Inicio Argentina La violencia contra la mujer ya deja un chico sin madre cada...

La violencia contra la mujer ya deja un chico sin madre cada 26 horas

Y de repente, una tarde cualquiera, J. (4), que hasta ese momento parecía abstraído en sus juegos, corre hacia su abuela con el entusiasmo de quien acaba de hacer un gran descubrimiento. Le dice: “ya sé abuela, vamos a conseguir una escalera larga larga, vamos a ir a visitar a mamá al Cielo y después volvemos”. La abuela es Susana Cancelier, una empleada de comercio de Ensenada, mamá de Nadia Ferraresi, muerta como consecuencia de un femicidio en febrero de este año. Como tantas madres de mujeres fallecidas por la violencia de género, Susana posterga la elaboración de su propio duelo mientras se ocupa de su nueva prioridad: el cuidado de su nieto, el hijo de Nadia, uno de los más de 100 chicos que en lo que va de 2019 quedaron sin madre por la violencia de género en el país.

La de este número creciente de chicos y jóvenes representa otra cara del drama de la violencia contra la mujer. Un flagelo que no para de crecer y que se puso en el centro de la atención pública después de que el último fin de semana cuatro mujeres murieran en distintos puntos del país como consecuencia de femicidios (ver aparte)

Según los datos que maneja la entidad “Ahora que sí nos ven”, hasta el 31 de Agosto hubo 223 femicidios en la Argentina que dejaron sin mamá a más de un centenar de chicos y jóvenes. Los números del Observatorio de Femicidios Marisel Zambrano, de la Casa del Encuentro, indican, en tanto, que entre 2008 y 2018, 3.717 chicos perdieron a sus madres por femicidios. Y que 2.394 de ellos (más del 64%) lo hicieron siendo menores de edad.

Las estadísticas indican que la violencia contra la mujer ya deja un promedio de un chico sin madre cada 26 horas en el país, una de las caras más dramáticas del enorme impacto que el femicidio tiene sobre los grupos familiares que lo sufren.

La situación de esos chicos y jóvenes plantea, a su vez, nuevos desafíos y ponen en el centro del debate el rol del Estado. Un rol que es cuestionado, dado que aunque aunque existe una norma (la Ley Brisa, aprobada en 2018) que establece la obligación de asignar un monto similar a una jubilación mínima a estos chicos en concepto de reparación, en la mayoría de los casos, no se cumple.

“En los casos de los chicos sin mamá que dejan los femicidios, el Estado no está brindando ni contención ni haciendo ningún tipo de seguimiento”, le dice a este diario Flavia Centurión, presidente de la ONG platense “Las Mirabal”, de ayuda a mujeres víctimas de violencia familiar, quien estima que “apenas el 10% de los chicos que perdieron a su madre por femicidio están cobrando lo que les corresponde por la Ley Brisa en la actualidad”.

El impacto económico del femicidio, que motivó el inicio de una campaña a través de las redes sociales por parte de la ONG “Familiares Atravesados por el Femicidio” a fines de agosto, es apenas uno de los múltiples que sufren aquellos chicos que perdieron a sus madres en el marco de la violencia machista, muchos de los cuales fueron testigos directos de los crímenes de sus mamás. Otro, que es denunciado por las organizaciones que defienden a las mujeres víctimas de violencia, es la falta de contención , ya que no existe ningún programa específico que desde el Estado se ocupe de la acompañamiento de estos chicos, ni siquiera ofreciendo apoyo psicológico.

“chicos a la deriva”

“Es demasiado”, dice Flavia Centurión cuando se refiere a la situación de los chicos y adolescentes sin madre que deja el femicidio. Y lo dice a partir de la experiencia de haber recibido abuelas, tías y otros familiares que se hacen cargo de esos chicos y que buscan contención en “Las Mirabal”, la entidad platense de ayuda a mujeres víctimas de violencia de género.

“La situación más difícil es la de los adolescentes y preadolescentes que pierden a su madre en un femicidio. Si bien todos los chicos que pasan por esta situación sufren el trauma y las secuelas de un episodio del que incluso muchos son testigos, el impacto es mayor en adolescentes y preadolescentes por el momento de la vida que transitan”, sostiene Centurión.

Es que, en el escenario que deja el femicidio en las familias afectadas, los chicos aparecen a la deriva y dependiendo de quienes se quieran o se puedan hacer cargo de ellos.

En la mayoría de los grupos familiares, la que suele desempeñar ese papel es la abuela materna. Y en numerosos casos, al drama del femicidio se suma otro: el de un padre preso acusado del crimen.

“Estamos hablando de situaciones de extrema soledad, de pibas y pibes que de un día para otro se encuentran que no tienen a nadie, que la mamá está muerta y el padre preso. La situación de vulnerabilidad es total”, dice Centurión.

Cada caso tiene características singulares. Hay algunos chicos que vuelven a ver a sus padres acusados de femicidio y retoman un vínculo, aunque sea precario, aunque sea temporal. Otros no recuperan más esa relación.

