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¿Cómo está la casa de Barreda a 26 años de la masacre?: Entrá y recorre por dentro la vivienda

A 26 años de la masacre que perpetró el odontólogo Ricardo Barreda, una cámara ingresó a la casona situada en 48 entre 11 y 12 y registró el estado de esta vivienda que se convirtió el epicentro del horror un 15 de noviembre de 1992. 

Aquella jornada, Barreda le puso fin a la vida de cuatro integrantes de su familia: su esposa, Gladys McDonald, sus dos hijas, Cecilia y Adriana Barreda y su suegra, Elena Arreche.

Según pudo saber este diario, hace algunas jornadas Barreda volvió a ingresar acompañado por un equipo de técnicos de la industria audiovisual con el objetivo de realizar una producción fílmica sobre esa masacre.

Fue en este marco, que se tomaron una serie de fotografías que exponen el presente de este domicilio que alguna vez albergó a una familia. 

En las imágenes se puede apreciar el interior de una casa que, pese a las roturas y la suciedad acumulada por los años, parece detenida en el tiempo. 

Muebles antiguos, vajilla de la época, un televisor a tubo y dos coches antiguos dan cuenta de la imprevista salida de sus ocupantes. 

Un sillón de odontología, una biblioteca con un tocadiscos y una enciclopedia de varios tomos muestran un paisaje desolado dentro de la casa. 

También se puede ver la escalera debajo de la cual, según contó Barreda, tomó la decisión de ultimar a las cuatro mujeres que vivían en su casa. 

En su declaración señala que debajo de la escalera estaba la escopeta y los cartuchos que usó para concretar los asesinatos. 

«Aquel domingo bajé lo más tranquilo. Ellas acababan de almorzar. Pasé por la cocina y le dije a mi esposa: voy a pasar la caña en la entrada, el plumero en el techo, porque está lleno de insectos atrapados que causan una muy mala impresión. O sino, le digo, voy a cortar y atar un poco las puntas de la parra que ya andan jorobando. Voy a sacar primero las telas de araña de la entrada, que es lo que más se ve. Me dice: “mejor que vayas a hacer eso. Andá a limpiar que los trabajos de conchita son los que mejor te quedan, es para lo que más servís.” No era la primera vez que me lo decía y me molestó sobremanera. El asunto viene a que yo me atendía mi ropa, si se me despegaba un botón me cosía el botón. Es decir, me atendía personalmente en todo lo referente a mi indumentaria. Al contestarme ella así, sentí como una especie de rebeldía y entonces le digo: el conchita no va a limpiar nada la entrada. El conchita va a atar la parra. Para hacer eso había que sacar una escalera del garaje. Voy a buscar un casco que estaba en el bajo escalera, porque tuve dos conocidos que haciendo cosas similares se vinieron abajo y tuvieron lesiones serias en la cabeza. Entonces yo me había comprado un casco de esos de obreros de la construcción y voy a buscar el casco y encuentro que afuera del bajo escalera, entre una biblioteca y la puerta, estaba la escopeta parada. Los cartuchos estaban al lado, en el suelo, en una caja, y así habían estado desde hacía mucho tiempo. Y ahí, bueno, fue extraño. Sentí como una fuerza que me impulsaba a tomarla. La tomo, voy hasta la cocina, donde estaba Adriana, y ahí disparo«. Declaración de Ricardo Barreda en el juicio oral.