo esto que pasó. Estamos todos muy afligidos. Sólo pedimos que lo cuiden, que le den seguridad”.

“Uno se pregunta cómo se hace para vivir así. Te da una angustia tremenda”, concluyó.

En tanto, otra vecina mencionó que “estamos con una tristeza bárbara. Ellos (por Carlos S. y su familia) jamas tuvieron problemas, no son belicosos. Son buenos vecinos, toda la vida fueron iguales”.

Por último, Mara no dudó en afirmar que “estamos cansados de esta situación. Se repite todo el tiempo. A cada rato nos enteramos de un robo nuevo y no podemos seguir así. Algo tienen que hacer para ayudarnos”.

En medio de tanto temor, una consigna policial permanecía apostada a metros de la vivienda del jubilado, aunque en el barrio todos saben que esa presencia preventiva no será para siempre.

Por eso está el temor, el miedo de que otra vez la inseguridad muestre su peor cara en el barrio, el que desde el lunes a la mañana cambió para siempre.