Inicio Argentina Muñecos platenses de fin de año: ¿una tradición en riesgo de desaparecer?

Muñecos platenses de fin de año: ¿una tradición en riesgo de desaparecer?

“Fuimos a dar charlas durante el años a las escuelas para difundir la movida de los muñecos, ya que queremos que se ponga en valor, que no se pierda. Porque en los últimos años hay cada vez menos momos en la Ciudad. En los años ´90, en su apogeo, llegó a haber más de 200. Este año hay registrados apenas 75”, dice Victor Sochanowicz, uno de los integrantes del Grupo de Artistas Autodidactas Muñequeros (Gaam Drako), que lleva 35 años creando momos y ganó más de 15 primeros premios con sus creaciones. Y la misma sensación se extiende al pie de los momos que por estos días se arman en los barrios, donde notan que el número de muñecos ha decrecido en los últimos años.

Nicolás del Río (39), otro de los participantes de Gaam Drako , cree que ya hay cosas de la “cultura muñequera” que se perdieron.

“Una de ellas es la espontaneidad: cuando todo esto empezó, cada barrio armaba su muñeco y había una movilización vecinal importante en la que cada uno aportaba lo suyo. Hoy los muñecos que se arman no son los espontáneos, son los grandes, los más complejos. Los chiquitos de los barrios, en su mayoría se perdieron”, explica.

Puestos a analizar las razones que inciden en la merma del número de momos que se queman a fin de año en la Ciudad, se apunta a tres factores.

El primero es el económico: si bien el costo de los muñecos es muy variable (los más grandes pueden costar más de 200.000 pesos), en muchos casos se trata de inversiones importantes en elementos como el papel, cuyos precios tuvieron un fuerte impacto después de la última devaluación.

El segundo factor que se menciona tiene que ver conque, en un principio, la tradición de los muñecos no estaba regulada y en los últimos años creció el número de requisitos establecidos por las normativas vigentes para aprobar los proyectos.

Esa normativa, relacionada generalmente con la seguridad, se fue profundizando especialmente desde el año 2008: el decreto 2039/2008 y la ordenanza número 10.456 establecieron que los muñecos no pueden exceder los 6 metros de alto, 3 metros de ancho y tres metros de largo y que su instalación debe contemplar un radio de seguridad de tres veces su altura.

Del mismo modo, se dispuso que los muñecos sean instalados en ramblas y avenidas evitando cableados, arbolado público, bocas de expendio de combustible, calles transitadas por transporte público, al tiempo que no está permitido colocar elementos pirotécnicos y/o explosivos en el interior de las estructuras.

El tercer factor mencionado, que incidiría en la merma del número de momos, es el de los cambios culturales, que algunos integrantes de los grupos que arman muñecos reconocen: muchas veces, para los representantes de las nuevas generaciones, entusiasmadas con las nuevas tecnologías, no resulta tan fácil embarcarse en el armado de los muñecos por iniciativa propia y necesitan que los mayores los incentiven.

puesta en valor

Victor Sochanowicz compara a los muñecos platenses de fin de año con las carrozas del carnaval de Gualeguaychú o las fallas valencianas y destaca cómo en esas dos ciudades, esas celebraciones llegaron a las escuelas.

“Nuestra idea de hacer charlas en escuelas hablando de los muñecos de fin de año tiene que ver con ponerlos en valor. Y esto está asociado a que nos damos cuenta de que hace años peligra esta tradición platense”, dice.

“Hay cosas de la vieja tradición muñequera que se perdieron, como la espontaneidad”

Sochanowicz, que junto a su grupo armó 35 muñecos de manera continua desde 1983, habla de una “cultura muñequera” que está en riesgo junto con la tradición, a la que asocia con movidas vecinales que tienen muchos aspectos positivos.

“Esta costumbre permite que los chicos salgan de las pantallas, interactúen con sus pares, aprendan a trabajar en equipo, a colaborar con chicos de su edad y con el barrio, en muchos casos. Además, suele estar asociada a iniciativas solidarias”, dice Sochanowicz, quien, por otra parte, agrega que poner en valor a los muñecos es reconocerlos como una forma de arte efímero.

Para Tobías (15), Jonás (13), Iair (15), Valentín (13), Brisa (15) , Ian (19), Josefina (13) y Luna (11), chicos que participan del armado de muñecos, el momo es un lugar de encuentro y un espacio de socialización que se extiende durante todo el año.

“En febrero se empieza a trabajar en la idea, más tarde se empiezan a hacer los planos, comprar materiales y dar forma a las figuras. Los trabajos más complejos los hacen los grandes y los más sencillos, como pintar o empapelar, los chicos”, dice Tobías, quien agrega que “hasta noviembre se trabaja tres veces por semana, pero a partir de ese mes las reuniones son todos los días, excepto los domingos”.

De todas las situaciones relacionadas con el muñecos, los chicos rescatan especialmente la expectativa de los vecinos: “siempre quieren saber cuál será el tema del año, pero eso lo reservamos hasta último momento, porque es sorpresa”, cuentan los chicos.