Pero para todos, hay un factor que es común: la falta de acompañamiento del Estado.

“La vulnerabilidad de un chico que queda huérfano tras un femicidio es tal, que requeriría de respuestas específicas, de acompañamiento de día completo. Sin embargo, lo que pasa es exactamente lo contrario. No está prevista ninguna respuesta y los chicos que pierden a sus madres en femicidios no están recibiendo apoyo por parte de ninguna instancia del Estado”, dice Centurión.

La enumeración de lo que debería haber y no hay, según destaca Centurión, es larga: no hay psicólogos especializados que contacten a los hijos y a otros familiares de la víctima ni para acompañar ni para hacer un seguimiento. No hay psicólogos especializados en este tipo de casos en dependencias públicas. Ni tampoco se cuenta con abordaje escolar específico para estas situaciones.

El único instrumento creado desde el estado para dar una respuesta, sólo desde el punto de vista económico, fue la ley Brisa. Una ley que por ahora se cumple muy poco.

la ley

A fines de julio de este año la ONG Familiares Atravesados por el Femicidio hizo público su reclamo por los escasos beneficios otorgados a partir de la puesta en vigencia de la llamada ley Brisa, que establece la entrega de un monto ecónomico mensual a los hijos de madres muertas en femicidios. Desde esa ONG lo atribuyeron a una excesiva burocracia que traba los trámites.

Según los datos manejados por esa entidad, desde la aprobación de la ley en julio de 2018, sólo 30 de los 3.717 huérfanos por femicidios que hay actualmente en el país fueron beneficiados por ella.

Desde la entidad indicaron que el trámite para obtener el beneficio es lento y trabado y que lo que se necesita para responder en estos casos es, precisamente, velocidad.

“Sólo el 10% de los que perdieron a su madre por femicidio reciben el beneficio de la ley Brisa”

En la mayoría de los casos la que queda a cargo de los chicos es la abuela materna

La ley Brisa fue impulsada por la Casa del Encuentro a partir del caso de una nena cuya madre fue asesinada en un femicidio en el que el autor del crimen fue el padre de la menor.

Por eso se reclamó una ley que brindara un sustento económico a los hijos de víctimas de femicidios cuyos casos estén presos hasta cumplir la mayoría de edad.

Pero las dificultades para acceder a este beneficio no son las únicas. Centurión destaca, en ese sentido, que a veces hasta la obtención de la guarda por parte de la abuela de una víctima de femicidio lleva más tiempo del que debería.

Este último, según cuenta, es el caso de Susana Cancelier, la mamá de Nadia Ferraresi, quien desde marzo tramita la guarda de su nieto, que todavía no consiguió.

un impacto múltiple

Cuando un femicidio se produce, la onda expansiva de la tragedia alcanza a las familias afectadas con un impacto múltiple.

De eso habla Susana Cancelier cuando describe cómo la muerte de Nadia Ferraresi, ocurrida en febrero de este año, marcó un antes y un después en la vida de toda su familia.

Nadia Ferraresi tenía 25 años, trabajaba como peluquera en Ensenada y falleció asesinada a cuchilladas por un hombre de 24 años que vivía en su mismo barrio y fue detenido por el crimen.

“Desde el primer momento, en que me llamaron para darme la noticia, me hice cargo de mi nieto. Elegí hacerlo diciéndole siempre la verdad. Al principio, mientras Nadia estuvo en el hospital, creíamos que se iba a recuperar y así se lo dijimos. Cuando ella falleció tardamos sólo tres días en contarle la verdad”, cuenta Susana.

A falta de programas que se ocupen de contener y acompañar a su nieto, Susana manda al nene a una salita municipal, donde está haciendo terapia con una psicóloga.

“A mi me gustaría que se olvidara de todo, pero se que eso no es posible. Entonces lo importante es que elabore bien el duelo”, dice Susana.

Mientras tanto, la nueva situación tuvo a su vez, otro impacto en la familia.

“Tengo otra hija adolescente que vio su vida transformada por esta tragedia. A la edad en la que debería estar preocupada por otras cosas tiene que ayudarme con su sobrino”, cuenta Susana.

La rutina de la casa también se vio alterada y Susana se preocupa porque sus horarios de trabajo no le permiten llevar al nene a sus clases de teatro, que tuvo que discontinuar.

Mientras tanto, pelea por obtener la guarda judicial de su nieto, un paso que le permitiría afrontar otros trámites.

“Recién entonces me voy a poder ocupar un poco de mi, de ir a terapia, de elaborar el duelo por mi hija”, dice Susana.

Es que el impacto del femicidio es enorme y multidimensional. Y frente a las distintas dimensiones del drama se nota más la falta de respuestas.

“Nosotros tratamos de hacer un taller para familiares del femicidio y lo sostuvimos por un tiempo. Pero como somos una ONG autogestionada, nos quedamos sin recursos económicos para seguirlo. Lo que está claro es la necesidad de respuestas estatales específicas”, dice, por su parte, Centurión.