Inicio Argentina Muchachos: nos volvimos a ilusionar con levantar la tercera

Muchachos: nos volvimos a ilusionar con levantar la tercera

Era fiesta y el sufrimiento del final le aportó la épica que todo camino a la gloria necesita, se llegue o no a la cúspide. ¿Por donde empezar? Por el partido aburrido que controlaba Argentina con un claro 2 a 0. Seguro, por ahí. Pero la realidad también sumó en el final una atajada impresionante de Dibu Martínez. Y tampoco se puede obviar cuando Lisandro Martínez se jugó las piernas, la vida y algo más para evitar el gol de Australia.

De todas maneras, la Selección confirmó su favoritismo previo porque le ganó bien a Australia para la locura de 40.000 fanáticos ilusionados con el partido del viernes a las 16 de nuestro país ante los “holandeses”, con la consagración final de Messi. Con un festejo el 18 de diciembre en Lusail.

El capitán Lionel Messi, la gran figura de la cancha, en el partido número 1.000 de su carrera profesional mostró el camino de la clasificación a los 35 minutos con su tercer tanto en esta edición, que lo dejó a uno de Gabriel Batistuta (10), máximo goleador argentino en la historia de la competencia.

Julián Álvarez amplió la ventaja a los 12 minutos del segundo tiempo y Australia descontó con una fatalidad de Enzo Fernández, que desvió en contra de su arco un remate que iba claramente afuera a los 32 de la misma etapa.

Con disciplina táctica y rigor físico, Australia puso en claro las cosas desde un comienzo: no sería un partido fácil, tal como lo presintió el DT Lionel Scaloni. Al fin y al cabo se trataba de un cruce mundialista de octavos de final ante un rival más sólido que Polonia.

Argentina buscó sentar las condiciones por jerarquía pero no tuvo oportunidades de poner a un futbolista de frente a la jugada y con espacios para progresar. Así, Messi estaba rodeado de camisetas amarillas, de espaldas y a un toque para no exponerse a las duras entradas australianas, de las que fue víctima dos veces, regalitos de Keanu Baccus y el gigante Harry Souttar.

“Papu” Gómez se encerraba en la derecha, Julián Álvarez no encontraba su lugar en la cancha y los mediocampistas argentinos se complicaban con la presión australiana, como había ocurrido en el debut con Arabia Saudita.

Pasados los 20 minutos, cuando el aliento del público argentino bajó su intensidad, Australia se acomodó definitivamente en la cancha y provocó dos tiros de esquina, una vía clave en su estrategia para ganar el partido a partir de su mayor altura.

La mayor complejidad para Argentina sería llegar al primer gol, el que podía alterar el escenario, pero el equipo no alcanzaba ni siquiera a rematar al arco. De hecho, la primera llegada de riesgo fue el gol de Messi, que llegó de una segunda jugada de tiro de esquina. Mac Allister lo ubicó en el área con un pase rasante, Otamendi la frenó y Leo, de frente al arco, con su zurda quirúrgica puso la pelota en el palo derecho de Ryan.

Todavía quedaba mucho partido y Australia no cambió su postura en la cancha, pero el gol le brindaba al seleccionado de Scaloni la posibilidad de elaborar juego con paciencia, sin la presión de ese enemigo tortuoso que a veces significa el reloj.

El DT argentino sorprendió con el cambio de Lisandro Martínez por “Papu”, que implicaba la formación de una línea defensiva de tres o cinco, también una posibilidad para el cotejo del viernes. La intención estaba clara: ampliar la cancha con la subida de Molina y Acuña y generar espacios internos para llegar al área australiana.

Con esa nueva disposición, Argentina consiguió el segundo tanto, que tuvo un autor silencioso: Rodrigo De Paul. En una salida de arco del rival, el futbolista de Atlético de Madrid los corrió a todos y provocó el error de Ryan, capitalizado por un atento Julián Álvarez.

Con el 2-0 enloqueció la hinchada con el equipo a sus anchas: “Muchachos, ahora nos volvimos a ilusionar, quiero ganar la tercera, quiero ser campeón mundial…”. Sin embargo, un infortunado gol de Enzo Fernández en contra, tras un remate del ingresado Craig Goodwin, le puso al partido una cuota de dramatismo inesperada.

Sin mayores argumentos futbolísticos pero con la motivación lógica de quedar apenas un gol abajo, los oceánicos se pusieron dos veces de cara al empate. Un cruce salvador de Lisandro Martínez y una tapada de “Dibu” en el descuento dejaron a los hinchas al borde del infarto, luego de dos chances increíblemente perdidas por Lautaro.

El pitazo final generó un festejo interminable entre el público y los jugadores. Argentina está otra vez entre los ocho mejores.