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El fútbol llora a Griguol, el Maestro de la vida que dejó su huella en Gimnasia

El fútbol argentino llora la muerte de Carlos Timoteo Griguol, uno de los más reconocidos entrenadores, quien a los 86 años falleció en el sanatorio Los Arcos, de la Ciudad de Buenos Aires, donde había sido internado por un problema pulmonar. Nacido en Las Palmas, Córdoba, el 4 de septiembre de 1934, y tras una larga trayectoria como director técnico, que incluyó tres etapas en Gimnasia, club en el que llegó a conformar equipos que perduran aún en la memoria de su gente, el Viejo, como se lo distinguió, había dejado de ejercer la profesión que lo apasionó y en los últimos años había sido nombrado como “asesor honorario” en Ferro, institución que en el año 2016 le destinó un monumento, como homenaje, en la sede social.

Durante su carrera como futbolista entre los años 1956 y 1969 actuó en 392 partidos, entre Primera División, Copa Suecia y Copa Argentina, y convirtió 32 goles desde su posición de mediocampista central. Debutó profesionalmente en Atlanta en 1957 y allí logró ganar su primer título: la Copa Suecia de 1958. En 1959, fue parte del plantel de la Selección nacional que conquistó el torneo Sudamericano de aquel año. En 1966 pasó a Rosario Central donde se mantuvo por tres años, hasta que se retiró en 1969. Al finalizar su carrera comenzó a trabajar en las divisiones inferiores del club rosarino, donde a partir de su cargo de director técnico alimentó uno de los más entrañables y queridos personajes de nuestro fútbol, por su simpleza, modestia, generosidad y visión superadora. Un maestro, del deporte y de la vida, que jamás perdió el humor y la tonada cordobesa.

El Gimnasia desembarcó a fines de 1994, en octubre, para ocupar el puesto de entrenador que hasta entonces había estado cubierto por Roberto Perfumo. El torneo Apertura de aquella temporada transcurría por la novena fecha, con el Lobo postergado en la tabla de posiciones, y lo que fue una etapa inolvidable comenzó con un triunfo por 2-0 frente a Platense en el Bosque. El tiempo le sirvió para convencer hasta a quienes no habían visto con muy buenos ojos su llegada y en el Clausura 1995 todo el Mundo Gimnasia pudo ver un equipo albiazul a la altura de los mejores, que peleó por el título hasta la última fecha en un mano a mano con san Lorenzo.

Fue el punto de partida para una etapa que mostró a Gimnasia siempre como protagonista, tanto en 60 y 118, como saliendo de la ciudad, con una fisonomía de equipo grande. Cada una de sus presentaciones suponía un gran partido, y si aquella formación Tripera con el sello de Griguol no pudo coronar el proceso con un título, como lo hubiera merecido, fue porque debió compartir momentos con fuertes representativos de River, Boca y Vélez. Igual, aquel equipo albiazul marcó una época, obviamente en la institución de la calle 4 como en el fútbol de Argentina, porque llegó un momento que el nivel de aquella formación mens sana trascendió sus colores.

Tres etapas vivió Griguol en Gimnasia, las cuales incluyeron los años 1994-1999, 2000-2001 y 2003-2004, siendo el equipo albiazul subcampeón del Clausura 95, Clausura 96 y Apertura 98. En cada uno de los regresos no dispuso de una plataforma similar como para desarrollar las ideas futbolísticas, siempre superadoras, a pesar de lo cual sus expresiones no dejaron de sostener fundamentos superadores.

A los jugadores que tenía bajo su conducción, Griguol no sólo les transmitía conceptos en relación al fútbol y sus tácticas, también los mandaba a completar sus estudios secundarios y hacer otros cursos aprovechando las horas libres.

En lo económico, su primera recomendación era invertir en un inmueble, y no aceptaba que el primer dinero ganado en el fútbol tuviera como destino la compra de un auto. Las anécdotas al respecto son múltiples, contadas después de muchos años por futbolistas que hicieron cosas increíbles para que el “Viejo” no supiera que habían dejado sus pesos en agencias de automotores.

Timoteo se interesaba por el día a día de sus jugadores y por el bienestar de las familias, designando a parte de su cuerpo técnico a tareas específicas, como visitas a establecimientos educacionales y domicilios de padres. Ver a sus jugadores encaminados en la vida era una alegría que comparaba con los resultados del equipo dentro de la cancha. Los educaba a nivel social, con enseñanzas muy amplias, basadas en respeto y disciplina, sin que eso significara falta de alegría.

