MAR DEL PLATA.- Otra ilusión asoma. «Nos enteramos por ustedes, pero esperaremos información oficial», dijo a LA NACION María Rosa Belcastro, madre del teniente de navío Fernando Villarreal, jefe de Operaciones del submarino Ara San Juan. Unos minutos después escuchó de voceros de la Armada Argentina el dato sobre un «ruido» en las profundidades del océano que permite creer que podría provenir el buque buscado desde hace cinco días.
Acompañada de su esposo, Jorge Villarreal, dijo que el dato «es alentador». «Si pensamos en positivo esto va andar bien, hay que creer», insistió tras participar de la misa que se estaba brindando a partir de las 17. A la par de esas oraciones, un dato para volver a creer.
Es que la jornada había arrancado, una vez más, sin novedades. Y un día más en esta vigilia es otra dosis de esperanza consumida. Por eso la reacción de algunos familiares, que temprano se quebraron ante el informe de las autoridades navales, casi calcado al de días previos. Algunas mujeres, al punto de la descompensación e inmediata atención médica.
Una combinación de ansiedad, tristeza y desconsuelo domina al casi centenar de parientes de los tripulantes del Ara San Juan que comparte esta espera en el edificio principal de la Base Naval, donde un equipo interdisciplinario ofrece contención anímica a la par del capellán de la unidad militar, David Ochoa, que es el pilar principal de apoyo espiritual.
«Fue una mañana difícil, un punto de inflexión», confiaron fuentes que tuvieron acceso al salón asignado para el encuentro y descanso de los familiares. Es que es el día que, según la hoja de ruta, la tripulación debía llegar a destino.
Fueron otros submarinistas, ex tripulantes del Ara San Juan y otros similares de la flota, los que aportaron también su acompañamiento, solidaridad y mensaje de fe. Los propios profesionales reconocen que la palabra de estos marinos tiene un valor fuerte para dar aliento y buenas expectativas.
Con experiencia en casos de crisis como el que aquí se afronta, el psiquiatra Enrique Stein está al frente del grupo de profesionales que están atendiendo a los familiares que esperan por el regreso de los 44 submarinistas. «La tarea principal es darles sostén desde la grupalidad familiar que permite atenuar la angustia», explicó a La Nación el coordinador del equipo de Salud Mental del Ministerio de Defensa..
Médicos y enfermeros completan el staff que se instaló en la Base Naval y que mañana se ampliará, con dos psicólogos más que se sumarán a los cinco que ya están aquí más otro psiquiatra. Todo porque la cantidad de gente crece y, por sobre todo, la angustia está en alza y día tras día sin novedades la fortaleza individual empieza a mostrar sus fragilidades.
Si bien algunos familiares han mantenido distancia y prefieren capear estos días desde sus domicilios particulares o de parientes en la ciudad, el grueso prefirió acercarse a diario o instalarse a tiempo completo en la Base Naval para seguir de cerca cada informe oficial.
El capitán de fragata Víctor Hugo Duga, psicólogo, resaltó el valor de esta espera compartida entre los familiares, a los que desde el primer día intentó vincular y así consolidar el grupo que tiene hoy un único y vital objetivo: reencontrarse con los suyos. «Hacemos foco en la fortaleza dentro de la incertidumbre, porque hay esperanza», comentó. Dijo que es el principio de una red para sostenerse hacia lo que pueda venir.
Hubo que atender a algunos familiares por problemas de presión o cuadros de diabetes, potenciados por la coyuntura emocional que les toca vivir. Aquella confusa novedad de supuestos llamados satelitales golpeó la ilusión. Stein, que tiene experiencia en cuadros de crisis, destacó que el mejor ansiolítico en estas situaciones «es la información precisa».