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El que ríe último, River mejor…

Por NICOLÁS NARDINI

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La Súper Final le sonrió a River. Nunca la Copa Libertadores de América tuvo semejante impacto mediático a nivel internacional, aunque los motivos por los cuales se agigantó la repercusión generaron más vergüenza que orgullo. Se pasó de “la mayor final de la historia”, por tratarse del primer enfrentamiento en esta instancia de los dos clubes más grandes de la Argentina -para quien suscribe, también, del continente- a ser el primer partido decisivo de este preciado trofeo que se dirime fuera del continente. Aquella sensación primigenia de grandeza de todo lo que rodeaba a los cruces fue opacada por la trascendencia mundial de los escandalosos incidentes que truncaron la revancha en suelo argentino. Pero peor que ello fue la artimaña de la Conmebol, el ente rector del fútbol sudamericano, para aprovechar los violentos sucesos de los alrededores del Monumental para hacer caja y embolsar millones a expensas de llevar el partido a Madrid, al estadio Santiago Bernabéu, la casa del Real Madrid que preside el todopoderoso Florentino Pérez.

Se pareció a una venta al mejor postor. Primero se barajó como sede alternativa Miami, luego Doha y, finalmente, se decantaron por Madrid, al parecer, por un rápido movimiento táctico del titular “merengue” que puso el estadio de la capital ibérica rápidamente a disposición ante la amenaza de que fuera el de su archirrival, FC Barcelona, el que acogiera el mentado partido, a partir del acuerdo de patrocinio que los catalanes tienen con la aerolínea “Qatar Airways”, que a la vez es el principal sponsor de la Conmebol.

Dicho esto, sería injusto que por estos aspectos que generaron tanta controversia en torno a la organización de este partido decisivo, se infravalorara el enorme triunfo millonario en el coliseo blanco. Fue una nueva conquista para un ciclo brillante en términos de competiciones internacionales para la entidad de Núñez. Fue la cuarta copa para los de la banda y, sin dudas, la más importante de todas, porque enfrente estaba su rival de toda la vida. Para el vencedor, el premio es mayúsculo y, para el vencido, el mazazo es demoledor. Pocas veces hubo tanto en juego en un cruce copero en toda la historia del fútbol mundial.

DE DOMINADO A DOMINADOR

Con el foco en el plano estrictamente deportivo, anoche en Madrid hubo un gran partido de fútbol. Los desaguisados de los que toman decisiones de saco y corbata detrás de los cortinados no pueden “cargarse” lo verdaderamente importante: lo que hacen los protagonistas en el campo. Y allí los jugadores no defraudaron. Tras un comienzo lleno de dudas, con más precauciones que valentía, los jugadores de ambos equipos se fueron soltando y terminaron regalando un partido que quedará para la historia por el tenor de todo lo que estaba en juego.

Guillermo sorprendió y complicó de movida a River, por la inteligente apuesta al vértigo y la velocidad. La colocación de Villa y Pavón por los extremos, sumados a Darío Benedetto, otro delantero veloz y picante, desconcertó al pesado y lento fondo de River. Maidana -sobre todo- y Pinola sufrieron ante la movilidad de sus oponentes. Esa estrategia xeneize, además, sirvió para desarticular en el tramo inicial del partido el circuito de juego de los millonarios.

En base a ello llegó la primera gran emoción, pues Benedetto “rompió” a todo el fondo oponente para quebrar la resistencia de Armani. Hasta allí, el duelo estratégico era ganador por los de La Boca.

Sin embargo, el mayor mérito riverplatense se cimentó en la capacidad para poder revertir un cuadro de situación adverso, gracias a un par de cambios de piezas y de funcionamiento. El ingreso de Quintero por Ponzio le dio frescura, fútbol e ideas a un equipo que parecía perdido. Al unísono, contribuyó con el repunte de los de Núñez la salida de Benedetto: el Pipa había generado una gran preocupación en la defensa rival, en cambio su sucesor, Ramón Ábila, fue controlado sin mayores problemas. Ergo, a pérdida de generación de juego de uno y ganancia en el mismo ítem del otro, el dominio del trámite cambió de manos. Y desde el primer cuarto de hora del complemento hasta el cierre de la prórroga, fue todo rojo y blanco.

Apareció la triangulación en velocidad como principal elemento de generación de juego de River. Una muestra de ello fue el gol del empate, gestado en los pies de Nacho Fernández y Palacios, para posterior concreción del platense Lucas Pratto. Allí empezó a edificarse el notable triunfo de River y, por propiedad transitiva, también comenzaba la demolición del fútbol boquense.

River se sintió cómodo desde ese momento hasta el final. Fue un punto de inflexión en el partido. Boca jamás recuperó la frescura de la primera media hora y el Millo lo dominó claramente. Al Xeneize le quedó muy lejos el arco rival y, para colmo, perdió a su batallador incansable en la mitad de la cancha para la titánica tarea de afrontar una prórroga. Con un hombre de menos, el dominio de la Banda se hizo más ostensible y la desesperación azul y oro mutó en descontrol al quemar las naves. Fue por todo o nada. Y se quedó sin nada.

El tercer gol con el arco descubierto liquidó por completo el trámite. Boca fue por la épica, con su arquero buscando en la pelota parada el milagro de los penales, pero bajó a tierra con un contragolpe que Gonzalo Martínez resolvió con total libertad.

Fue el 3 a 1 que marcó cifras definitivas del choque y desató la locura en medio estadio Santiago Bernabéu.

UN CICLO CARGADO DE GLORIA

Otra estrella brilla en el firmamento para los riverplatenses. Y esta es la más grande de todas. ¿A caso será posible a lo largo de la historia emular una nueva final del máximo trofeo continental justo ante su rival de toda la vida? Suena difícil, casi imposible, por lo que el logro de River deja a Boca casi sin chance de revancha. Todo lo que consigan los de la Ribera de acá para adelante tendrá sabor a poco. La sonrisa estará dibujada por mucho tiempo en Núñez, mientras que la tristeza invadirá al barrio de La Boca vaya a saber hasta cuándo.

Miles festejaron en el estadio del Paseo de la Castellana, millones los hicieron en el país y alrededor del mundo. Fue una final inédita, difícilmente repetible, que tuvo de todo -por lo bueno y por lo malo- con alegría para un lado y dolor del otro. Ojalá, también, haya sido una experiencia que deje un aprendizaje para todo el fútbol argentino, en procura de trabajar en serio para desterrar la violencia y no perder uno de los principales activos del país.