Otro tema que atendía en forma personal eran las buenas condiciones para los entrenamientos, del plantel superior y de las divisiones inferiores. Los campos de juego, bajo su gestión, evolucionaron en forma sostenida. Cantidad y calidad de pelotas, igual que otros elementos utilizados en cada práctica, siempre estuvieron en foco. La falta de recursos nunca fue excusa para los encargados de atender estas cuestiones, porque para colaborar en este sentido, o algún otro, Griguol organizó fiestas que convocaron a verdaderas multitudes.

Futbolísticamente, los equipos de Timoteo fueron sólidos, inteligentes, armados desde su estructura defensiva, tácticamente impecables, intensos, solidarios, combativos, astutos para explotar las jugadas de pelota parada.

Con jugadores que a los que en muchos casos le encontró puestos diferentes a los que ocupaban cuando los recibió.

Dos ejemplos contundentes fueron los de Andrés Guglielminpietro y Facundo Sava, a los cuales adelantó en el campo y los convirtió en goleadores. Incorporaciones como las de José Fabián Albornoz, Pedro Troglio y Alberto Márcico, por citar algunos, le permitió el toque de distinción que caracterizó a sus mejores expresiones en Gimnasia.

Carlos Griguol comenzó dirigiendo Rosario Central en 1971, en forma interina, y en el Metropolitano de 1973 tomó el cargo de entrenador principal en reemplazo de Ángel Tulio Zof y se mantuvo en un exitoso período que fue hasta el año 1975. En 1973 ganó con Central su primer título como entrenador: el Nacional 1973.

A ese equipo, se lo conoció como Los Picapiedras, debido al juego rústico pero efectivo.

Con los Canallas, fue también subcampeón del Metropolitano 1974 y Nacional del mismo año. Luego de unos años entrenando en Tecos de Guadalajara (México), volvió a dirigir al club de Arroyito en la temporada 1977-1978. Tuvo un breve paso por Kimberley de Mar del Plata entre enero y junio de 1979.

A comienzos de 1980 asumió como entrenador de Ferro, club en donde se mantuvo en el cargo hasta 1987. Debutó en la primera fecha del Metropolitano 1980 y luego obtuvo dos subcampeonatos consecutivos en 1981: el Metropolitano

que peleó hasta la última fecha con el Boca de Maradona y en el Nacional cayó en la final ante el River de Kempes.

Al año siguiente, llegó el primer título de la historia de Ferro, obteniendo de forma invicta el Nacional de ese año.​ Dos años más tarde, logró el segundo título de los verdes de Caballito, ya que en 1984, el conjunto de Timoteo ganó el Nacional. Griguol regresó a Ferro en 1988 y permaneció hasta 1994.

En julio de 1987 pasó a River, donde obtuvo la Copa Interamericana en 1987 venciendo a la Liga Deportiva Alajuelense de Costa Rica. Sin embargo, la cantidad de figuras que tenía entre sus dirigidos y los cortocircuitos internos provocaron que abandonara la entidad de Nuñez en 1988. Y lo referido: regresó nuevamente a Ferro, donde permaneció hasta 1993.

En 1994, tomó el cargo en Gimnasia, institución con la que consiguió tres subcampeonatos (Clausura 1995, Clausura 1996 y Apertura 1998).

En el conjunto albiazul dirigió hasta 1999. El club lo designó socio honorario en reconocimiento a su trabajo. Sobre mediados de ese año, recibió una propuesta para ir a dirigir a España, llegando al Betis.

Luego de malos resultados en España, volvió a la Argentina para dirigir nuevamente a Gimnasia en la temporada 2000/2001. Luego tuvo un breve paso por Unión de Santa Fe en el Clausura 2002, en donde no finalizó su contrato. En la temporada 2003-2004 Griguol realizó su tercera etapa en Gimnasia, en donde finalizó su carrera de entrenador.

Los últimos años fueron vividos por Carlos Timoteo Griguol con Betty, su esposa, a la que conoció en sus tiempos de jugador de Atlanta, cuando ella se desempeñaba como basquetbolista en el club de Villa Crespo y con la que tuvo cuatro hijas mujeres que le dieron nietos con los que compartió momentos de alegría por afuera de la pasión que nunca pudo archivar: el fútbol.