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Mató de dos escopetazos a su ex mujer en una casa de Etcheverry y se suicidó

Quienes conocían a Saturnino Gallardo Arias (61) y lo llamaban “Tatín”, en los últimos días notaron en él un cambio, nada del todo brusco, quizás una parquedad en su carácter que les resultó extraña y que recién ayer, a la luz de la tragedia, pusieron en contexto. Gallardo Arias murió de un escopetazo en el abdomen en la misma habitación en la que Johana Andrea Soria, de 35, recibió dos tiros por la espalda.

Ella, que hasta hace un par de meses había vivido con Tatín y la hija que tenían en común en ese campo de Etcheverry, fue trasladada viva hasta el hospital de Romero. “Llegó a decir que él le había disparado”, confió una fuente judicial a este diario. A poco de ingresar en la guardia, los médicos confirmaron su muerte.

Los cuerpos de los dos serán sometidos hoy a las autopsias y los peritos de Científica levantaron muestras en la escena, aunque todo parece encaminarse a una causa que se archivará con la carátula “homicidio calificado y suicidio”, anticiparon voceros de la investigación.

El escenario del drama fue un chalet de ladrillos a la vista que está sobre la calle 229 a la altura de 42, a dos cuadras del acceso a la localidad de Etcheverry por la avenida 44. Hacia el lado opuesto del pueblo, donde vivían “Tatín” y Andrea con la hija de ambos, de 8 años, la calle es de tierra y poceada por el tránsito pesado de camiones en los que se mueve la mercadería que producen las quintas de la zona.

Por lo que informaron fuentes oficiales sobre la base de testimonios de allegados a la pareja, ellos se habían separado hace unos tres meses, y ayer a la tarde la mujer volvió a la casa junto a la nena, para dejarla con el padre o para retirar pertenencias, según las dos versiones que circularon entre los voceros.

Lo concreto es que cerca de las 18 Soria llegó al predio con la pequeña, su hermana Carla, de 30 años, y un joven de 28, Roberto, que sería esposo de esta última.

Después de recibirlos, Gallardo le dijo a Andrea que quería “charlar a solas con ella”, por lo que ambos ingresaron en la casa. Ninguno de los que se quedó afuera pudo imaginar un desenlace como el que sobrevino. Es que “no había denuncias previas ni antecedentes de violencia en la pareja. Tampoco amenazas”, aportó un pesquisa.

A media tarde, los tres disparos sacudieron la tranquilidad de campo en el área donde la avenida 44 marca una divisoria. Hacía 45 empieza el pueblo. De este lado, solo hay arboledas alrededor de quintas, campo abierto e invernaderos.

Carla y Roberto corrieron hacia el chalet, topándose con una escena escalofriante en una de las habitaciones: Andrea y su ex pareja yacían tirados en el piso regado de sangre.

Entre gritos y desesperación alguien llamó al 911 para pedir ayuda, pero decidieron apurar el traslado de la mujer, que entonces todavía estaba viva. “La cargaron en una camioneta Chevrolet S 10”, dijo un jefe policial, con la que llevaron a la guardia del hospital de Melchor Romero. Murió poco después.

Mientras tanto, al lugar de la tragedia llegaron policías de la Local, del Comando de Patrullas, la comisaría Decimoquinta y el jefe momentáneamente a cargo del Distrito, Germán Rodríguez. También los detectives del Gabinete de Homicidios de la DDI y los peritos de Científica, además de los médicos del SAME que certificaron la muerte de Gallardo y la fiscal Ana Medina, con su equipo, a cargo de la instrucción de la causa.

Algunos quinteros observaban de lejos el despliegue, sin abandonar del todo su trabajo.

Tatín era agricultor y propietario del campo en el que había construido el chalet, pero ya no trabajaba la tierra según contó un amigo, porque había alquilado el campo. A 200 metros de su nueva casa hay otra, en la que vivió “toda la vida”, pero ahora había legado a su hija mayor (de un matrimonio anterior) y su yerno. En el acceso al chalet, varios familiares y allegados buscaban consuelo y trataban de contener a los más afectados.

Adentro, los peritos secuestraban el arma homicida: una escopeta calibre 12/70.